miércoles, 31 de marzo de 2021

Nos vemos hoy en Zoom

Hay muchos lectores de este Rincón dispersos por el mundo, sobre todo por Europa y América. Antes de la pandemia, organizamos algunos retiros presenciales en el Centro Fragua de Los Negrales, Madrid. Participaron varias personas de España. Como ahora es imposible encontrarnos físicamente debido a las medidas anti-COVID, de vez en cuando nos encontramos virtualmente a través de la plataforma Zoom. Esto permite ampliar el círculo de amigos. Las distancias físicas ya no son un impedimento. 

Hoy, a las 6 de la tarde (hora de la Europa central), tendremos un nuevo encuentro, cuyo objetivo es prepararnos juntos para celebrar el Triduo Pascual. Lo he titulado “Sus heridas nos han curado”. Me parece que todos necesitamos descubrir que Dios se hace presente en nuestra fragilidad porque él mismo ha experimentado en su carne la fragilidad humana hasta el fondo. 

Es probable que algunos lectores de este blog que nunca han participado en encuentros anteriores se sientan un poco cohibidos porque no saben bien de qué se trata y qué tiene uno que hacer. En realidad, basta disponer de un ordenador (o cualquier otro dispositivo electrónico con cámara y micrófono) y de una conexión a Internet. Se pincha en el enlace que figura en el recuadro que hay al final de la entrada de hoy y ya está. No es necesario exhibir ninguna credencial más que el respeto y el deseo de compartir con otras personas la búsqueda espiritual. Uno puede limitarse a escuchar con tranquilidad. Si en algún momento desea preguntar algo o compartir alguna experiencia, puede también hacerlo. A nadie se le obliga a nada. Basta una presencia amigable que nos ayude a tomar conciencia de que somos muchos quienes estamos en camino.

Uno de los “efectos colaterales” de la pandemia es que nos ha obligado a imaginar nuevas formas de comunicación. Es verdad que a veces nos “autoexplotamos demasiado” como denuncia el filósofo surcoreano Byung-Chul Han y que el abuso de las videoconferencias nos agota. Pero también es verdad que de este modo podemos entrar en contacto con más personas de todo el mundo y compartir experiencias. Sin la ayuda de estas modernas tecnologías de la comunicación, sería sencillamente imposible. 

Durante estos días de la Semana Santa se están multiplicando por todas partes los encuentros digitales, la transmisión en streaming de celebraciones, etc. Es una manera de transformar el “distanciamiento social” impuesto por la pandemia en “acercamiento digital” alentado por la fe. Y, sobre todo, es una forma de comunicación menos vertical. En la pantalla de Zoom, aunque uno haga de anfitrión, todos formamos una comunidad de iguales. Podemos aprender mucho escuchando lo que otros tienen que contarnos. La fe se hace narrativa. Compartimos lo que vamos descubriendo por el camino de la vida. Es como si todos nos tomáramos en serio la pregunta que Jesús dirige a los discípulos de Emaús: “¿Qué conversación lleváis por el camino?”.

¿De qué vamos a hablar esta tarde? De algo central en la fe cristiana. Es un hecho histórico único. Pero es también una dinámica de vida. En el Credo confesamos que Jesús murió (Viernes Santo), fue sepultado (Sábado Santo) y resucitó (Domingo de Pascua). Lo que parece una mera secuencia cronológica ilumina lo que nos sucede a todos en la vida cotidiana. Cuando decidimos vivir desde el amor y no desde el propio interés, experimentamos la muerte a nosotros mismos y, en cierto sentido, la sepultura de nuestra imagen pública. Quienes aman se entierran en vida. La gran novedad es que esa semilla enterrada acaba produciendo vida. Muerte, sepultura y vida son palabras mayores. La última razón no es nunca el Viernes Santo, sino el Domingo de Pascua. Solo animados por esta esperanza podemos hacer frente a las pruebas de la vida sin venirnos abajo. Por eso, es tan importante el Triduo Pascual, porque es un “complejo vitamínico” que nos ayuda a vivir de una manera nueva unidos al Cristo que sigue muriendo, siendo sepultado y resucitando. 

La obertura de este Triduo es la tarde del Jueves Santo (que, en el modo judío de contar los días, es ya el comienzo del Viernes). Como en una ópera, en ella resuenan ya todos los temas que se celebrarán en los tres días siguientes. El centro de la vida cristiana es el amor. Jesús muere por amor. Este amor se expresa y se nutre en la Eucaristía. Como decimos en la misa, “cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos la muerte del Señor hasta que vuelva”. Mientras, nos comprometemos a hacer del servicio nuestro estilo de vida. Si el Maestro nos lava los pies, también nosotros debemos hacer lo mismo. Algunos (los ministros ordenados) son los servidores de la comunidad que prolongan en el tiempo la presencia de Jesús. Caridad-Eucaristía-Sacerdocio es la tríada que resume la esencia del Jueves Santo, la víspera de la gran Pascua. 

¿No es hermoso que este tesoro no pierda ni un ápice de su verdad y belleza por más años y siglos que pasen? El Triduo Pascual, más allá de sus expresiones artísticas que tanto gustan a muchas personas, debería ser declarado “patrimonio de la humanidad” porque nos ofrece todo lo que los seres humanos necesitamos para vivir a fondo y con sentido nuestra vocación. 

Sobre todo esto hablaremos esta tarde, así que estás invitado. Puedes compartir también esta invitación con algunos de tus amigos y conocidos. Creo que no te vas a arrepentir.


TE ESPERAMOS EN EL

ENCUENTRO ZOOM DE SEMANA SANTA

DE LOS LECTORES DE 

EL RINCÓN DE GUNDISALVUS


Tema: SUS HERIDAS NOS HAN CURADO (Preparación para el Triduo Pascual)

Fecha: Hoy, miércoles, 31 de marzo a las 18:00 (hora de Roma y de Madrid)

Para unirte al Encuentro Zoom 

basta con que pinches aquí o copies el enlace en tu navegador:

https://us02web.zoom.us/j/81059112438?pwd=bmc4MU83RG5xd0kvR1VkNkVMOU1HUT09


No olvides que cuando en Roma y Madrid son las 18:00 (6 de la tarde):

  • En Ciudad de MéxicoGuatemala y Costa Rica son las 10 de la mañana.
  • En Chicago (USA), Panamá y Colombia son las 11 de la mañana.
  • En Puerto Rico y República Dominicana son las 12 del mediodía.
  • En Chile, Argentina y São Paulo (Brasil) son 1 de la tarde.
  • En Portugal, Reino Unido y las Islas Canarias son las 5 de la tarde.
  • En San Petersburgo y Murmansk (Rusia) son las 7 de la tarde. 


 

martes, 30 de marzo de 2021

Sin tiempo para el amor

Estatua del Papa Luna en Peñíscola, España
Hay textos antiguos que se me han grabado en el alma y que acuden a mí una y otra vez. Uno de ellos, citado muchas veces de memoria, pertenece a una vieja serie de televisión llamada “Paisaje con figuras”. Estaba dirigida por el cineasta Mario Camus con guion del escritor Antonio Gala. La serie se emitió en España a finales de los años 70 y durante algunos años de los 80. Cada capítulo duraba en torno a media hora. A pesar de que han pasado ya más de 40 años, no olvido el capítulo dedicado al polémico Papa Luna (Benedicto XIII). 

