lunes, 4 de febrero de 2019

Juntos somos mejores

Ha pasado poco más de una semana desde que cerré el blog al llegar a las 1.000 entradas. Pero en la última entrada anuncié que haría una excepción para escribir algo sobre el retiro que hemos tenido durante el fin de semana del 1-3 de febrero con 22 amigos del Rincón de Gundisalvus. Si digo que todo ha ido mucho mejor de lo que cabía esperar, puedo pecar de optimista. Y, sin embargo, es la huella que me han dejado los dos días compartidos con amigos provenientes de Madrid (la mayoría), Guadalajara, Colmenar Viejo, Toledo, Sevilla y Barcelona. Muchos no se conocían entre ellos, aunque luego, en el curso de las conversaciones, han descubierto lazos inimaginables. Había matrimonios maduros y jóvenes, hombres y mujeres solteros y dos claretianos: el director del Centro Fragua de Los Negrales y este servidor. Uno de los participantes, apenas terminado el retiro, colgó su personal crónica en el blog que tiene abierto en la página Religión en Libertad. Me podría haber ahorrado la entrada de hoy porque lo que escribe Luis Javier se ajusta muy bien a la realidad que vivimos. De todos modos, lo prometido es deuda, así que voy a cumplirlo.

Nos dimos cita el viernes 1 por la noche. Afuera soplaba un viento frío y revoltoso. Se había anunciado nieve, pero no llegó a caer. Solo algunos copos despistados. Dentro se estaba bien. Al calor de la calefacción se unía el de un grupo abierto, comunicativo y muy amigable. Tras los saludos y la cena, nos encontramos en la sala de trabajo. Los 22 participantes se sentaron en torno a cuatro mesas redondas. Cada una de ellas estaba vestida con una tela de colores diversos (verde, amarillo, azul y naranja) y contenía tarjetas con los nombres de cada uno de los miembros de los cuatro grupos: Nazaret, Tiberíades, Jerusalén y Emaús. Los nombres de los grupos expresaban un itinerario de encuentro con Jesús en los diversos escenarios donde transcurrió su vida. Sin protocolos, abordamos las tres preguntas que nos ayudaban a situarnos: quiénes somos, dónde estamos, qué vamos a hacer. La canción ¿Qué quieres de mí?, de Salomé Arricibita, puso punto final al encuentro introductorio. Seguía soplando un viento gélido, pero nosotros esperábamos otro viento: el del Espíritu de Jesús.

El retiro tenía un tema central (aprender a vivir como hijos) que se desplegaba a modo de tríptico en tres meditaciones: 1) ¿Qué nos está pasando?; 2) Tú eres mi hijo amado; 3) Lo que necesitas es amor. Los contenidos fundamentales habían ido apareciendo en algunas entradas del blog a lo largo de los tres años, pero no organizados de este modo. Las meditaciones audiovisuales se iban alternando con ejercicios en grupo. El sábado por la tarde dispusimos de más tiempo para la oración, la Reconciliación y las entrevistas personales. Cada participante recibió un folleto (con oraciones y textos) para organizar con libertad su tiempo personal. Antes, a mediodía, habíamos celebrado la Eucaristía de la fiesta de la Presentación del Señor, con procesión de candelas incluida. Cerramos la jornada con la película Converso, un interesante diálogo sobre ella y un miniconcierto por parte de mi amigo Juan Morales (miembro de Brotes de Olivo) y su esposa Lolín. Nos fuimos a la cama al filo de la medianoche.

Ayer domingo nos centramos en el amor. El título de la meditación suena a canción de los Beatles, pero discurrió por otros cauces. La segunda lectura de la Eucaristía nos vino como anillo al dedo. El “himno de la caridad” de Pablo en la primera carta a los Corintios siempre nos toca el corazón. Salomé Arricibita nos prestó de nuevo su música para preguntar a Dios: Dime cómo ser pan. Con la foto de grupo y la comida de fiesta nos despedimos, no sin antes citarnos para el próximo año… si Dios quiere. Mientras tanto, cada uno seguiremos nuestros caminos tratando de vivir al máximo. Es difícil calibrar el valor de una experiencia como esta. He tenido infinidad de retiros en mi vida, pero casi todos con personas que pertenecían a la misma comunidad o grupo. En el caso del pasado fin de semana se trataba de un grupo heterogéneo. La franja de edad iba de los 22 a los 85 años. Había hombres y mujeres, casados y célibes, pertenecientes a movimientos y grupos, y cristianos “por libre”, si es que esta expresión se entiende bien. Nadie pretendió engatusar a nadie. Todos dialogamos con respeto y libertad.

Este carácter abierto y polifónico hizo que el retiro “sonara” bien, que todo el mundo se sintiera en casa sin tener que plegarse a unas siglas o a un estilo muy marcado. Una vez más comprendimos que, en el contexto difícil en el que nos toca vivir la fe, tenemos que aprender a vivir como un “resto”, sin que esto suponga sentirnos un residuo y mucho menos un gueto. Aunque nuestro campo es la calle, de vez en cuando necesitamos espacios y tiempos de soledad y diálogo para rehacer los vínculos que nos constituyen como hombres y mujeres que quieren vivir “con Espíritu”. Con Jesús y su Espíritu se viven de forma diferente las relaciones con el propio yo, los otros, el mundo, el tiempo y Dios. Regreso a Roma con el corazón agradecido y dilatado. Gracias, Señor, y gracias, amigos. No olvido a los muchos que han estado orando por nosotros durante estos días. Se siente la fuerza de la plegaria. Muchas gracias de corazón.