sábado, 3 de junio de 2023

Todavía me gustan los Beatles


Hace mucho tiempo que no escribo sobre mis canciones favoritas. Creo que la última vez fue hace algo más de un año cuando me fijé en la canción italiana
Brividi, del dúo formado por Mahmood y Blanco, ganadores del Festival de San Remo de 2022. Después me he puesto demasiado serio con asuntos de otro tipo. Hoy vuelvo mi mirada a The Beatles. En realidad, no la he quitado desde que era adolescente. Todavía me pregunto cómo en solo siete años (1963-1970) fueron capaces de crear canciones icónicas, experimentar técnicas y sonidos que hoy nos siguen pareciendo rompedores y llegar a todos los rincones del mundo. ¡Seguro que también se oye su música en la Estación Espacial Internacional!

De los cuatro componentes clásicos (John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr), dos (John y George) ya han muerto. Los dos supervivientes no son unos jovencitos desmelenados. Paul tiene 80 años y Ringo 82. ¿Por qué los sigo escuchando y apreciando? Porque me parecen más vanguardistas que muchos de los músicos efímeros de hoy. Porque sus melodías me atrapan sin que yo haga ningún esfuerzo. Porque algunas de sus letras (aquí podéis encontrar más de 400, ordenadas alfabéticamente, tanto en su original inglés como en su versión española) tienen la chispa poética que no encuentro en muchos temas actuales, insufriblemente anodinos.


A alguna de estas canciones -concretamente a Yesterday- le dediqué una entrada hace siete años. Es la que mejor me sé y la que más veces he tocado con piano o guitarra. Me atraen sus “apoyaturas” y su riqueza melódica. Pero podría detenerme en Eleanor Rigby y sus efluvios celtas. O en el ritmo cortante de Help. O en la ambigüedad de Hey, Jude. O, aunque parezca extraño, en la religiosidad fluida de Let It Be. The Beatles dan para casi todo. Supieron fundir la música clásica con el pop y el rock. No tuvieron inconveniente en salpimentar sus composiciones con melodías celtas e indias y experimentar sonoridades nuevas con ayuda de algunos artilugios que hoy, en pleno estallido digital, parecen antediluvianos, pero que entonces consiguieron efectos hipnóticos. ¡Hasta las portadas de sus discos rompieron con la iconografía convencional! 

Creo que hoy no se dan las condiciones para que surja un fenómeno semejante, rompedor en su septenio glorioso y duradero en el tiempo. Ha pasado más de medio siglo desde que se disolvió el grupo y todavía seguimos hablando de él y de su magnífica y prolífica obra. Algo especial tendrá que va más allá de la promoción publicitaria. 


Quizá he vuelto a ellos porque, tras varios días (o semanas) de mucha preocupación e incertidumbre, necesitaba el consuelo de una música amable, pero no insustancial. Como imagino que entre los lectores de este Rincón habrá muchos aficionados a The Beatles, os dejo con un par de vídeos que nos ayudan a conocerlos mejor y a saborear más sus composiciones. El primero es del venezolano -afincado en Miami- César Muñoz, cuyo canal de YouTube -La Cata Musical- os recomiendo si os gusta conocer los entresijos de muchas canciones famosas.


El segundo es de uno de mis youtubers favoritos, el español Jaime Altozano, al que ya me he referido en varias ocasiones en este blog. Explica, con su habitual capacidad didáctica y sentido del humor, algunos pormenores técnicos del estilo musical de The Beatles. Desmonta la opinión de quienes consideran que la música beatle es facilona, pegadiza y de escasa calidad. Os dejo tarea para el fin de semana. ¡Pasadlo bien!



viernes, 2 de junio de 2023

Jugando con la IA


Tarde o temprano tenía que compartir en este Rincón mis coqueteos con la Inteligencia Artificial (IA). Siento una mezcla de curiosidad, admiración y temor. No sé adónde llegaremos en los próximos años. Las ventajas son enormes; los inconvenientes preocupan. De hecho, los responsables de una herramienta como ChatGTP -quizá la más usada- piden una regulación urgente para evitar sus altos riesgos. Abundan los mensajes apocalípticos entre los mismos impulsores de este salto tecnológico. 

Hoy me voy a limitar a hacer un ejercicio sencillo. O, si se quiere, un juego o una diversión. Le he pedido a esta invisible amiga que me escriba, en primer lugar, un artículo de 700 palabras sobre la amistad. He aquí el resultado. [Os aseguro que no he modificado lo más mínimo el texto, ni siquiera una coma].


Título: La Importancia de la Amistad: Un Vínculo Invaluable

Introducción:

La amistad es uno de los tesoros más valiosos que podemos encontrar en nuestras vidas. A lo largo de la historia, los lazos de amistad han desempeñado un papel fundamental en el bienestar emocional y el desarrollo personal de las personas. Desde la infancia hasta la adultez, la amistad nos brinda compañía, apoyo, alegría y un sentido de pertenencia. En este artículo, exploraremos la importancia de la amistad y cómo influye positivamente en nuestras vidas.

Desarrollo:

1. Apoyo emocional: Uno de los aspectos más significativos de la amistad es el apoyo emocional que brinda. Los amigos están ahí para escuchar, comprender y ofrecer consuelo en momentos de dificultad. Compartir nuestras preocupaciones y alegrías con alguien que nos entiende sin juzgar es un alivio invaluable. La amistad nos permite expresar nuestras emociones de manera saludable y nos ayuda a superar los desafíos de la vida.

2. Compañía y diversión: La amistad nos proporciona compañía en momentos de soledad. Los amigos son aquellos con quienes podemos disfrutar de actividades compartidas, como ir al cine, viajar, practicar deportes o simplemente pasar tiempo juntos. La risa y la diversión compartida fortalecen los lazos de amistad y nos brindan momentos inolvidables.

3. Crecimiento personal: Los amigos desempeñan un papel fundamental en nuestro crecimiento personal. A través de la amistad, aprendemos de las experiencias y perspectivas de los demás, lo que nos ayuda a ampliar nuestra mente y adquirir nuevas habilidades. Los amigos también nos brindan retroalimentación constructiva, fomentando nuestro desarrollo personal y ayudándonos a alcanzar nuestro potencial máximo.

4. Apoyo en tiempos difíciles: En momentos de adversidad, la amistad se vuelve aún más importante. Los amigos están a nuestro lado cuando enfrentamos desafíos, ya sea una pérdida personal, problemas familiares o dificultades en el trabajo. Su apoyo incondicional y su disposición para tender una mano nos dan fuerza y nos ayudan a superar cualquier obstáculo.

5. Confianza y lealtad: La amistad se basa en la confianza y la lealtad mutua. Los amigos son personas en las que podemos confiar nuestros secretos, miedos e inseguridades, sabiendo que serán respetados y guardados con sinceridad. La lealtad de los amigos es un pilar fundamental en nuestras vidas, ya que nos brinda seguridad y nos permite establecer relaciones duraderas.