¿Quién fue, en realidad, Benedicto XIII? Su nombre de pila era Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor. Nació en Illueca (Zaragoza) el 25 de noviembre de 1328. Fue más conocido con el sobrenombre de “Papa Luna” a partir de su apellido. De ahí el título del capítulo televisivo. Durante el cisma que dividió a la Iglesia en el siglo XIV, él se inclinó por la obediencia a la sede de Aviñón (Francia). Fue creado cardenal en diciembre de 1375. A la muerte de Clemente VII, en 1394, Pedro de Luna fue elegido pontífice casi por unanimidad (20 votos de 21). Adoptó el nombre de Benedicto XIII. Al comprobar que no era un papa manejable a su antojo, Francia le retiró su apoyo político y financiero y lo presionó para que renunciara, a lo que el antipapa se negó rotundamente alegando el daño irreparable que se produciría en la Iglesia.​ De su tozudez aragonesa a la hora de reivindicar su condición de Papa (Benedicto XIII) viene la expresión castellana “mantenerse en sus trece”.

Castillo de Peñíscola, España
Después de un ataque francés a su palacio papal en Aviñón en 1403, Benedicto XIII huyó de la ciudad, buscando refugio junto al rey Luis II de Nápoles. Entonces, varios reinos le fueron retirando su apoyo. Su papado era reconocido solo por los reinos de Castilla, Aragón, Sicilia (vinculada dinásticamente a la Corona de Aragón) y Escocia. Aunque en un momento dado hubo tres papas simultáneamente (Juan XXIII, Gregorio XII y él), Benedicto XIII siempre adujo que su papado era el único válido puesto que él era el único papa que había sido elegido cardenal antes de que se produjese el Cisma de Occidente y, por tanto, el único realmente legítimo. 

Tras el triunfo de las tesis conciliaristas, Benedicto XIII fue condenado en el concilio de Constanza de 1415 como hereje y antipapa, y depuesto junto con el antipapa Juan XXIII. El Concilio designó a Martín V como pontífice único. El antipapa gozó aún de la protección de Alfonso V de Aragón por cuestiones políticas, pero sin real influencia en el resto de Europa. Murió el 23 de mayo de 1423, a la provecta edad de 94 años, en el Castillo de Peñíscola, antigua fortaleza de la Orden del Templo adonde había trasladado la sede papal. Precisamente ahí es donde se sitúa el comienzo del capítulo que le dedica la serie televisiva “Paisaje con figuras”.

Imaginemos al viejo papa postrado por tierra ante el inmenso crucifijo de la capilla del castillo de Peñíscola. Las palabras que Antonio Gala pone en sus labios casi nos hacen temblar. Me he tomado la molestia de transcribirlas casi en su integridad, aunque pueda resultar un texto demasiado largo. Vale la pena leerlas de principio a fin. 

 

Oración del Papa Luna

“Tanto he luchado que poco a poco he ido olvidándome por qué. Mis pies son ya ligeros, solo para llevarme hacia la eternidad. Y Tú estarás allí. Tienes que estar allí porque de aquí te has alejado. Voy a morir sin el consuelo del viejo Simeón. Voy a morir sin verte y sin sentirte.

Toda mi vida fue una agitación. Luché tanto en tu nombre que apenas pude conversar contigo. Hablé tanto de Ti como vicario tuyo, que no me quedó tiempo de reposar en silencio a tu lado. Quisiera hacerlo ahora porque Tú existes, aunque yo no te sienta. Deja reposar eternamente en Ti a un corazón que hiciste para Ti y que en tu nombre tanto se ha cansado.

Como a una espiga has ido desnudándolo, grano a grano, raspa a raspa. Ahora solo queda la caña seca para echarse al fuego. In Te Domine speravi, non confundar in aeternum. Como la nieve fuiste siempre para mí: blanco y frío. Yo he cumplido tu voluntad, blanca y fría, hasta el fin. Aquí me tienes, Todopoderoso. Mándame de una vez. Para mí has sido el Dios del Antiguo Testamento, ordenador y bélico, cuya voz puede poner el orden boca abajo.

Entre nosotros no ha habido tiempo para el amor. Teníamos demasiadas cosas que hacer, demasiados entuertos que enmendar, demasiadas tareas que cumplir. No el amor, el deber me ha conducido a Ti. Y ahora, a deshora, caigo en la cuenta de que perdí la vida, salvo que Tú le des, después de terminada, algún sentido. Dáselo, Dios.

Tengo miedo de la eternidad.  Soy viejo, tengo miedo de Ti y estoy temblando porque acaso mi voluntad se enredó como una yedra al poderoso tronco de la tuya, porque acaso mi voluntad forzó la tuya. No, no, no. Me hiciste Papa. Debía morir Papa. Yo era el verdadero pastor. Tenía que reunir el rebaño disgregado. Lo intenté, lo intenté. Haz que en la eternidad no sea confundido y que descanse en paz”.

 

El papa Francisco besa el Crucifijo de san Marcelo (27 de marzo de 2020)
Algunos lectores se preguntarán por qué traigo a colación este impresionante texto en un día como el Martes Santo. Lo traigo porque me parece que nos ayuda a entender mejor el drama de Judas (que vende a Jesús) y el de Pedro (que lo niega). Ambos son protagonistas en el Evangelio de hoy. Sus acciones (vender y negar) son las nuestras, como lo fueron también del papa Luna. Con él, podríamos decir: “Luché tanto en tu nombre que apenas pude conversar contigo. Hablé tanto de Ti como vicario tuyo, que no me quedó tiempo de reposar en silencio a tu lado”. ¿No es este el drama de algunos de nosotros, sobre todo de quienes desarrollamos muchas tareas de evangelización, pero no siempre encontramos tiempo para conversar con Dios? Pedro y Judas se sentían lugartenientes (vicarios) de Jesús, pero tardaron en comprender que él los llamaba para que fueran sus amigos. Quizás Judas no tuvo ni siquiera tiempo de darse cuenta de esta irreductible vocación. ¿Nos pasará a nosotros lo mismo? ¿Perderemos la vida en los suburbios de la fe sin atrevernos a entrar en el centro?

La otra frase de la oración del papa Luna que me deja sin aliento es esta: “Entre nosotros no ha habido tiempo para el amor. Teníamos demasiadas cosas que hacer, demasiados entuertos que enmendar, demasiadas tareas que cumplir. No el amor, el deber me ha conducido a Ti. Y ahora, a deshora, caigo en la cuenta de que perdí la vida, salvo que Tú le des, después de terminada, algún sentido”. Esta confesión es escalofriante. Quizá también nosotros tengamos que reconocer que muchas veces hemos vivido una religión del deber y no tanto del amor. Nos hemos dejado dominar por el “debes hacer esto”, “debes ser esto”, cuando a lo que Jesús nos invita es solo a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. No se trata de hacer muchas cosas, ni siquiera en nombre de Jesús, sino de amarlo a él y en él a todos. 

