lunes, 22 de julio de 2024

El amor de mi alma


Me gusta que la liturgia nos proponga como primera lectura de la fiesta de santa María Magdalena un breve fragmento del Cantar de los Cantares. La esposa busca con ahínco al “amor de su alma”. Para María de Magdala Jesús fue “el amor de su alma”. También ella lo buscaba con toda la fuerza del amor. En el evangelio de Juan, Jesús se dirige a ella con estas palabras: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. La segunda pregunta es intemporal. También hoy Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros a quién buscamos. No se trata de buscar algo (qué), sino de buscar a alguien (quién). 

Tras la renuncia del católico Joe Biden, los demócratas de Estados Unidos buscan a un nuevo candidato a la presidencia de su país. No disponen de mucho tiempo. Los católicos de ese país celebran un multitudinario congreso eucarístico en el que buscan descubrir la fuerza de Jesús eucaristía. Aquí, en España, miles de personas buscan algunas ofertas de última hora para organizar sus vacaciones estivales. Quienes acuden al programa televisivo First Dates buscan también, a veces con palabras parecidas a las del Cantar de los Cantares, al amor de su vida. De formas muy distintas, todos en la vida buscamos algo/alguien, aunque a veces digamos que estamos satisfechos con lo que ya tenemos.


En este juego constante de búsquedas y encuentros, de ausencias y presencias, de tristezas y alegrías, ¿podríamos decir que Jesús es “el amor de nuestra alma”? Solo los místicos se atreven a expresar su fe en términos tan afectivos. San Juan de la Cruz se expresa son falsos pudores: “¿Adónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste, / habiéndome herido; / salí tras ti clamando, y eras ido”. A los pastores les dice que “si por ventura vierdes / aquel que yo más quiero, / decidle que adolezco, peno y muero”. 

Para la esposa (es decir, para el propio Juan de la Cruz), el Amado (es decir, Jesús) es “aquel que yo más quiero”. La pregunta adquiere ahora otro tono: ¿Es Jesús para nosotros “aquel que yo más quiero”? Y, si es así, ¿cómo estamos cultivando esa relación? El mismo Juan de la Cruz aclara que la dolencia de amor no se cura “sino con la presencia y la figura”. Necesitamos de alguna manera “experimentar” que Jesús está verdaderamente presente en nuestra vida. Necesitamos reconocer los “lugares” en los que él se hace el encontradizo con nosotros.


Creo que podemos encontrar al “amor de nuestra alma” en muchos lugares, pero hay dos que, en el contexto actual, cobran un relieve extraordinario: el sacramento de la Eucaristía y el “sacramento” del pobre. La adoración eucarística -tan apreciada hoy por muchos jóvenes- no es un residuo devocional de tiempos pasados en los que apenas se daba importancia a la celebración eucarística. Tampoco es una “reliquia” visible de Jesús que sustituye al sacramento invisible. Es un eslabón esencial de la cadena eucarística que nos habla de la Eucaristía-sacrificio, la Eucaristía-comunión y la Eucaristía-presencia. Así entendida, la adoración eucarística, en su extremada sencillez, nos ayuda a dejarnos mirar por “el amor de nuestra alma” hasta el punto de ser transformados por él. 

Y algo parecido sucede cuando nos dejamos tocar por las personas necesitadas. Entonces, aunque no seamos conscientes de ello, es Jesús mismo quien nos toca y nos cura desde su fragilidad. No somos nosotros los que hacemos cosas en favor de los pobres, sino que ellos nos transforman por dentro porque nos ponen en relación con el Jesús que sigue sufriendo en la carne de quienes pasan necesidad o son excluidos por cualquier causa. Aquí se abren dos caminos espaciosos para nutrir nuestra fe en tiempos en los que es más fácil dejarse arrastrar por la rutina o el cansancio que por el amor. 

2 comentarios:

  1. Nos haces una pregunta: ¿Es Jesús para nosotros “aquel que yo más quiero”? Hay tantas cosas que pasan por delante de este amor…
    Creo que es importante que empecemos por lo que expresas que es necesario e intentemos vivirlo en profundidad: “…necesitamos de alguna manera “experimentar” que Jesús está verdaderamente presente en nuestra vida. Necesitamos reconocer los “lugares” en los que él se hace el encontradizo con nosotros…” A veces me pregunto si no sé reconocerlo o no hago el esfuerzo de hacerlo por miedo al compromiso al que me puede llevar.
    Gonzalo, lo has puesto difícil hoy, pero no imposible.

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  2. Es emocionante!
    El sacramento de la
    Eucaristía y el " sacramento" del pobre......
    Ahora en verano...si le buscamos le encontramos , está en todo, en la naturaleza, en el silencio, en el mar, en el cielo, en los libros , en la oración y por supuesto es la Eucaristía.
    El siempre nos habla, a través de los demás, si tenemos el corazón dispuesto.
    Gracias Gonzalo.

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