Conclusión:

La amistad es un lazo valioso que enriquece nuestras vidas de muchas formas. Nos brinda apoyo emocional, compañía, diversión y oportunidades de crecimiento personal. Los amigos son un refugio en tiempos difíciles y nos ayudan a convertir los momentos ordinarios en extraordinarios.


El resultado no está nada mal, aunque le falte una pizca de ingenio. Para completar el juego, le he pedido luego a la IA que me ofrezca una breve información sobre mi pueblo natal. He aquí su respuesta:

Vinuesa es un encantador pueblo situado en la provincia de Soria, en la comunidad autónoma de Castilla y León, en España. Se encuentra en la comarca de Pinares, rodeado de un hermoso entorno natural en las estribaciones de la Sierra de Urbión.

Con una población de alrededor de 800 habitantes, Vinuesa es conocido por su rica historia y su herencia cultural. El pueblo conserva un encanto tradicional con calles empedradas y casas de piedra, que reflejan la arquitectura típica de la zona.

Uno de los principales atractivos de Vinuesa es la Iglesia de Nuestra Señora del Pino, un impresionante edificio religioso construido en el siglo XVI. Destaca por su torre campanario y su interior decorado con elementos barrocos. Además, en el pueblo también se encuentran varias ermitas y capillas de interés histórico y artístico.

La belleza natural de Vinuesa es otro de sus grandes atractivos. El pueblo se encuentra cerca del embalse de la Cuerda del Pozo, un lugar ideal para disfrutar de actividades al aire libre como senderismo, pesca y deportes acuáticos. Los alrededores de Vinuesa están salpicados de frondosos bosques de pinos y robles, ofreciendo hermosos paisajes para explorar.

La gastronomía local también es destacable en Vinuesa. Los platos tradicionales de la zona incluyen delicias como la trucha de la ribera, las setas silvestres, la caldereta de cordero y los famosos torreznos, que son trozos de panceta frita muy crujientes.

Además, Vinuesa celebra varias festividades a lo largo del año, siendo las más destacadas la Semana Santa, la Romería de San Bartolomé [aquí la IA se equivoca porque no existe esta romería] y las fiestas patronales en honor a la Virgen del Pino, que se llevan a cabo en agosto.

En resumen, Vinuesa es un pueblo con encanto, que combina historia, naturaleza y tradiciones. Es un destino ideal para aquellos que buscan disfrutar de la tranquilidad de un entorno rural y explorar la belleza de la provincia de Soria.


¿Qué os parece el resultado?
¿Preferís el estilo de la IA (Inteligencia Artificial) o el que suelo usar desde mi pequeña IN (Inteligencia Natural)? Es interesante la comparación. Me temo que muchos estudiantes, profesores, periodistas y otros profesionales están dejando en manos de la máquina lo que antes hacían por sí mismos. Sin comentarios.

jueves, 1 de junio de 2023

La corrupción viaja en autobús


Con el primer día de junio comenzamos el verano meteorológico en el hemisferio norte. Para el astronómico tenemos que esperar tres semanas más. La temperatura va subiendo lentamente. Por las tardes tendremos algunas tormentas en los próximos días, lo cual está muy bien para mantener la humedad necesaria, aunque no aumenten mucho las reservas de agua en los embalses. 

En circunstancias normales, hoy se celebraría la memoria del mártir san Justino, famoso filósofo y teólogo cristiano del siglo II, pero este año, al ser el primer jueves después de Pentecostés, la Iglesia de España, Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela celebra la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. No estamos muy acostumbrados a contemplar a Jesús como sacerdote. El suyo es un sacerdocio original y único.

Yo estoy reajustando mis coordenadas después de celebrar ayer por la tarde el funeral de mi hermano de comunidad Manuel Jesús Arroba. Fueron 90 minutos sobrios, serenos y cargados de esperanza en medio del dolor producido por su pérdida. Nos acompañaron algunos obispos y sacerdotes y muchos familiares y amigos. Nosotros le entregamos la vida de nuestro hermano a Dios. De Él vino, en Él vivió y a Él regresa. Esto deja en nosotros una paz profunda: “En la vida y en la muerte somos del Señor” (Rm 14,8). Cuando esta convicción de fe se hace carne de nuestra carne, todo se vive de manera diferente.


Por la mañana volví por última vez al tanatorio de la M-30 para velar su cadáver y encontrarme con algunos de sus familiares que no había podido saludar el día anterior. De regreso a casa en el autobús 21 fui testigo de una conversación que, de no ser por su contenido tóxico, no habría pasado de ser una de tantas anécdotas que a menudo suceden en los transportes públicos. Describo brevemente el contexto. En una de las paradas de la avenida Donostiarra se sentó a mi lado un señor de unos 70 años, barba y cabello blancos, gorra de jugador de beisbol y zapatillas deportivas. El aspecto era decididamente hortera. Se bajó en una de las paradas del barrio de Chamberí. Durante los quince minutos que estuvo en el autobús no paró de hablar por teléfono con un tal Rafa. Dado el volumen con que lo hacía, todos los que estábamos cerca nos enteramos de una conversación (o, más bien, de un monólogo) que reproduzco con cierta libertad. No omito sus palabrotas, aunque tal vez a algún lector le parezcan innecesarias o incluso puedan molestarle.
“Joder, Rafa, buenos días, que te llevo llamando toda la mañana. Nada, que he encontrado un piso de 210 metros cuadrados. Está en una buena zona. Estoy negociando, a ver si me lo dejan en 290.000 euros… Tú puedes poner la pasta. Vamos a ver, Rafa, ¿no te da vergüenza de que el banco solo te dé 12.000 euros al año por los 600.000 euros que tienes depositados? Déjame a mí. Yo sé cómo hacer. No te olvides que Paco es un “ratón de juzgados”… Que sí, joder, que no tengas miedo, que yo sé de esto. Llevo haciendo el paripé toda mi vida. Déjame, Rafa, que tú eres un cagueta. Yo me llevo mi comisión. Ya nos las arreglaremos para que todo parezca legal. Mira, me bajo ahora en Chamberí, tomamos un café y hablamos con calma...
Joder, Rafa, que todo va a parecer legal. No tengas miedo, fíate de mí. Si no arriesgamos, no vamos a ninguna parte. Sí, yo me encargo de negociar. Tú, tranquilo, tú sueltas la pasta, que te vas a pudrir de rico sin disfrutar nada. El resto lo hago yo con algún amiguete que entiende de esto. No, no te preocupes, que nadie va a notar nada. Fíate de mí, Rafa, no seas cagón. Además, está siempre el “ratón de juzgados” en caso de que algo falle. A ese no lo trincan. Te dejo, que me tengo que bajar”.