La Semana Santa es una oportunidad de oro para volvernos a la religión del amor, para contemplar a Jesús que muere y resucita por amor, para contemplar a María que permanece junto a la cruz de su hijo por amor, para contemplar a las mujeres que van al sepulcro de mañana por amor. El único deber que tenemos es amar. Todo cambia. A Judas y a Pedro les costó entender al Maestro. Por eso, lo vendieron o lo negaron. Como nosotros.

Quien lo desee, puede ver el capítulo dedicado al papa Luna en el siguiente vídeo. Si se desea más calidad se puede pinchar aquí. La oración que he citado en la entrada de hoy dura algo más de tres minutos. Discurre aproximadamente entre el minuto 3:15' y el minuto 6:30'. 


TE ESPERAMOS EN EL

ENCUENTRO ZOOM DE SEMANA SANTA

DE LOS LECTORES DE EL RINCÓN DE GUNDISALVUS

Tema: SUS HERIDAS NOS HAN CURADO (Preparación para el Triduo Pascual)

Fecha: Miércoles, 31 de marzo a las 18:00 (hora de Roma y de Madrid)

Para unirte a la reunión Zoom basta con que pinches aquí:

https://us02web.zoom.us/j/81059112438?pwd=bmc4MU83RG5xd0kvR1VkNkVMOU1HUT09

 

lunes, 29 de marzo de 2021

La fe se transmite en dialecto

El Lunes Santo se abre con un encuentro entre amigos. Me gusta cómo distribuye los roles el evangelio de Juan: “Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera”. Los tres hermanos de Betania (Marta, Lázaro y María) son amigos de Jesús. A Marta se la ve afanosa; a Lázaro, cercano y atento. María, la contemplativa, se encarga de la unción con la que anticipa la muerte y sepultura del Maestro. El resultado de las tres acciones conjuntas (servir, escuchar y ungir) es que “la casa se llenó de la fragancia del perfume”. En realidad, estos tres hermanos anticipan tres funciones de toda comunidad cristiana: la diakonía (servicio), la didascalía (formación) y la leitourgia (liturgia); las tres en el marco de la koinonía (comunión) simbolizada por la amistad que une a los tres hermanos con Jesús. Cuando las cuatro dimensiones se articulan bien, la casa de la Iglesia se llena del perfume de la fe, del amor y de la esperanza. Necesitamos comunidades que huelan bien para que puedan resultar acogedoras. 

¿Es todo perfecto en la casa de Betania? No. Judas se encarga de poner una nota discordante para alterar la escena: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. El contenido va completamente en línea con la predicación de Jesús. Cualquiera de nosotros lo hubiera suscrito. Suena a Evangelio en estado puro. La motivación, sin embargo, tiene otra música. De hecho, el autor del cuarto evangelio se encarga de añadir: “Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando”. No podemos usar a los pobres como arma arrojadiza. Es obsceno. Y mucho menos oponer el amor a los pobres y el amor a Jesús: “A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis”.

La tensión que se crea en el marco de una cena de amistad es un ejemplo de las muchas tensiones y contradicciones con las que tenemos que vivir hoy la fe en nuestras familias, parroquias y comunidades. Judas pone palabras a las trampas que nos ponemos unos a otros para no entregarnos por completo a Jesús. Las más peligrosas no son las excusas burdas, sino las que se presentan con apariencia de bien (sub angelo lucis, como le gustaba decir a Ignacio de Loyola). Los cristianos somos expertos en buscarle siempre tres pies al gato con tal de no vivir a fondo las consecuencias de la fe. 

Marco Pozza con el papa Francisco

¿Cómo explicar quién es Jesús a quien sabe poco de él? ¿Cómo decir algo significativo a mis amigos que son cristianos ambientales, pero que no sienten que Jesús determine el curso de sus vidas porque reconocen no haber tenido ninguna experiencia de encuentro con él? ¿Cómo decir con palabras llanas que hay un Jesús de María de Betania y un Jesús de Judas Iscariote? Es probable que ambos lo admiren, pero es seguro que no lo quieren del mismo modo. Judas ve en él a un líder capaz de movilizar las masas contra el poder opresor romano. Se siente contento de ser de los suyos. María ve en Jesús a un amigo cuyas palabras le llegan al corazón. Yo me quedo con el Jesús de María. El de Judas me parece un personaje ideológico. No estoy ya para estos juegos. 

Me gustaría contar estas cosas en el blog de manera directa y comprensible, pero enseguida me sale el profesor y el cura que llevo dentro. Cito textos, introduzco razonamientos y domestico las palabras. No lo puedo evitar. Admiro a quienes saben contar estas cosas “en dialecto”, es decir como habla la gente de la calle. Hay un cura italiano, don Marco Pozza, que posee esta cualidad en grado sobresaliente. Tiene poco más de 40 años. Trabaja como capellán en la cárcel de máxima seguridad Due Palazzi de Padua. Escribe libros, hace programas de televisión y tiene un gancho especial con los jóvenes. No lo conozco personalmente, pero en los vídeos que he visto aparece como un tipo delgado, nervioso, hiperactivo y parlanchín. El año 2020 (el año de la pandemia) hizo una serie de varios programas sobre el Credo para la TV2000 que pertenece a la Conferencia Episcopal Italiana. Parece que fue él quien le sugirió al papa Francisco la idea de hacer ese momento especial de oración que tuvo lugar en la tarde del 27 de marzo del año pasado en la plaza de san Pedro. ¿Qué significa creer hoy? ¿Cómo se puede explicar durante una hora en qué creemos los cristianos?

Marco Pozza en la cárcel "Due Palazzi" de Padua

Vestido con pantalones vaqueros y zapatillas deportivas, a lomos de una bicicleta, se pone a dialogar con todo tipo de personajes: desde el papa Francisco (conviene prestar atención al encuentro entre ambos), hasta un filósofo no creyente, una ex Miss Italia, el cura que le entusiasmó de niño, su hermano Sergio y otros muchos. Quiere contar la fe (o la no fe) con el lenguaje de la gente, en dialecto. En uno de los programas cuenta una anécdota que revela la fuerza de este enfoque. Cuando el pequeño Marco tenía solo cinco años, echó una mano a su abuela para montar el nacimiento tres semanas antes de la Navidad. Al día siguiente por la mañana comprobó que el niño Jesús no estaba en su cuna tal como lo habían dejado la tarde anterior. Enfadado, decidió no ir a la escuela y pedir explicaciones a su abuela. Esta, serena, le dijo que había retirado la figurita de Jesús y que no volvería a colocarla hasta que no llegara el día de Navidad. Cuando el pequeño Marco le preguntó por qué, la abuela se limitó a responder en el dialecto local: “Porque a Dios le gusta hacerse desear”. 

Marco confiesa que la sencilla explicación de su abuela se le clavó en el corazón más que todas las reflexiones que encontró sobre el “deseo de Dios” durante sus estudios filosóficos y teológicos. Desear a Dios es el comienzo de toda aventura de fe. ¿Cómo pudo una abuela de pueblo decir tanto con tan pocas y precisas palabras? Necesitamos este tipo de personas, catequistas de la vida cotidiana, expertos en unir la fe y las experiencias humanas más elementales. Estoy convencido de que muchos abuelos todavía siguen siéndolo, aunque tengo mis dudas respecto de los abuelos de mi edad, que son representantes de una generación muy secularizada que ya no sabe hablar este dialecto de la fe sencilla, profunda y personalizada. 

