domingo, 24 de diciembre de 2023

Preparar la casa


Ayer fue un día de retiro en mi comunidad. Por la tarde, antes de la oración de vísperas, tuvimos una hora de conversación fraterna. Esta vez no se trataba de hablar sobre asuntos organizativos. Dedicamos el tiempo a compartir algunos recuerdos de nuestras Navidades infantiles. A primera vista, este ejercicio puede parecer una regresión insana, pero la dinámica partía de una convicción fruto de la experiencia: solo los niños y quienes se hacen pequeños saben asombrarse ante el misterio de la Navidad. Antes habíamos meditado juntos con ayuda de un librito del teólogo Karl Rahner titulado El significado de la Navidad

Fue hermoso compartir historias que permanecen en nuestra memoria como clave para entender muchas cosas de la vida: el significado de la familia que se reúne para orar y celebrar, la belleza de la liturgia, la sencillez de algunos ritos populares, la solidaridad con los más pobres, la atmósfera de acogida y alegría, los deseos de apuntar hacia lo alto y el sobrecogimiento ante el hecho real, no solo figurativo, de que un Dios se hace niño. Me pareció una excelente y sencilla preparación para este IV Domingo de Adviento en el que la primera lectura nos invita a preparar una casa para Dios y el Evangelio nos dice que esa “casa” es el vientre de María.


Este año la cuarta semana de Adviento queda reducida a unas pocas horas porque esta misma tarde comenzaremos ya la Navidad con la misa de la vigilia y las primeras vísperas. Aquí en España está muy arraigada la Nochebuena, que incluye dos ritos: uno popular (la cena familiar) y otro litúrgico (la misa de medianoche o la misa del gallo). En muchos lugares no es posible celebrar ya el segundo por falta de sacerdotes o por otras razones prácticas. El primero, la cena familiar, es universal. Podríamos despachar el asunto con los tópicos de siempre. Se podría argüir que hemos cedido al consumismo, que todo es más aparente que real, que las familias no están tan unidas como parece, que abunda el “cuñadismo” insoportable, que hay personas que pasan la noche solas, etc. Pero, por encima de todo, el hecho de cenar juntos, y de hacerlo con belleza y alegría, es un verdadero sacramental que nos ayuda a preparar la “casa” en la que nace Dios.

Hay familias y comunidades que cuidan mucho la ritualidad de la cena de Nochebuena. Se distribuyen los roles. Unos preparan y decoran la mesa; otros se encargan de cocinar y servir; unos pocos recogen y friegan todo al final. A menudo se empieza con la lectura de un pasaje evangélico, con una bendición especial y con un canto navideño. En esta parte los niños adquieren protagonismo. Cada familia y cada comunidad van creando tradiciones. Aunque haya muchos elementos comunes, en cada lugar se configuran de manera única. Esta noche compartiré la cena de Nochebuena con mi comunidad y la comunidad vecina. Seremos en total veinte personas. El número es alto en comparación con las familias nucleares, pero se queda pequeño si lo comparo con las reuniones patriarcales que se solían tener cuando yo era niño.


La cena de Nochebuena no solo es una preparación para la cena eucarística de la Misa del Gallo, sino también una experiencia de encuentro con Dios en la aceptación incondicional del don que cada miembro es para los demás. Cuando aceptamos y celebramos nuestras diferencias, cuando multiplicamos los gestos de acogida, cuando renunciamos a nuestras manías y ponemos el acento en hacer felices a los demás, entonces, aunque no caigamos en la cuenta, estamos preparando la “casa” en la que Dios se hace presente en medio de nosotros. Adoptamos un perfil mariano. 

Durante el tiempo de Adviento, hemos meditado en varias ocasiones en que el Reino de Dios se parece a un gran banquete con manjares deliciosos y vinos exquisitos al que son invitados todos los seres humanos. ¿No puede ser la cena de Nochebuena una anticipación diminutiva de ese banquete mesiánico? Algunas familias y comunidades son más audaces y abren esta noche su mesa a algunas personas solitarias. Su cena es mucho más profética. Sea como fuere, demos sentido y belleza a los ritos (el popular y, si es posible, el litúrgico) con los que empezamos la Navidad.




2 comentarios:

  1. Como madre de familia numerosa, en estos momentos, me ayuda el que nos digas que “… cuando ponemos el acento en hacer felices a los demás, entonces, aunque no caigamos en la cuenta, estamos preparando la “casa” en la que Dios se hace presente en medio de nosotros. Adoptamos un perfil mariano.”
    Gracias Gonzalo… Unidos en oración preparando, a nivel interior, “la casa en la que va a nacer Jesús”…
    Esta noche, en la distancia, nos decimos ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

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  2. Me ha gustado la reflexión: "Cuando aceptamos y celebramos nuestras diferencias, cuando multiplicamos los gestos de acogida, cuando renunciamos a nuestras manías y ponemos el acento en hacer felices a los demás, estamos preparando la “casa” en la que Dios se hace presente en medio de nosotros".
    Gracias Gonzalo por el mensaje

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