Efectivamente se bajó ajustándose su gorra de mafioso venido a menos. Yo continué media docena de paradas más. Aunque mi mente seguía fija en el tanatorio, experimenté una súbita indignación. ¿Cuántos corruptos a pequeña, mediana y gran escala hay en nuestra sociedad? ¿Es posible no sentir vergüenza de una actitud así, a sabiendas de que medio autobús está oyendo la conversación? 

Si esto se produce con tantos testigos, ¿cuántas operaciones fraudulentas de mucha más envergadura se llevarán a cabo en el secreto de algunos despachos, viviendas particulares, empresas y oficinas públicas? Si la corrupción viaja en un simple autobús urbano, no quiero ni pensar qué grado alcanzará cuando viaja en jets privados o en coches de alta cilindrada. ¡Menos mal que, mientras unos cuantos miles se lucran con la ingenuidad ajena, muchos millones trabajan con honradez para mantener a flote este complejo mundo nuestro!

miércoles, 31 de mayo de 2023

Celebrar los dones de Dios


El mes de mayo termina con la fiesta de la Visitación de la Virgen María. El episodio se narra en el evangelio de Lucas (1,39-56). María se pone en camino desde Nazaret y se dirige a un lugar de la montaña de Judea donde vive su pariente Isabel con su marido, el sacerdote Zacarías. Los 130 kilómetros que separan Nazaret de Ain Karim (el lugar que la tradición ha fijado como domicilio del matrimonio) se suelen presentar como un itinerario de servicio y solidaridad. Se pone el acento en que la joven María, despreocupándose de su propio embarazo, emprende “con presteza” un viaje para echar una mano a su anciana pariente Isabel que también espera un hijo. 

Creo que esta interpretación “servicial” es una proyección de nuestra moderna sensibilidad por la ayuda a los demás, pero no acabo de encontrar apoyos suficientes en el texto. Isabel estaba casada con un sacerdote. Es de suponer que disponían de medios suficientes para atender a sus necesidades sin tener que echar mano de una pariente jovencita venida desde la lejana Nazaret. Por otra parte, María regresa a su casa tres meses después; es decir, en el tiempo en el que Isabel tendría que dar a luz. Resulta extraño que se se ausente precisamente cuando su presencia hubiera sido más necesaria para ayudar a su pariente con los cuidados del recién nacido. No, el viaje de María no es tanto un viaje de servicio cuanto un itinerario de fe y, sobre todo, una celebración de liberación, alegría y acción de gracias.


Lucas quiere poner de relieve que el encuentro de María e Isabel (y, de paso, de Jesús y Juan en el seno de sus respetivas madres) es un canto al poder liberador de Dios. Ha sido él quien ha convertido en fecunda a la anciana Isabel y ha fecundado con su Espíritu a la joven María. Por eso, Lucas coloca en sus labios un canto de alabanza que todos los días recitamos en el rezo de vísperas: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”. 

Lo importante es la obra de Dios. Lo que él ha hecho en las vidas de Isabel y de María y, en definitiva, en el pueblo de Israel (“Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”) merece ser cantado y festejado. Su obra es la fuente del verdadero gozo. Porque María ha creído en este Dios grande y salvador, Isabel le dirige una bienaventuranza que debería figurar también en la lista de las bienaventuranzas de Jesús: “Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.


Me pregunto si, a la luz de este hermoso relato, no deberíamos ajustar nuestras prioridades. Es importante que expresemos nuestra fe a través de un servicio desinteresado y oportuno, pero es más importante que aprendamos a celebrar con gratitud y alegría los dones que Dios nos da: la vida, la fe, la propia vocación. Solo quien toma conciencia de que todo lo que ha recibido puede servir sin buscar en ello compensación alguna, sin convertir el servicio en una prolongación del propio yo insatisfecho. No servimos por indignación o por mera filantropía, sino como una forma de compartir con quien lo necesita la alegría que recibimos de Dios. 

Sin Magnificat, el servicio se convierte en moneda de cambio y puede acabar agotándonos. Cuando cantamos -como María- las “obras grandes” que el Señor ha hecho en nosotros, el servicio prolonga la acción de gracias, es una forma de fe encarnada. Toda auténtica “visitación” está precedida por una “anunciación”. Me alegro de que precisamente en esta fiesta de la Madre, podamos celebrar la pascua de nuestro hermano Manuel Jesús (a quien yo siempre he llamado Manolo). Que la Virgen lo acompañe en su viaje definitivo a la casa del Padre para que allí pueda cantar eternamente las maravillas del Señor.

martes, 30 de mayo de 2023

Descansa en la paz de Cristo


Fuimos compañeros de comunidad en el Claretianum hace 40 años cuando ambos hacíamos nuestros estudios de especialización en Roma: él en Derecho Canónico en la Universidad Lateranense y yo en Teología Dogmática en la Gregoriana. Luego nuestros caminos misioneros siguieron trayectorias distintas. Hemos vuelto a ser compañeros de comunidad en Madrid en el último año y medio. 

Esta mañana ha fallecido en el hospital Gregorio Marañón, a la edad de 65 años, el claretiano Manuel Jesús Arroba Conde después de haber batallado contra el cáncer en los últimos meses. Estuve con él por última vez ayer por la tarde. Junto con algunos de sus familiares y amigos, le hicimos la recomendación del alma. Su situación crítica hacía temer un desenlace inmediato. Los médicos ya nos lo habían advertido con toda claridad. Se ha apagado a las 8,59 de esta mañana. El pasado domingo, solemnidad de Pentecostés, me había dicho con un hilo de voz: “Estamos [sic] terminando”, que a mí me sonó como un eco de las palabras de Jesús: “Todo está cumplido” (Jn 19,30). 

Es probable que muchos de los lectores de este Rincón no sepan quién fue Manuel Jesús Arroba Conde, pero quienes se mueven en el mundo del Derecho Canónico saben que fue una autoridad mundial en su campo. Pasó la mayor parte de su vida en Roma como profesor en la Universidad Lateranense, consultor de varios dicasterios del Vaticano, consultor de la Rota, decano del Instituto Juan Pablo II, y otros muchos encargos que combinaba con su tarea como juez, escritor de libros y artículos, conferenciante, pastoralista, etc. Pero, por encima de todo, era misionero, con una clara sensibilidad hacia la familia y una fuerte conciencia del sentido pastoral del Derecho, “teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia” (canon 1752). 