Os dejo con el primer programa de la serie de don Marco. Dura en torno a una hora. Está en italiano, pero estoy seguro de que muchos lectores del Rincón pueden captar lo esencial; por lo menos, el entusiasmo de un cura que no se contenta con que las cosas sigan como están, sino que se echa a la calle con su bicicleta para llegar a la gente y escuchar sus relatos. Aspira a que no solo admiremos a Jesús (como lo hacía Judas), sino que lo queramos (como hacían, María, Marta y Lázaro de Betania). 

Si alguien tiene interés en ver el resto de los vídeos, puede pinchar aquí. Quizá la Semana Santa es una buena oportunidad para profundizar en las razones y contenidos esenciales de nuestra fe. Mis amigos italianos disfrutarán con los paisajes y gentes de este hermoso país. 


TE ESPERAMOS EN EL

ENCUENTRO ZOOM DE SEMANA SANTA

DE LOS LECTORES DE EL RINCÓN DE GUNDISALVUS

Tema: SUS HERIDAS NOS HAN CURADO (Preparación para el Triduo Pascual).

Fecha: Miércoles, 31 de marzo a las 18:00 (hora de Roma y de Madrid).

Para unirte a la reunión Zoom basta que pinches aquí:

https://us02web.zoom.us/j/81059112438?pwd=bmc4MU83RG5xd0kvR1VkNkVMOU1HUT09

 

domingo, 28 de marzo de 2021

En tu cruz sigues hoy Jesús

La puerta de entrada a la Semana Santa es el Domingo de Ramos. En Europa lo hemos comenzado este año con una hora menos, puesto que a las 2 de la mañana los relojes se han adelantado a las 3. No sé si esta coincidencia tendrá algún significado simbólico. Quizá es más significativa la “hora del planeta”, el mayor movimiento mundial contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. A esta iniciativa planetaria se unió ayer por la noche mi comunidad, así que de 20,30 a 21,30 apagamos las luces, desconectamos los ordenadores y otros dispositivos electrónicos y regresamos a las velas. No es una mala manera de acercarnos al misterio de la oscuridad-luz que celebraremos en los próximos días.

El Evangelio de este domingo del ciclo B es el relato de la Pasión según san Marcos. Como es bien sabido, los cuatro evangelistas dedican un gran espacio a la pasión y muerte de Jesús. Cuentan los mismos hechos, pero los narran desde perspectivas diversas y con diferentes objetivos. Cada evangelista selecciona o destaca aquello que puede resultar significativo para las comunidades a las que dirige su evangelio. Basándome en el comentario de hoy de Fernando Armellini, quiero destacar algunos acentos de la narración de Marcos que pueden ayudarnos a comprender mejor su profundidad y actualidad. 

1) El evangelista nos muestra a un Jesús manso y desarmado, que se entrega en manos de sus enemigos sin reaccionar. Subraya este hecho para sostener la fe de los cristianos de sus comunidades, duramente probados por las persecuciones. Si el Padre no ha librado a su Hijo de las injusticias, las traiciones y los sufrimientos, los discípulos tampoco se verán libres de tener que afrontar en su vida la falsedad, la hipocresía, el disimulo y la violencia. Como se anuncia en las Escrituras (cf. Sal 37,14; 71,11), la suerte del justo pasa a menudo por ser víctima de los malvados. Es algo que estamos experimentando todos los días y que a menudo nos enoja: ¿por qué los corruptos, mentirosos y violentos medran mientras la gente de bien parece quedar siempre orillada?

2) Marcos subraya más que ningún otro evangelista la soledad de Cristo durante la Pasión. En los otros evangelios, siempre encontramos a alguien que está junto Jesús como una presencia amiga: un ángel en Getsemaní (cf. Lc 22,43), un discípulo o la mujer de Pilatos durante el proceso (cf. Jn 18,15; Mt 27,19), una gran muchedumbre o un grupo de mujeres en el camino hacia el Calvario (cf. Lc 23, 27-31); la madre, el discípulo predilecto, el buen ladrón (cf. Jn 19,25; Lc 23,40). En el evangelio de Marcos no hay nadie: Jesús es traicionado por la multitud que prefiere a Barrabás; es insultado, golpeado y humillado por los soldados; es ultrajado por los transeúntes y por los jefes del pueblo presentes en el momento de la crucifixión. Solo al final, después de haber narrado su muerte, Marcos hace esta acotación: “Estaban allí, mirando a distancia, unas mujeres” (Mc 15,40-41).


3) El momento culminante de todo el relato de la Pasión de Jesús según Marcos es la profesión de fe del centurión al pie de la cruz: “El centurión que estaba enfrente, al ver cómo expiró, dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios»” (Mc 15,39). Desde el principio del evangelio de Marcos, la muchedumbre y los discípulos se preguntan quién es Jesús (cf. Mc 1,27; 4,41; 6,2-3.14-15). Nadie, sin embargo, llega a intuir su verdadera identidad. Cuando alguno lo proclama Mesías, inmediatamente Jesús interviene para imponer silencio (cf. Mc 1,44; 3,12). El secreto se mantiene hasta el final porque solo después de su muerte y resurrección será posible comprender quién es Él de verdad. Lo que más sorprende es que el descubrimiento y la proclamación de Jesús como “Hijo de Dios” no ha venido de uno de los apóstoles o discípulos, sino de un pagano. Marcos pone en boca de un soldado extranjero la fórmula desconcertante que los primeros cristianos empleaban para proclamar su fe en Cristo.

4) Solo Marcos, refiriendo la oración de Jesús al Padre, destaca el apelativo arameo que ha usado: “Abbá, Padre” (Mc 15,36). Abbá corresponde a uno de tantos términos que, también entre nosotros, usan los niños para dirigirse a su progenitor. Decían los rabinos: “Cuando un niño comienza a saborear el trigo, (es decir, cuando ha sido destetado), aprende a decir «abbá» (padre) e «immá» (mamá)”. Los adultos evitaban esta expresión infantil, pero la volvían a usar cuando el padre envejecía, cuando se convertía en un abuelito y tenía necesidad de asistencia y de mayor afecto. Abbá expresaba confianza y ternura. En los evangelios este término aparece solamente aquí. Jesús lo emplea en el momento más dramático de su vida, cuando, después de haber pedido al Padre que lo librara de aquella prueba tan difícil, se abandona confiadamente en sus manos. Es la invitación a no dudar nunca jamás de amor de Dios, aun en las situaciones aparentemente más absurdas. Él es siempre el Abbá.

Creo que estos cuatro acentos pueden ayudarnos a meditar el relato de Marcos que será leído hoy en todas las iglesias del mundo. Por muy acostumbrados que estemos desde niños a contemplar a Jesús en la cruz, es bueno recordar una vez más que la cruz era el instrumento más cruel y horrible de los suplicios. Era la pena capital que los romanos reservaban a los bandidos, a los esclavos rebeldes, a los marginados de la sociedad y a los culpables de delitos execrables. Cicerón, el orador y escritor romano que vivió en el siglo I a.C., habla de la cruz como de “un castigo cuyo mismo nombre deber ser alejado no solo de la persona de los ciudadanos romanos, sino de sus pensamientos, de sus ojos, de sus oídos”. 

