viernes, 2 de agosto de 2019

Aprender a leer

Tendría que haber escrito ayer algo, pero, aunque estoy en una casa muy bien acondicionada, nos falló la WiFi. Y ya se sabe que en este mundo moderno si te quedas sin WiFi estás perdido. Es un chiste muy socorrido entre los religiosos contar que cuando uno visita una comunidad por primera vez no suele empezar preguntando dónde está la capilla, ni siquiera el comedor o la biblioteca. La pregunta ritual con la que se inicia el diálogo se refiere casi siempre a la contraseña de la WiFi. La capilla nos conecta con Dios. Creemos en la presencia de Jesús en el sacramento de la Eucaristía. La WiFi nos conecta con el mundo entero. Cuestión de prioridades. Tecleo estas notas al filo de la medianoche, después de una jornada intensa. Afuera el termómetro marca 26 grados, una temperatura excesiva teniendo en cuenta que estoy en El Escorial, por encima de los mil metros sobre el nivel del mar. Para añadir más dramatismo al asunto, leo que la ola de calor en Groenlandia tendrá consecuencias en todo el planeta. He decidido conectar un rato el aire acondicionado para no tener que luchar contra las sábanas.

Aunque el asunto del calentamiento global me preocupa mucho, lo que hoy me ha impactado ha sido la lectura de un artículo que comenta el último (julio de este año) barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) en España. El articulista echa mano de tópicos –como la alusión a la célebre y malinterpretada frase de Manuel Azaña cuando proclamó en octubre de 1931 que “España ha dejado de ser católica”– para decir, con los datos en la mano, que ya hay en España más ateos y no creyentes que católicos practicantes. Dos tercios de los españoles se declaran todavía católicos, pero solo un 22,7% participa ordinariamente en la celebración de los sacramentos. Parece que la suma de quienes se profesan ateos, agnósticos o no creyentes llega al 29%. Cataluña y Euskadi son las dos comunidades donde se registra el mayor número de ateos. Según los datos de la propia Conferencia Episcopal, en 2007 se celebraron 325.271 bautizos en España mientras que el pasado año descendieron a 214.271. Ha bajado notablemente el número de bautizos de niños, pero crece poco a poco el de adultos. Y esta sí que es una novedad en un país en el que la práctica del bautismo de niños era casi universal.

¿Qué nos indican estas estadísticas? ¿Hacia dónde vamos? Se puede hacer una lectura catastrofista (los números dan pie para ello) o, más bien, una lectura providencial. Yo me apunto a la segunda. Los cambios tan vertiginosos que Europa está experimentando me recuerdan a los movimientos que hacían los antiguos agricultores cuando sacudían el cedazo para cernir o cribar el trigo de la paja. La crisis está poniendo a las claras el verdadero valor de la fe. Muchas prácticas y estructuras caerán. Solo la fe verdadera permanecerá incólume. Me parece evidente que la Iglesia va camino de convertirse en una minoría en esta Europa multicultural y plurirreligiosa. Sería muy triste si esa minoría se convirtiera en un residuo de otras épocas, en una especie de grupo sobrante, en un gueto replegado sobre sí mismo, nostálgico del pasado. Pero sería prometedor si esa Iglesia minoritaria aceptara con humildad ser un resto. Hace un par de años que escribí sobre este asunto en el blog. La espiritualidad bíblica del resto puede ayudarnos mucho a vivir esta coyuntura histórica como una oportunidad de purificación, de vuelta al Evangelio y de una nueva propuesta de vida en este contexto relativista, líquido, posthumanista y, sin embargo, abierto a nuevas propuestas de sentido. Yo no vivo como un drama el descenso numérico, por otra parte explicable teniendo en cuenta “cómo se hace uno cristiano” en la actualidad. Lo que me preocupa es no ser capaces de interpretar el momento presente y de aceptar que ser sal significa aprender a morir en la masa sin renunciar a darle sabor. Lo que le sucedió a Jesús le sucede también a su comunidad. Prefiero fijarme en las nuevas comunidades que nacen (toda Europa está llena de pequeñas iniciativas evangelizadoras) que en los números que descienden. Será que el taller sobre Indagación Apreciativa que estoy animando me ha distorsionado la mirada o que no estoy dispuesto a aceptar mi cuota de responsabilidad. ¡Quién sabe!


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