No es fácil escribir sobre alguien que tiene la misma edad que uno y que ya ha dado el paso definitivo. No quisiera hacer de la entrada de hoy ni una nota necrológica, ni un panegírico ni tampoco un relato acerca de mi relación fraterna con él. La muerte de un hermano es siempre una confrontación abierta con la realidad de la vida y su destino final. Todos morimos un poco. Durante los 77 días que ha estado hospitalizado, él, su familia, sus amigos y su comunidad hemos vivido una montaña rusa de sentimientos, aunque, tras las pruebas iniciales, sabíamos que humanamente había poco que hacer. Cuando él conoció el diagnóstico lo aceptó con una serenidad y una entereza que a todos nos sorprendieron. Es como si hiciera de nuevo la profesión perpetua: “Señor, si es tu voluntad, aquí me tienes”. ¿No es este un hermoso eco de la rendición de María -“Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38)- puesta en labios de un hijo de su Inmaculado Corazón?

Es verdad que en algunos momentos soñaba con recuperarse pronto y disfrutar de las vacaciones de verano con su familia, pero nunca perdió su confianza en el Señor y su completa entrega a su voluntad. Él, que venía del mundo del Derecho, que estaba acostumbrado a juzgar a otros, se abría al Juez definitivo sin temor, como “un niño en brazos de su madre” (Sal 130,2). Estaba muy agradecido al personal sanitario del hospital y a las muchas personas que han desfilado por su habitación o han orado por él durante el tiempo que ha estado internado. A medida que su cuerpo se desmoronaba, se hacía más evidente su consagración a Dios como hostia tomada, bendecida, partida y repartida.


Ha conservado una gran lucidez casi hasta el final. Incluso ha sido capaz de completar desde la cama algunas sentencias con ayuda de sus colaboradores. Es como si hubiera deseado dar el paso definitivo dejando todo arreglado. Si Dios quiere, celebraremos su funeral mañana por la tarde en el santuario del Inmaculado Corazón de María. Será como una prolongación del tiempo pascual apenas concluido. La resurrección de Cristo llega a todos los que creemos en él: “En la vida y en la muerte somos del Señor” (Rm 14,8). Tras la preocupación y el dolor experimentado en las semanas anteriores, confieso que ahora vivo su partida con una gran serenidad, convencido de que existe la “comunión de los santos” en el Señor, una profunda unidad entre los que aún peregrinamos por este mundo y quienes han atravesado la puerta de la vida eterna. 

Sé que es difícil justificar esta fe, sé que no forma parte de las convicciones de muchas personas, pero me fío más de las palabras de Jesús que de las estadísticas y de mis propios sentimientos. Él lo ha dicho con toda claridad: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Jn 11,25-26). Cada vez que muere una persona querida, Jesús nos pregunta lo mismo que a Marta: “¿Crees esto?”. Y nosotros, movidos por el Espíritu, podemos responder como ella: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo” (Jn 11,27). 

Hermano Manuel Jesús, descansa en la paz de Cristo. Tu nombre completo es tu mejor carta de identidad y el salvoconducto para tu destino definitivo: Dios está contigo (Manuel) y Dios te salva (Jesús). 

lunes, 29 de mayo de 2023

Vuelta al tiempo ordinario


Tras la intensa y jubilosa cincuentena pascual, volvemos hoy lunes al tiempo ordinario. Lo hacemos con la memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, instituida hace cinco años. Tras la fiesta de Pentecostés, es hermoso contemplar a María reunida en el cenáculo con la Iglesia naciente. En estos tiempos de tensiones eclesiales y de trabajoso camino hacia la sinodalidad, también María sigue aglutinándonos a todos para que nos dejemos guiar por el Espíritu y no por nuestros deseos. La Iglesia no va adelante sin que todos los “principios” (el petrino, el paulino, el joánico y, sobre todo, el mariano) se articulen armoniosamente. 

La Madre de la Iglesia pertenece a la casa del “discípulo amado”. Jesús la ha dejado a su comunidad como parte de su testamento. Sin María, la Iglesia no sabe bien quién es y cómo se encarna a Cristo en su misión evangelizadora. Por eso, es útil reanudar el tiempo ordinario celebrando la presencia de la Madre en la espiritualidad cotidiana, en la tarea de ir haciendo Iglesia sobre los cuatro pilares que señalan los Hechos de los Apóstoles: la escucha de la Palabra (kerygma), la comunión (koinonía), la liturgia (leitourgia) y la misión entendida como servicio (diakonía) y testimonio (martyría).


Los periódicos hablan también de la muerte de Antonio Gala (1930-2023), a la edad de 92 años. Como Francisco Umbral o Camilo José Cela, también Gala supo construir su propio personaje para celar el misterio de su persona. No entro a glosar su vida o a juzgar su obra. Me limito a evocar un texto suyo que me lleva acompañando desde hace décadas. Lo propuse hace algo más de dos años en una de las entradas de este blog. Para mí no tiene desperdicio. Quizá no sea recordado como El Manuscrito carmesí, La Pasión turca o Testamento andaluz. Pero contiene gotas de espiritualidad que pueden regar la aridez que hoy padecemos. 

Las palabras puestas en labios del antipapa Luna no han pasado de moda. Creo que incluso hoy suenan más verdaderas que hace tres décadas, cuando Gala las escribió para uno de los guiones de la serie Paisajes con figura. No me resisto a transcribir un párrafo: “Entre nosotros no ha habido tiempo para el amor. Teníamos demasiadas cosas que hacer, demasiados entuertos que enmendar, demasiadas tareas que cumplir. No el amor, el deber me ha conducido a Ti. Y ahora, a deshora, caigo en la cuenta de que perdí la vida, salvo que Tú le des, después de terminada, algún sentido”. El deber sin amor es solo un ejercicio de funcionariado cristiano, una espiritualidad burocrática y sin alma. 


Con todo, la gran noticia de hoy es el triunfo del Partido Popular en las elecciones de ayer y el fracaso de Ciudadanos, Unidas Podemos y el PSOE (llevado al precipicio por Pedro Sánchez). No voy a adentrarme en los vericuetos del análisis político. Los medios de comunicación social nos están ofreciendo opiniones de todos los colores. Por otra parte, cada vez que escribo sobre cuestiones políticas, el blog experimenta una caída significativa en el número de lectores. A mis amigos latinoamericanos les interés poco lo que sucede en esta parte del mundo. 

Más allá de los aciertos y errores de unos y de otros, hay algo que para mí resulta evidente. No se puede jugar con la confianza de los ciudadanos durante mucho tiempo. Engañar sistemáticamente a los electores y pensar que eso no va a tener consecuencias es uno de esos errores que solo cometen quienes están muy contentos de haberse conocido y no escuchan de verdad a las personas. 