Después de esto, ¿todavía nos atrevemos a profesarnos seguidores de un crucificado? ¡Se trata de una verdadera locura! O de una vergüenza que va contra el sentido común y que no tiene parangón en ninguna otra tradición religiosa. Pablo, escribiendo a los corintios, lo expresó con claridad: “Los judíos piden milagros, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros anunciamos un Cristo Crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos” (1 Cor 1,22-23). Este “escándalo” y esta “locura” es lo que vamos a celebrar en los próximos días. No hay sufrimiento causado por la pandemia o por cualquier otra causa que quede fuera del espacio cubierto por la cruz de Jesús. Por eso, mirándolo a Él, afrontamos de otra manera las pruebas de la vida.


sábado, 27 de marzo de 2021

A las puertas del Misterio

Se cumple un año exacto desde que millones de personas estuvimos pegadas a la pantalla del televisor, del ordenador, de la tableta o del teléfono móvil viendo el Momento Extraordinario de Oración en tiempos de pandemia que tuvo lugar en la desierta plaza de san Pedro de Roma. Nos impresionó ver al papa Francisco caminando solo por los adoquines mojados de la plaza. Su soledad era en ese momento la soledad del mundo. Su súplica ante el Cristo Crucificado traído desde la cercana iglesia de san Marcelo era también nuestra súplica. Su esperanza en que Jesús estaba con nosotros en medio de la tormenta ha sido también la nuestra. Sin ella, nos hubiera resultado muy difícil sobrellevar el sufrimiento de este último año.

Desde entonces han sucedido muchas cosas, pero el denominador común ha sido siempre la pandemia y sus efectos. En este contexto de cambios inesperados producidos por el virus, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han cree que el exceso de teletrabajo y Zoom nos está llevando a autoexplotarnos demasiado. El resultado es un cansancio crónico y, en muchos casos, formas diversas de depresión. Pasamos demasiadas horas delante de una pantalla. Nos cuesta separar el tiempo de trabajo (negocio) del tiempo de descanso (ocio) porque todo trascurre en el espacio reducido de nuestra casa, que se transforma de este modo en hogar, oficina, taller y sala de reuniones. Cuando hacemos videollamadas nos miramos demasiado el rostro, en una especie de selfi continuado. La pantalla se convierte en un espejo continuo que refleja nuestras imperfecciones no siempre aceptadas. Echamos de menos los rituales de grupo. Tenemos comunicación sin comunidad. A veces sería preferible algo más de comunidad y un poco menos de comunicación. Nos sobran dispositivos electrónicos y nos faltan abrazos, sonrisas, bailes y conversaciones cara a cara. Muchos se han contagiado con el virus, pero la mayoría estamos contagiados de soledad, cansancio y tristeza. ¿Será está la verdadera pandemia?

Como contraste al aislamiento generalizado en que vivimos, leo en un periódico italiano una noticia que me ha llamado mucho la atención. Es una bocanada de creatividad y aire fresco. 22 chicos y chicas de Varese, una ciudad lombarda casi en la frontera con Suiza, han elegido irse a vivir juntos al “oratorio” (palabra que en italiano se aplica a los centros juveniles de las parroquias) para evitar el aislamiento social impuesto por las restricciones anti-COVID. Todos tienen entre 16 y 18 años. Conviven desde el pasado 7 de marzo en el oratorio del barrio de Biumo Inferiore. Allí comen juntos, siguen las clases online, estudian, hablan, hacen deporte, se divierten, limpian la casa y hasta rezan. Saldrán de su encierro voluntario mañana, coincidiendo con el Domingo de Ramos. La idea se le ocurrió a uno de ellos llamado Leonardo. Se inspiró en el modelo adoptado por los jugadores de baloncesto estadounidense de la NBA. Todos se hicieron una PCR antes de entrar en la “burbuja” del centro para poder compartir una normalidad cotidiana que fuera les estaba vetada. 

Aunque llevaban pensándolo desde septiembre, no ha sido fácil poner la idea en práctica. Han tenido que estudiar a fondo las normas vigentes y solicitar todas las autorizaciones necesarias. Los acompaña un sacerdote de 35 años, responsable de la pastoral juvenil. Gabriele Colombo (así se llama el cura) comparte la experiencia de la burbuja con los chicos y chicas. El mismo dice que se trata de “una bonita experiencia para todos, basada no solo en la camaradería, sino en la fraternidad, es decir, en la capacidad de cuidarnos unos a otros y de cuidar los entornos comunes”. La ética del cuidado mutuo se impone a la ética del sálvese quien pueda. Reconozco que me ha encantado la idea. Probablemente muchos de ellos estarían ya cansados de permanecer cerrados en sus casas. Echarían de menos encontrarse con sus amigos y crecer juntos. Está visto que las situaciones excepcionales requieren también soluciones excepcionales.

Estamos a las puertas de la Semana Santa. Esta misma tarde un amigo mío será el pregonero mayor de la Semana Santa de su pueblo. Es posible que se emocione compartiendo con sus paisanos las experiencias que ha vivido como cofrade desde que era niño. Otras muchas personas desempolvarán recuerdos y emociones en los próximos días. Aunque en ningún sitio se podrán tener todos los actos tradicionales de estas fechas, podríamos decir que la verdadera procesión va por dentro. No será necesario salir a las calles para acompañar al Cristo que sigue siendo detenido, condenado y ajusticiado. La realidad que estamos viviendo es en sí misma carne de Semana Santa. 

Nos hubiera venido muy bien echarnos a las calles y celebrar esos “rituales de grupo” a los que se refería en su artículo el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, pero un año más no será posible. Tendremos que convertir en ritual de grupo el aislamiento en espera de que lleguen tiempos mejores. Tendremos que hacer nuestra la súplica del salmo 87: “Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar. Todo el día te estoy invocando, Señor, tendiendo las manos hacia ti”. Es duro reconocer que, hasta cierto punto, el virus nos ha hecho repugnantes (o, por lo menos, temidos) para los demás y que, como consecuencia, estamos más alejados que nunca de nuestros conocidos. Es lógico que en estas circunstancias los ojos se nos nublen de pesar y que tendamos nuestras manos hacia Dios esperando su consuelo. ¡Ojalá en estos próximos días de Semana Santa podamos iluminar todo esto desde la luz que mana de la cruz de Cristo!

viernes, 26 de marzo de 2021

Es un don, no una posesión

Hoy es Viernes de Dolores. En realidad, casi todo el 2020 fue un “año de dolores”. Recuerdo la angustia que nos atenazaba el alma el año pasado por estas fechas. Hoy seguimos teniendo en Italia altas cifras de contagios y de fallecidos (ayer se diagnosticaron 23.696 nuevos casos y se registraron 460 muertos), pero parece que hemos aprendido a “convivir” curioso verbo utilizado por epidemiólogos y políticos con el virus de la discordia. La lección es clara. En la vida no siempre podemos derrotar a nuestros enemigos; muy a menudo tenemos que aprender a “convivir” con ellos en una especie de guerra de baja intensidad. 