Me duele que algunos líderes valiosos del PSOE hayan sido arrastrados por un tsunami del que no eran responsables. Creo que han pagado las consecuencias de la contradictoria política de su jefe de filas. Es solo el preludio de lo que previsiblemente sucederá en las elecciones generales que han sido adelantadas sorpresivamente al 23 de julio. Todavía nos queda el mecanismo de las elecciones libres para defendernos de quienes, ignorando a la sociedad, pretenden controlarlo todo.

domingo, 28 de mayo de 2023

Ya sí, todavía más


Los periódicos dedican hoy mucho espacio a recordarnos que en España se celebran las elecciones municipales y algunas autonómicas. Pero, para un cristiano, lo esencial es que hoy es la solemnidad de Pentecostés con la que se cierra la cincuentena pascual. Escribo la entrada de hoy antes de acercarme a mi colegio electoral, que está a cinco minutos de mi casa. Algunos partidos me enviaron hace días las papeletas por correo. Han estado encima de mi mesa como un recordatorio de la cita que tenemos hoy los más de 35 millones de electores. Puede haber dudas a la hora de elegir a qué partido votar, pero, en el caso de la vida cristiana, no hay duda posible: o vivimos según el Espíritu o vivimos según la “carne”. No hay término medio. 

Leyendo o escuchando las noticias que pretenden informarnos de lo que sucede en el mundo, uno tendería a pensar que la “carne” gana por goleada al Espíritu de Dios. Abundan las informaciones sobre guerras, asesinatos, violaciones, robos, tramas de corrupción, hambrunas, desastres naturales, amenazas nucleares, peligros de la Inteligencia Artificial, emergencia climática, etc. A juzgar por la realidad que los medios nos presentan, estamos todos los días al borde del precipicio. Lo raro es que todavía sigamos viviendo. Los seres humanos tenemos una incurable propensión a la desesperanza.


Vistas las cosas desde Dios, la realidad es muy diferente. En medio de esta Babel contemporánea, el Espíritu derramado en Pentecostés sigue activo. Por la fe sabemos que “todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu” (1 Cor 12,12-13). Donde el diablo siembra división (al fin y al cabo, eso es lo que significa la palabra griega dya-bolos), el Espíritu tiende puentes y crea una unidad, nos articula como miembros de un solo cuerpo sin anular la gran diversidad de los miembros. Creo profundamente en esta secreta actividad del Espíritu en las personas, en los grupos y comunidades, en el mundo entero. 

Mientras nosotros pretendemos construir una torre babélica para escalar el cielo y confiamos en los éxitos de nuestro progreso científico y técnico, mientras nosotros apostamos por la Inteligencia Artificial, el Espíritu de Dios hace nuevas todas las cosas, prosigue una creación nunca terminada, lleva a los seres humanos a su perfección mediante la unión con Dios. A menudo, no somos conscientes de este misterioso proceso que pasa, pero no coincide, con nuestras realizaciones. La fiesta de hoy nos ayuda a ponerlo en el primer plano. Desde esta convicción transmitida por la Palabra de Dios, podemos vivir el presente y el futuro sin la angustia de quien cree que todo depende de nuestro ingenio (en el caso de los más optimistas) o de nuestra maldad incorregible (en el caso de los pesimistas).


Pentecostés es también la fiesta de una Iglesia universal que no tiene miedo de la diversidad, que se arriesga a tomar decisiones audaces porque se sabe conducida por el Espíritu de Jesús. El exceso de prudencia y de miedo es siempre un producto de la “carne”. Donde hay Espíritu siempre hay libertad y santo atrevimiento. La Iglesia ha atravesado numerosas crisis a lo largo de la historia. En cada una de ellas muchos creían ver el final. Sin embargo, el Espíritu siempre es capaz de levantarla y empujarla hacia una nueva tierra prometida. Lo mismo sucede en la crisis actual. Estoy convencido de que en la fuerte desafección eclesial que hoy se vive en Europa se está gestando una nueva manera de ser cristianos y de ser Iglesia. 

Cada vez me encuentro con más jóvenes que se enamoran de Jesucristo y que superan el aire vergonzante o timorato de quienes no se atreven a proponer el Evangelio. Como sucedió en los comienzos de la evangelización, también hoy “se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse”. Hay cristianos que hablan muy bien la lengua de las redes sociales, del cine, de la ciencia, de la economía, de la política y del arte. El Espíritu sigue colocando “lenguas de fuego” sobre todos aquellos que reciben el sacramento de la Confirmación y que están llamados a ser testigos y mensajeros del Evangelio de Jesús. Pentecostés es la fiesta del “ya sí, todavía más”, de la esperanza con los pies en la tierra, de la Iglesia plural, de la evangelización creativa, de la alegría compartida, de una cultura que se preocupa por cultivar las muchas semillas de vida que el Espíritu ha plantado en el suelo del mundo.



sábado, 27 de mayo de 2023

Riega la tierra en sequía


El suelo está mojado. En las últimas horas llueve intermitentemente sobre Madrid. Hacía meses que añorábamos el agua. Cuando las gotas golpean la claraboya que corona la escalera de mi casa me parece estar escuchando música de ángeles. Me gusta también ver los alcorques de los árboles de mi calle cubiertos de agua. Nuestro inconsciente asocia el agua a la vida. Es verdad que en algunos lugares del levante y del sur esta inoportuna DANA está provocando inundaciones, pero esos desastres quedan minimizados ante su poder fecundante. 

Hoy, vísperas de Pentecostés, no puedo por menos que recordar que también el Espíritu Santo es agua fresca que riega la tierra en sequía y los corazones áridos. Pero no solo eso. Podemos evocar la célebre secuencia al Espíritu Santo que llevamos cantando a lo largo de esta última semana del tiempo pascual. En la hermosa versión litúrgica castellana fluye así:

Ven Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido.
Luz que penetras las almas,
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo.
Tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego.
Gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del alma
si tú le faltas por dentro.
Mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo.
Lava las manchas.
Infunde calor de vida en el hielo.
Doma el espíritu indómito.
Guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito.
Salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.


¿Hay forma más expresiva y bella de describir quién es el Espíritu Santo y qué hace en la vida de los seres humanos? Primero, la secuencia lo presenta como padre amoroso, como don, luz, consuelo, huésped del alma, descanso, tregua, brisa y gozo. Todas las palabras están cargadas de resonancias afectivas. Todas transmiten la idea de que donde está el Espíritu de Dios hay vida, amor y libertad. Luego la secuencia describe sus efectos transformadores en forma de súplica. El Espíritu riega lo árido, sana lo enfermo, lava lo sucio, calienta lo frío, doblega lo rígido y endereza lo torcido. Por eso, no podemos vivir como hombres y mujeres libres sin la fuerza del Espíritu Santo. 

Mañana, solemnidad de Pentecostés, tendremos oportunidad de celebrar este misterio. Podremos comprender un poco mejor cómo actúa el Espíritu en cada ser humano, en la Iglesia, en la humanidad, en el universo. Hoy sábado tomamos conciencia de la aridez que nos vuelve infecundos, de las enfermedades que nos roban la salud, de la suciedad que nos impide ser limpios de corazón, de la frialdad de nuestras relaciones, de la rigidez de nuestras convicciones y actitudes, de las curvas sinuosas de nuestras conductas. Quien no cae en la cuenta de su pobreza, no siente la necesidad de implorar al Espíritu. Cree que se basta a sí mismo. Se encierra en su autosuficiencia sin percibir que está cavando su propia tumba. Quizá sea este el gran engaño de la cultura contemporánea.


No es fácil vivir con serenidad, transparencia y alegría. El mundo es con frecuencia demasiado hostil. Todos tendemos a protegernos y defendernos. Vemos a los demás como potenciales enemigos o competidores. Sin la fuerza del Espíritu no tenemos la valentía de salir de nuestro caparazón. Nos parecemos a esos ricos que viven en urbanizaciones hiperprotegidas a las que solo unos pocos pueden acceder después de haber franqueado varios controles. Construyen altos muros, los cubren con concertinas metálicas, contratan a guardias de seguridad, instalan cámaras de vigilancia y viajan en coches con los cristales tintados. Su riqueza no es fuente de tranquilidad, sino de continua preocupación. Temen perder lo que tienen. Sienten que los pueden secuestrar o atracar si bajan la guardia. Necesitan asegurarlo todo a base de muchas medidas protectoras.

Quien tiene al Espíritu no necesita ninguna barrera de seguridad, ningún paraguas. Se deja mojar con generosidad. Quizá tiene pocas cosas materiales, pero ha recibido lo más importante: el don de Jesús que clama en nuestro interior “Abbá, Padre”. Por eso, puede vivir la existencia confiado, alegre y lleno de esperanza.

viernes, 26 de mayo de 2023

No hay libertad sin gratitud


Invitado por un amigo común, ayer estuve almorzando y conversando con Santos Blanco, el joven director de la película Libres, que, a pesar de ser un documental y exhibirse en pocos cines, está teniendo un gran éxito. Éramos cuatro en la mesa. Dos (mi amigo Fernando y yo) superamos los 60 años. Los otros dos (Santos y Santiago, un sacerdote argentino amigo suyo) no han llegado todavía a los 40. Nos separan más de dos décadas. Es de suponer que cada pareja tiene las señas de identidad de su respectiva generación y hasta sus preferencias culinarias. Los más jóvenes optaron por la carne. Los sesentones nos apuntamos al pescado. Es solo una forma gastronómica de marcar las diferencias. Lo sorprendente es que, además de que los cuatro disfrutamos de la variedad y calidad de la comida, entre nosotros (dos laicos y dos sacerdotes) hubo una gran sintonía con respecto a los pilares de la vida. 

Santos me confesó que desde hace muchos años se siente atraído por la frase de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). De hecho, ha estructurado su película en torno a estas tres palabras miliarias, escribiéndolas incluso en griego: hodòs, alétheia y zoé. Para que sepamos bien de dónde venimos nosotros, hijos de Grecia y de Roma, el subtítulo figura en latín: Duc in altum, que podríamos traducir como Rema mar adentro. No está mal como invitación arriesgada a no quedarnos encerrados en nuestra zona de seguridad y como apelación a las lenguas clásicas que han vertebrado la nuestra; es decir, nuestra manera de pensar y de hablar. 

Santos no pretendía contar los entresijos de la vida monástica. Buscaba testigos (hombres y mujeres, jóvenes y ancianos) que, desde la experiencia de un encuentro y desde la autenticidad de una vida esencial, pudiesen contarle al descreído hombre contemporáneo, pero también al buscador insaciable, que Jesús nos señala una dirección en nuestro laberinto personal y social; que nos devuelve a la verdad de las cosas en el imperio de la apariencia y de las fake news; que nos inyecta la vida de Dios en la cultura de las muchas muertes que dinamitan hoy la existencia humana.


Santos no tiene pose de director de cine, ni creo que la tenga nunca porque, a la altura de sus 38 años, me dio la impresión de que sabe distinguir entre la espuma y la cerveza, entre la fama efímera y los valores permanentes. Creo que sintonizamos desde el primer momento. Con una amabilidad que me dejó un poco desarmado, al acabar la comida y la sobremesa, me trajo a casa en el Mini de su mujer. Por el camino pudimos completar la conversación iniciada en el restaurante. Me habló de un documental que hizo hace algunos años en Benín y de su nuevo proyecto cinematográfico que promete ser original y sugestivo. Descendiente de militares y marinos, parece genéticamente adiestrado para navegar en el mar proceloso de nuestra sociedad actual. No lo veo ni timorato ni combativo sin causa. No quiere convencer a nadie, pero sí aspira a irradiar lo que para él constituye el secreto de todo: Jesús, camino, verdad y vida.

Es muy consciente de que el objetivo del cine no es adoctrinar, ni siquiera instruir. Hay otros medios para eso. El cine entretiene, sugiere, provoca, despeja horizontes, suscita preguntas, crea emociones. Por eso, para hacer buen cine no es suficiente tener acceso a buenas historias. Hay que saber contarlas con los códigos específicos del séptimo arte. Creo que lo ha logrado con la película Libres y espero que lo consiga con las siguientes. Santos pertenece a un grupo de creadores que han crecido desde niños en sociedades abiertas en las que hay que aprender a decir las cosas sin ceder a la moda del momento y sin pretender sustituir un dogmatismo cultural por otro. 

Solo la verdad nos hace libres. La frase de Jesús es replicada por uno de los monjes de la película y es también el cantus firmus que la recorre desde los primeros fotogramas junto al mar hasta la vela que se apaga al final. Y no hay libertad sin gratitud. Amor con amor se paga. La continua acción de gracias (eucaristía) es el mejor modo de comprender y saborear la libertad. Todo nos ha sido dado, incluso la posibilidad de rechazar a Dios. Lo recuerda al final de la película un monje anciano (creo que camaldulense en el Yermo de Nuestra Señora de Herrera, en la provincia de Burgos) con su peculiar acento italiano.


Solo una hora después de que Santos me dejara en mi casa, me encaminé hacia el cercano cine Renoir para ver de nuevo la película en compañía de Carlos, un amigo mío periodista, que además es vecino. Tenía ganas de saborearla a fondo y, sobre todo, deseaba escuchar el eco crítico de alguien avezado en estos territorios del arte. Procuramos no hacer muchos comentarios durante la proyección, aunque no pudimos evitar algunos discretos. 

A mí me sorprendió ver que Carlos cada cierto tiempo encendía su móvil. Imaginé que estaba leyendo varios mensajes urgentes que le entraban en su cuenta de periodista. Me equivoqué. Lo que Carlos hacía era teclear a toda prisa algunas de las frases de la película que más le impresionaban. Lo supe cuando caminábamos por la calle Martín de los Heros de regreso a casa y él sacó en varias ocasiones el móvil para leer sus apuntes y, de esta manera, poner carne en nuestra conversación. 