Es verdad que estamos depositando muchas esperanzas en las vacunas, pero eso no significará el fin de la amenaza a corto plazo. Por otra parte, en Europa llevamos un ritmo de vacunación más lento del programado. Será difícil lograr la famosa inmunidad de rebaño prevista para el mes de septiembre. Algunos de mis compañeros, en un alarde de buen humor, comienzan a hablar ya de “Vacuna-Matata” jugando con la expresión “Hakuna-Matata”, que en suajili (lengua materna de algún miembro de mi comunidad) significa “no hay problema”.

Mientras vamos acostumbrándonos a “convivir” con el virus, leo con emoción los veinte folios que un compañero mío ha escrito después de haber pasado dos semanas en la clínica Jiménez Díaz de Madrid infectado de COVID 19. Después de narrar con sensibilidad de miniaturista los días trascurridos en la clínica, empieza su reflexión sapiencial con estas palabras:

“La presencia de este virus aplasta, anula el cuerpo entero. No puedes hacer nada, todo se vuelve inútil. El coronavirus está dejando una estela de dolor y muerte por todos los rincones de este mundo. No tiene fronteras. No hay exclusiones. Te asalta cuando menos esperas.

El virus se adueña de uno mismo. Somos dominados por algo invisible que está poniendo al mundo entero de rodillas. Se pierde el control de uno mismo. Tienes que aprender a dejarte curar, a ser pasivo, a aceptar lo que está sucediendo sin pataleos y protestas inútiles. La vida no es posesión, es don y el don hay que cuidarlo y dejar que otros lo cuiden.

Somos seres indefensos, frágiles, en construcción, inacabados. Sin embargo, ten-demos a alzarnos por encima de nosotros mismos, jugando a ser héroes, conquistadores, pequeños dioses empeñados en dominar a los demás y a la realidad, que miden a los otros desde lo alto de nuestras situaciones, desde torres de orgullo, envidias, vanidades y celos”.

Hay un par de frases que me han llamado la atención y que constituyen una pista clara para vivir la espiritualidad este tiempo: “Tienes que aprender a dejarte curar, a ser pasivo, a aceptar lo que está sucediendo sin pataleos y protestas inútiles. La vida no es posesión, es don y el don hay que cuidarlo y dejar que otros lo cuiden”. Pasar de una concepción de la vida en la que creemos llevar las riendas de todo a otra en la que “nos dejamos llevar” no es nada fácil. Jesús le dijo a Pedro: “En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras” (Jn 21,18). 

Ese “otro” está siendo ahora el virus. Nos está llevando adonde no queremos ir, pero quizá es el momento de caer en la cuenta de que la vida no es posesión sino don que hay que cuidar y dejar que otros cuiden. Cada vez que decimos eso de “mi cuerpo es mío y hago con él lo que me da la gana” o “soy el dueño de mi vida y, por tanto, puedo ponerle fin cuando me parezca oportuno” estamos haciéndonos dueños y señores de algo que hemos recibido no en propiedad, sino como un don que debemos administrar con prudencia. No, no somos los dueños de la realidad (ni siquiera de la nuestra), sino sus custodios y administradores. Aprender esta lección en este tiempo de pandemia significa volver del revés el estilo de vida que ahora llevamos. No será nada fácil porque no se trata de un cambio cosmético, sino de una verdadera conversión. Y, la verdad, parece que no estamos preparados para muchas conversiones, ni siquiera en tiempo de Cuaresma. 


miércoles, 24 de marzo de 2021

Palabra, verdad y libertad

Han pasado 41 años desde la muerte de san Oscar Arnulfo Romero (1917-1980), el arzobispo de San Salvador asesinado mientras celebraba la Eucaristía en la pequeña capilla del hospital de cáncer La Divina Providencia que he tenido la gracia de visitar en dos ocasiones. Su asesinato sigue sin ser investigado a fondo. Es como si hubiera miedo a conocer la verdad. Precisamente en el Evangelio de hoy leemos una frase de Jesús que tiene que ver con la verdad: “Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,31). El fruto de la verdad es la libertad; su raíz, la palabra de Jesús. Percibo en esta tríada (palabra - verdad - libertad) mucha luz para discernir los difíciles momentos que estamos viviendo. 

Basta echar un vistazo a las publicaciones que abordan cuestiones religiosas o eclesiales para comprobar que las aguas bajan revueltas. Varias personas e instituciones se han rebelado contra el responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre las bendiciones de las uniones de personas del mismo sexo. Hay también movida en relación con las vacunas contra el coronavirus. El Sínodo de la Iglesia alemana está haciendo propuestas que chocan con las orientaciones de Roma. Muchos cristianos cuestionan el apoyo de los creyentes a la famosa Agenda 2030  de la ONU porque contiene propuestas, avaladas por grandes corporaciones y grupos de presión, que van claramente contra los principios cristianos. Hay muchas personas que ven en el pontificado de Francisco una primavera eclesial, una apertura a una Iglesia propia del siglo XXI y otras que consideran que estamos en plena desintegración y a las puertas de un cisma. Tensiones parecidas a estas han existido siempre. Basta repasar la compleja historia de la Iglesia y algunas de sus rupturas más sangrantes. La gran novedad es que hoy, con la ayuda de los poderosos medios de comunicación social, casi todas saltan al primer plano, se difunden velozmente y acaban desorientando a muchas personas.

¿Cómo no ser víctimas de esta ceremonia de la confusión? ¿Se puede poner al mismo nivel el discernimiento hecho por el Concilio Vaticano II, por ejemplo, con lo dicho por un grupo de personas o una institución más o menos famosa? ¿Vale lo mismo la palabra autorizada del Papa, en cuanto sucesor de Pedro, que la opinión del editorialista de un periódico? ¿Es más verdadero lo que más ruido produce? Tengo la impresión de que hoy podemos sentirnos muy “esclavizados” por la opinión pública y con poca capacidad para un discernimiento sereno. Jesús nos da una primera pista: no puede haber auténtica libertad sin verdad. Por lo tanto, cualquier propuesta (de izquierdas o de derechas) que no se base en la verdad sino en los propios intereses será siempre una fuente de esclavitud intelectual y moral. El cristiano es, por constitución, una persona libre porque cree en Jesús (la Verdad) y porque sabe que solo la verdad nos hace realmente libres. 

Pero ¿cómo acoger la verdad en tiempos de relativismo, de noticias falsas y de posverdad? ¿Cómo poner en práctica ese famoso proverbio de Antonio Machado: “¿Tu verdad?  No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”? Jesús nos ofrece la respuesta: si permanecemos en su palabra conoceremos la verdad. No deberíamos renunciar a este tesoro en aras de un mal entendido pluralismo ideológico o del diálogo intercultural. Solo quien acoge la palabra de Jesús y permanece en ella se deja inundar por la verdad y adquiere ese “sexto sentido” que le permite discernir en cada circunstancia lo que Dios quiere.

Soy consciente de que no es fácil hablar en estos términos en un contexto tan secularizado y polarizado como el que hoy vivimos en muchas partes del mundo. No es fácil encontrar a verdaderos “buscadores de la verdad”. Cada uno de nosotros la identificamos con aquellas convicciones y actitudes que son fruto de nuestro contexto sociocultural, de la educación recibida y de las experiencias personales. Hasta tal punto nos parece evidente lo que nosotros pensamos, que difícilmente estamos dispuestos a acoger la verdad que nos sobrepasa. No queremos abrirnos a la verdad, sino controlarla e imponerla.