Me hizo un par de comentarios críticos acerca de algunos planos que le parecieron innecesarios o un poco artificiosos, pero -como ha escrito esta misma mañana en su cuenta de Twitter- Libres “es una película que habla de vida en un sentido pleno, cargada de amor, felicidad y muchísima paz. Una experiencia emocionante”. También él se sintió inundado por la paz que la película transmite y por la forma natural, profunda y hermosa con que se abordan las cuestiones centrales de la vida sin pretensiones académicas y sin exceso de explicaciones, dejando que fluya el arroyo de la experiencia personal. 


¿No estaremos necesitando “zonas verdes” -como sugiere una de las monjas ancianas- en medio del gris compacto de nuestra autosuficiencia contemporánea? Donde nosotros ponemos ruido, los monjes disfrutan del silencio; donde nosotros ponemos aceleración y frenesí, los monjes reivindican la tranquilidad antes de que el movimiento slow la haya puesto de moda; donde nosotros nos sentimos estresados por la acumulación de ocupaciones, ellos articulan una vida armoniosa en torno a la oración y el trabajo (ora et labora); donde nosotros nos dejamos seducir por el consumismo imparable, los monjes disfrutan con la sobriedad (viven con pocas cosas y estas cosas las necesitan poco); donde nosotros nos volvemos ecologistas de salón, ellos viven desde hace siglos en armonía con la naturaleza que los rodea; donde nosotros nos las damos de exigentes y reivindicativos, ellos exudan gratitud por los cuatro costados; donde nosotros vivimos 
“como si Dios no existiera (etsi Deus non daretur), ellos hacen de Dios su tesoro y la fuente de su libertad y alegría. 

Naturalmente, todos estos ingredientes pasan por el crisol del misterio pascual. Nada es hermoso sin la purificación de la cruz. Las potentes y sugestivas imágenes de personas, abadías y paisajes no camuflan la verdad de una vida sacrificada y expuesta a pruebas, crisis y tentaciones como todas. La vida es bella, pero es también dura. Lo afirma sin titubeos uno de los religiosos. La alegría es fruto de una tristeza superada; el amor es un egoísmo vencido; la paz es una turbación aquietada; la vida, en fin, es una muerte derrotada. Los monjes son combatientes, no hippies ociosos o parásitos sociales, aunque una de las monjas utiliza esta última expresión para subrayar la inutilidad de la vida monástica en la sociedad productivista en la que hoy vivimos. 


¿Se comprende ahora por qué muchos de nosotros vamos por la vida con el corazón encogido y el ceño fruncido mientras ellos viven alegres y serenos? La clave la recuerda el carmelita holandés de barba poblada y voz profunda que habla a la cámara desde el monasterio carmelitano de las Batuecas: “Jesús nos dijo que nos amáramos unos a otros como él nos ha amado, pero nadie le hace caso”. Más claro, agua. 

Gracias, Santos, por tu obra y por tu amigable conversación. Gracias, Fernando, por haber propiciado el encuentro a través de la política de los manteles. No hay nada mejor que una buena comida para recrear la amistad. ¡No creo que nuestra vivaz conversación fuera la causa del torrente de agua que inundó el restaurante minutos después de nuestra partida! Gracias, Santiago, por tu presencia discreta y atenta. Y gracias, Carlos, por haberme ayudado a ver la película con otros ojos. Seguimos caminando.




jueves, 25 de mayo de 2023

Hacer un libro


Ayer visité la imprenta con la que suele trabajar nuestra editorial. Creo que es la primera vez que visito detalladamente una empresa de este tipo, acompañado por su propietario y director. La imprenta se llama Estugraf. Está en un polígono industrial del sur de Madrid. Una veintena de operarios se afanan por que todo el proceso funcione a la perfección. Algunos libros se siguen imprimiendo a offset, pero cada vez gana más terreno la impresión digital. Pude seguir todas las etapas del proceso desde que llega el PDF con el original del libro hasta que es empaquetado para su distribución. 

Acompañado por el jefe, fui recorriendo todas las secciones del inmenso taller, incluidas las oficinas y el archivo donde se almacenan los libros impresos. Es sorprendente la calidad y velocidad con la que se imprimen las planchas de papel, se cortan, se doblan, se cosen, se encuadernan, se guillotinan y se embalan. Todo el proceso está mecanizado. Los expertos calculan el gramaje del papel, su textura y color y otros pormenores que hacen de cada libro una pequeña obra de arte. Y todo de acuerdo a la demanda (hoy ya no es necesario hacer grandes tiradas que luego no se sabe dónde almacenar) y en un tiempo récord.


Es verdad que hoy disponemos de innumerables obras en formato digital que podemos leer desde nuestro E-reader, desde el ordenador o la tablet, o desde el mismo teléfono móvil. Esto nos permite tener siempre a mano nuestros libros favoritos sin cargar físicamente con ellos. Nos permite igualmente hacer búsquedas, copiar párrafos y otras operaciones que agilizan la composición de textos. Reconozco que yo utilizo con mucha frecuencia los formatos digitales de obras como la Biblia, el Código de Derecho Canónico, los documentos del magisterio de la Iglesia u otras fuentes. 

Pero este uso digital no es comparable al placer que supone coger un libro en las manos, contemplar su portada, adivinar el contenido a partir del título, abrirlo con delicadeza, acariciar el papel, ponderar el tipo de letra y la separación interlineal, admirar la reproducción de las fotos o grabados, olerlo… y, sobre todo, sentarse cómodamente y comenzar a leer con un campo visual amplio, sin estar sometido a la tiranía de la pantalla. Por todas estas razones, no creo que los formatos digitales desplacen a corto y medio plazo a los libros impresos. Convivirán pacíficamente durante mucho tiempo porque responden a necesidades diferentes.


Ayer comprobé que un impresor es también un artista. Es verdad que el principal responsable de un libro es la persona que lo escribe, pero el manuscrito original no sería casi nada si no se encarnase en un cuerpo tangible, equilibrado y bello. Aquí es donde cobra protagonismo el impresor y todo su equipo. Hoy se cuida mucho la edición de libros. La moderna tecnología permite hacer maravillas. Continuamente están apareciendo nuevas máquinas que dejan obsoletas a las anteriores. 

Yo siempre había creído que hoy se escribe mucho y se lee poco, pero ayer, en diálogo con las personas que se mueven en este mundo de los libros, escuché opiniones contrarias. Según ellos, cada vez se lee más. Acepto el parecer de los entendidos, pero sigo teniendo mis dudas. No me parece que las nuevas generaciones de niños y adolescentes, pegados todo el día a las pantallas de los móviles, sean ávidos lectores. Quizás estoy equivocado. El tiempo lo irá diciendo. 