A menudo no encontramos las respuestas adecuadas para los complejos problemas de nuestra sociedad. Hay fronteras éticas que requieren un discernimiento paciente. No todo es tan claro como parece a primera vista. Por eso mismo, necesitamos adiestrarnos para caminar en la niebla sin perder nunca de vista el faro de la verdad que es Jesús. Cada vez me convenzo más de que una espiritualidad basada en la Palabra de Dios nos va dando la capacidad que necesitamos para saber en cada momento lo que más huele a Evangelio, lo que va en la línea de Jesús. Y luego una actitud de humildad para caminar siempre con la Iglesia, por más que a veces no entendamos sus pausas o aparentes retrasos. Esto es lo que he visto en los grandes santos, cuyo ejemplo me convence más que los ruidos que nos llegan de los medios de comunicación social. 

martes, 23 de marzo de 2021

Descortesía digital

Entre mis compañeros de gobierno solemos utilizar la expresión inglesa “Thank you for sharing” (Gracias por compartir) cuando queremos que uno acabe pronto lo que está diciendo. Cada vez que alguno de nosotros pronuncia estas cuatro palabras mágicas, todos nos echamos a reír. Ya sabemos lo que queremos decir. La cosa tiene su explicación. Hace años, otro compañero mío, estadounidense de nacionalidad y psicólogo de profesión, me dijo que cuando un psicólogo de su país está harto de su paciente y quiere que deje de hablar, suele decirle con amabilidad fingida: “Thank you for sharing”. En ocasiones, cuando se trata de pacientes muy pesados, lo que en realidad quisieran decir es: “Déjeme en paz, váyase a la m…”. Su código deontológico y un mínimo de urbanidad les impide semejantes desahogos, así que se inclinan por el cortés “Thank you for sharing”, que suele tener una eficacia comprobada. El cliente paga y se va. 

La anécdota viene a cuento porque en los últimos años vengo observando conductas parecidas en los intercambios digitales. Por ejemplo, cuando uno está chateando con alguien por WhatsApp y, de repente, no quiere seguir la conversación porque le aburre, está simultaneándola con otra o le ha surgido otra cosa más interesante, entonces teclea: “Hablamos”. En realidad, lo que querría decir es: “No quiero seguir chateando. Déjame en paz”. Como este mensaje es muy brusco, se disfraza con una fingida cortesía. Quien eso escribe no tiene la más mínima intención de hablar ni fija fecha alguna, pero con esas palabras – “Hablamos” – deja a su interlocutor aparentemente tranquilo.

Otras veces la descortesía es abierta. No es infrecuente la imagen de una familia reunida en torno a la mesa del comedor mientras algunos de sus miembros (o todos) están más pendientes del teléfono móvil que de escucharse y hablar entre ellos. Es frecuente que, en reuniones, conferencias y videoconferencias, algunos de los participantes dejen de prestar atención a quien está hablando para centrarse en su teléfono móvil. Es una práctica tan frecuente que ya ni siquiera se considera descortés. Más resulta el hecho de que en las conversaciones personales alguno de los participantes esté más pendiente del teléfono que de la persona que tiene enfrente. Hemos llegado a tal grado de dependencia del móvil que a menudo ni siquiera nos damos cuenta del fenómeno. Convertimos al otro en objeto y también nosotros, inadvertidamente, nos vamos objetualizando. La descortesía es la cara visible de una adicción invisible. 

Este riesgo es mayor en las conversaciones digitales. El otro queda reducido a una imagen que aparece en la pantalla y a una voz que me llega a través de los auriculares mientras yo, en un ejercicio de multitasking, me dedico a otras tareas. Toda conversación digital tiene algo de impostado. Es casi como una performance en la que para empezar infringimos una ley básica del encuentro interpersonal: nos vemos a nosotros mismos. La pantalla actúa como un espejo que nos devuelve nuestra imagen junto a la de quienes participan en la conversación. El milagro de una conversación presencial es que nosotros fijamos nuestros ojos en el rostro de la persona con la que hablamos porque no podemos ver nuestro propio rostro. En cierto sentido, nos vaciamos de nosotros mismos para dejar todo el espacio al otro. Por eso, una conversación presencial es un ejercicio permanente de reconocimiento y acogida. En las conversaciones digitales, por el contrario, nosotros nos convertimos en un elemento más del “espectáculo”. Somos actores y espectadores al mismo tiempo. Podemos estar más pendientes de nuestra apariencia que de lo que los demás tienen que decirnos. El yo vuelve a las andadas. 

Sé que los hábitos no se cambian de la noche a la mañana, pero a todos nos hace bien preguntarnos qué nos está pasando y que descortesía digital se ha hecho ya carne de nuestra carne. Quizás sin darnos cuenta estamos pagando un precio demasiado alto. Sin incurrir en un nuevo casuismo, tendríamos que poner de moda conductas como:

1) No utilizar nunca el móvil cuando estamos hablando con otra persona, sobre todo si se trata de conversaciones personales y no meramente funcionales.

2) No mantener dos o más conversaciones simultáneas en las redes sociales, aunque tengamos habilidad para hacerlo. Cada persona merece ser tratada con respeto y como alguien único.

3) Evitar en lo posible consultar el móvil cuando estamos participando en una conferencia, celebración o concierto por respeto a las personas que intervienen.

En fin, a tiempos nuevos, códigos nuevos. La cortesía es la cara amable del respeto. Es, en definitiva, una hermana menor de la caridad.

lunes, 22 de marzo de 2021

Agenda 2030

Hoy es el Día Mundial del Agua.  El lema de este año es “Valoremos el agua”. Más de dos mil millones de personas viven todavía sin acceso al agua potable. El agua es precisamente el sexto objetivo de la famosa Agenda 2030, que, entre otras cosas, presenta 17 objetivos para transformar nuestro mundo desde la clave del “desarrollo sostenible”. Estoy seguro de que muchos lectores del Rincón están familiarizados con este ambicioso proyecto de escala mundial. Puede que a otros les suene al típico discurso escrito en “politiqués”, la jerga usada por algunos políticos y tecnócratas para hablar mucho sin decir nada relevante y para hacer lo menos posible. 

En la entrada de ayer prometí que hoy hablaría de la Agenda 2030. El sábado mis compañeros del gobierno general y yo dedicamos seis horas a tratar este asunto con los claretianos que forman parte del equipo de Solidaridad y Misión (SOMI), que incluye a quienes trabajan en el ámbito de las Naciones Unidas en Nueva York. Durante cuatro sesiones de hora y media estuvimos conectados a la plataforma Zoom para compartir información y reflexiones desde varios puntos de vista. Los miembros del equipo de SOMI hicieron un gran esfuerzo por conectar los 17 objetivos de la Agenda 2030 con la Biblia, la Doctrina Social de la Iglesia y las encíclicas Laudato Si’ y Fratelli tutti del papa Francisco. 

¿Cuáles son estos 17 objetivos (goals)? Los transcribo tal como los presenta la ONG Educo:

1. Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo

La pobreza se ha reducido en un 50% desde el año 2000, pero siguen existiendo millones de personas que viven con solo 1,90 dólares al día. La pobreza tiene muchas consecuencias como el hambre, la malnutrición, la falta de una vivienda digna, la imposibilidad de acceder a la educación o las enfermedades.

Lograr que se alcance este objetivo supone fomentar un crecimiento económico que promueva la igualdad y que sea sostenible.

2. Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible

La agricultura y el sector alimentario son fundamentales para eliminar el hambre y la pobreza. Actualmente la tierra y el agua de los océanos y de los ríos se están degradando y sufren los efectos de la sobreexplotación.

La reforma del sistema agrario y alimentario en todo el mundo es fundamental para que puedan comer todas las personas que pasan hambre.

3. Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades

Este objetivo es la base de todos los demás porque para alcanzar el resto de ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) es necesario que se garantice y promueva la salud y el bienestar.

Todavía queda mucho trabajo por hacer porque las tasas de mortalidad materna y neonatal son muy altas, se propagan enfermedades infecciosas y existe una mala salud reproductiva. Entre otras acciones, para cumplir este objetivo, será necesario impulsar iniciativas que erradiquen determinadas enfermedades, financiar los sistemas de salud, mejorar el saneamiento y aumentar el acceso a los servicios médicos.

4. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida de todos

Si se quiere alcanzar el desarrollo sostenible, la educación de calidad es la base. La educación y la alfabetización proporcionan a las personas las herramientas necesarias para salir de la pobreza y tener un futuro mejor.

La realidad es que actualmente existen más de 265 millones de niños y niñas que no están escolarizados. Los problemas que se deben combatir son el mal estado de las escuelas o la escasa preparación de los profesores, entre otros.

5. Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas

La igualdad entre los géneros es un derecho humano y la base para alcanzar la sostenibilidad. Para lograr la igualdad es necesario que mujeres y niñas accedan a la educación, a la atención médica, a un trabajo decente y puedan participar en los procesos de toma de decisiones políticas y económicas.

6. Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos

La falta de agua potable o el agua de mala calidad tienen consecuencias en la seguridad alimentaria y en los medios para subsistir de muchas personas en el mundo. Para lograr que todos tengan acceso al agua potable y al saneamiento es fundamental que se gestionen de forma sostenible los recursos hídricos en el mundo.

7. Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos

La energía se utiliza para muchas actividades cotidianas como cocinar o el aseo personal, sin embargo, más de 300 millones de personas en el mundo siguen cocinando con combustibles muy contaminantes.

Para proteger el medioambiente es fundamental impulsar la utilización de energías renovables en calefacción y transporte, entre otros aspectos, así como la financiación de tecnologías más limpias.

8. Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos

Se considera que la mitad de la población mundial, aproximadamente, vive con menos de 2 dólares al día y en muchos países se dan casos de explotación infantil. En algunos países el hecho de tener un empleo no ayuda a salir de la pobreza. En este sentido, con este objetivo, se trata de conseguir que todas las personas puedan tener un empleo de calidad, de manera que se reduzca el desempleo y se aumente la productividad y el consumo.

9. Industria, innovación e infraestructuras

Tener una economía fuerte depende de que se realizan inversiones importantes en las infraestructuras de los países. La innovación, además, es fundamental para que exista una industria más productiva y menos contaminante. Aunque durante los últimos años se ha producido una reducción de las emisiones de dióxido de carbono en la fabricación, la reducción no ha sido igual en todo el mundo.

10. Reducir la desigualdad en y entre los países

Actualmente existen grandes desigualdades en países y entre países en lo que respecta al acceso a los servicios de salud, a la educación y a los bienes productivos. Para reducir las desigualdades es fundamental que se favorezcan las exportaciones de los países en desarrollo y que se reduzcan los aranceles.

11. Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles

En general, se considera que las ciudades han ayudado a muchas personas a progresar social y económicamente y, de hecho, las ciudades han crecido y siguen creciendo de manera que se espera que en 2030, 5.000 millones de personas vivan en ciudades. Para superar el reto de que tantas personas vivan en las ciudades, estas deben convertirse en espacios seguros, inclusivos, resilientes y sostenibles.

12. Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles

El consumo no sostenible produce contaminación y degrada el medioambiente, por lo tanto, es necesario actuar desde la raíz para apostar por sistemas de producción que respeten en entorno y que sean sostenibles. Además, todas las personas deben elegir modos de vida sostenibles para contribuir a cuidar la naturaleza y frenar el cambio climático.

13. Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos

El cambio climático es una realidad y está produciendo efectos negativos en las personas, en la economía y en la naturaleza. Para luchar contra el cambio climático en 2016 varios países firmaron el Acuerdo de París y se comprometieron a trabajar para limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados.

14. Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible

Los mares y los océanos no son solo fuente de vida, también son esenciales para el comercio y el transporte, pero, actualmente, la contaminación y la acidificación están causando cambios en los ecosistemas. Para lograr proteger mares y océanos es fundamental una regulación que sea efectiva y que controle la sobrepesca y la contaminación.

15. Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de la biodiversidad

Más del 30% de la superficie de la tierra está cubierta por bosques y los árboles son elementos esenciales para frenar el cambio climático.

En la actualidad, se destruyen 13 millones de hectáreas al año, lo que provoca desertificación. El reto consiste en proteger los bosques, gestionar el uso de los recursos de forma sostenible y reducir la desertificación.

16. Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas

La paz es fundamental para lograr el resto de ODS, sin embargo, la violencia en todas sus manifestaciones sigue siendo un problema para personas de todo el mundo, en este sentido cabe destacar el maltrato infantil y sus graves consecuencias.

La clave está en legislar para que las normas sean más efectivas y se protejan los derechos de las personas.

17. Revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible

De nada sirve que se establezcan objetivos si no hay acuerdos entre todos los actores que deben participar: gobiernos, empresas privadas y ciudadanos. En este sentido es fundamental fomentar alianzas para aunar esfuerzos y recursos y lograr que los ODS sean una realidad.

¿Es posible incorporar estos 17 objetivos a nuestra espiritualidad cristiana? Aunque podamos tener justificables reticencias en relación con la estructrura y la política de las Naciones Unidas en algunos puntos, la lucha por un “desarrollo sostenible” forma parte de la lucha por la vida en todas sus fases y expresiones. Podríamos decir que es un modo de concretar el programa de Jesús: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). 

Naturalmente, para nosotros los cristianos la vida va mucho más allá de tener acceso al agua potable o a una salud de calidad. Implica la comunión con todos los seres humanos y con Dios, origen de todo y de todos. Esta dimensión trascendente no figura en la lista de los 17 objetivos. No se considera una “necesidad humana” de primer nivel, lo cual no significa que se excluya. Creo que a nosotros nos toca situar estos 17 objetivos en el marco amplio de una visión cristiana de la vida para que cada compromiso no sea solo el resultado de un esfuerzo voluntarista o de una solidaridad etérea, sino una forma de concretar nuestro amor a Dios y al prójimo en el contexto de hoy, que, al fin y al cabo, es el corazón de la verdadera religión.