Para mí, aprendiz de editor, fue un placer conocer de cerca el lugar donde los archivos digitales que nosotros elaboramos en la editorial se transforman en libros que llegan a las manos de muchos lectores. Para que cada uno sea un verdadero regalo, es preciso que todas las fases de proceso de producción estén bien articuladas. Autores, editores, diseñadores, correctores, impresores, distribuidores y libreros estamos al servicio de una obra que puede afectar mucho a la vida de las personas. Hay libros que divierten, entretienen, instruyen, consuelan, despiertan, provocan, acompañan… ¿No es este un servicio público digno de respeto? Es verdad que también hay libros que aburren, envenenan, enredan o dañan, pero siempre podemos prescindir de ellos para buscar refugio en los que proporcionan vitaminas espirituales. Las imprentas y librerías son como farmacias para el alma; o sea, servicios esenciales, por usar la expresión oficial que se puso de moda durante la pandemia.


miércoles, 24 de mayo de 2023

Fidelidades excesivas


El próximo domingo se celebrarán en España las elecciones municipales y en algunas comunidades también las autonómicas. Las encuestas van dibujando el posible escenario final, pero, a la postre, seremos nosotros quienes decidamos. Los electores somos muy libres de votar al partido que más nos convenza o, por lo menos, al que consideremos menos dañino, digan lo que digan los sondeos de opinión y más allá de la propaganda de los mismos partidos. 

Al tratarse de listas cerradas, se vota en bloque. Eso hace que, salvo en las poblaciones pequeñas donde todos se conocen, se vote más pensando en los partidos que en las personas que forman parte de esa lista, la mayoría de las cuales son perfectamente desconocidas. Y aquí viene la primera y perturbadora sorpresa. Según revelan algunas encuestas que he leído estos días, la mayoría de los electores vota siempre al mismo partido, independientemente de cuál haya sido su trayectoria y su nivel de actuación en las legislaturas precedentes. O sea, que, si uno ha votado al PSOE en elecciones anteriores, lo normal es que siga haciéndolo en estas. Y si uno ha votado al PP, al PNV, a ERC o a Unidas Podemos, lo más probable es que vaya a hacer lo mismo en esta ocasión. No es que seamos tontos o irresponsables, sino que hay ciertas fidelidades que son más decisivas que cualquier argumento. 

Hoy podemos abandonar la religión que profesamos desde niños, podemos cambiar de empresa, de coche, de vivienda, de compañía telefónica o de seguros y hasta de pareja sentimental. No se hunde el mundo. De lo que casi nunca cambiamos es de equipo de fútbol y de partido político. Es como si el espacio que antes ocupaba la religión, ahora lo ocupasen dos ídolos modernos que exigen fidelidad hasta la muerte: el deporte y la política. En estos dos campos, es casi inútil un ejercicio de discernimiento racional, un desapego crítico. Las vísceras toman la iniciativa y acaban imponiéndose.


Los partidos lo saben. Han comprobado que funcionamos, sobre todo, desde la emotividad. Por eso, no se preocupan demasiado de la coherencia de su discurso, sino del impacto emocional en los futuros votantes, de los golpes de efecto, de la apelación a los sentimientos más primarios. Y también del desarme y la ridiculización del adversario. Da casi igual que los políticos sean honrados o corruptos, competentes o incompetentes, equilibrados o sectarios. Al final, uno acaba votando a “los nuestros” en contra de “los otros”. ¿Cómo voy a votar al PP o a Vox si provengo de una familia de izquierdas? ¿Cómo voy a votar al PSOE, a Unidas Podemos o a Sumar si los míos siempre han sido de derechas? 

Naturalmente, siempre hay una franja de “indecisos”, curioso nombre reservado por las empresas demoscópicas para quienes no profesan fidelidades exageradas. O sea, que si uno no vota siempre al mismo partido porque se siente defraudado por él o porque le atrae más la propuesta de otro, es un indeciso. Pero esto no es siempre verdad. En muchos casos se trata de un votante que sopesa los argumentos (y, sobre todo, las realizaciones) de unos y de otros y toma una decisión libre sin dejarse llevar por fidelidades excesivas que no solemos aplicar a casi ninguna otra dimensión de la vida. 

Mientras la política esté dominada por los partidos, habrá un número muy alto de ciudadanos (sobre todo, entre los jóvenes) que se sientan excluidos y hasta timados. Meter cada cuatro años una papeleta en una urna no asegura que estemos viviendo una verdadera cultura democrática, de participación y corresponsabilidad, por más que enfáticamente se hable de  “fiesta de la democracia”. Por lo general, una vez que les hemos otorgado nuestro voto, los partidos se sienten autorizados a seguir su estrategia sin escuchar más a los ciudadanos. En campaña, todo son consultas, buenas palabras y promesas. Luego, salvo honrosas excepciones, si te he visto no me acuerdo, aunque, por extraño que parezca,  parece estar demostrado que los políticos cumplen la mayoría de sus promesas.  El sistema, desde luego, no favorece la participación permanente de los ciudadanos, sino la omnipotencia de los partidos. 


Se dice con frecuencia que “todo es política”. Aunque la frase es muy seductora y comprendo lo que con ella se quiere indicar, cada vez me inclino más a decir lo contrario; o sea, que, gracias a Dios, no todo es política. La construcción del bien común se hace de muchas maneras, no solo a través de los partidos políticos y de lo que normalmente se entiende por política en la lengua corriente. Los profesores que enseñan en los colegios y universidades, los trabajadores en sus empresas, los comunicadores, el personal sanitario… todos contribuimos a hacer más habitable la convivencia sin tener necesariamente que pasarlo todo por el filtro legislativo y ejecutivo. En otras palabras, la sociedad es más amplia, rica y plural que el aparato del estado. Me alegro de que sea así. 

Temo el advenimiento de sociedades hiperreguladas en las que, so capa de garantizar los derechos de todos, se controle hasta el más mínimo movimiento y se nos tutele como si fuéramos niños pequeños. Pero esto nos llevaría por otros derroteros. Hoy me limito a invitarme a mí mismo y a invitar a los lectores de este Rincón a practicar una sana autocrítica, a no dejarnos llevar por fidelidades excesivas, a no votar por mera rutina y a escoger a quien en cada momento nos parezca que puede gestionar mejor la cosa pública. 

A un político le pido, sobre todo, que sea un buen gestor de la confianza que los ciudadanos le otorgan para manejar los asuntos públicos y administrar los dineros que se recaudan. Para otros aspectos esenciales de la vida, ya hay muchas ofertas (religiosas, filosóficas, científicas, económicas, artísticas, etc.) que no pasan (ni deben pasar, a mi juicio) por el embudo de la política. No hipertrofiemos las cosas. A cada uno lo suyo.