domingo, 28 de julio de 2024

Cinco panes y dos peces


¿Por qué un muchacho lleva cinco panes y dos peces en su bolsa cuando a un adulto le bastan tres panes al día para alimentarse bien? ¿O es que se ha traído al campo los cinco libros de la Torah más los libros sapienciales y proféticos? ¡Qué manía tienen los evangelistas con obligarnos a descifrar su lenguaje simbólico! Sea como fuere, este XVII Domingo del Tiempo Ordinario, en plena canícula, nos habla de hambre, alimento y sobras. 

Mientras, el mundo ha asistido atónito a la controvertida inauguración de los Juegos Olímpicos en París y yo trato de recuperarme de los excesos de la boda de ayer (tormenta incluida) antes de emprender el viaje de regreso a Madrid. Nos aguardan varios domingos -como sucede todos los años a caballo entre el mes de julio y agosto- para meditar sobre el capítulo 6 del evangelio de Juan. ¡Es probable que también a nosotros nos sobre demasiado pan después dar vueltas al mismo asunto durante tanto tiempo!


Del evangelio de hoy, quiero destacar algunos elementos. Llama la atención la cantidad de gente que sigue a Jesús. La razón es muy humana y comprensible: “porque habían visto los signos que hacía con los enfermos”. Cualquiera que asegure una curación tendrá siempre seguidores. Somos demasiado sensibles al poder destructivo de la enfermedad como para no agarrarnos a un clavo ardiendo. Sucedió en el pasado y sigue sucediendo hoy. ¿Cuántos cantamañanas se presentan como curadores del cáncer, por ejemplo, y cuántos ingenuos sucumben a sus engaños? Jesús es de otra pasta. Cura de verdad. Y además da de comer. 

Aquí entran en juego dos discípulos: Felipe y Andrés. Felipe analiza el problema (“Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”) y Andrés aporta un inicio de solución (“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces”). Es muy probable que ese muchacho no fuera el único que llevaba más provisiones de las necesarias para una jornada. Es la hora de Jesús. El evangelio describe su acción con verbos eucarísticos: “Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado”. 

Por ninguna parte se habla de “multiplicación”. No es un asunto de matemática divina, sino de solidaridad humana. Una vez que la multitud se ha saciado como si estuviera en una boda, “llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido”. Después de este “signo”, quienes antes veían a Jesús solo como un curandero afamado, ahora lo confiesan como profeta: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo”. ¡Hasta se animaron a proclamarlo rey! Jesús no cayó en la trampa. Se escurrió como pudo y se refugió solo en la montaña.


Un relato tan rico admite varios niveles de lectura e infinidad de matices. Podemos poner el acento en “el milagro de la solidaridad”. Cuando todos ponemos en común nuestros “cinco panes y dos peces” (es decir, lo que tenemos para sobrevivir), acaba sobrando alimento. Esta podría ser la clave para acabar con el hambre en el mundo. Pero la cosa no termina ahí. El pan que alimenta de verdad a todos es Jesús mismo. Él es -como veremos con más detalle los próximos domingos- el verdadero pan de vida. Él es el pan “superabundante” para la vida del mundo. La Eucaristía lo actualiza sacramentalmente. 

Jesús no actúa en solitario. Se sirve de algunos “camareros del Reino”, discípulos que quieran ser promotores de solidaridad y servidores de la Eucaristía. Todos estamos invitados a ser Felipe, Andrés y el muchacho anónimo. No basta con quejarse de que estamos circundados de problemas. Hay que abrir los ojos, ver lo que se puede hacer y ponerse manos a la obra. Los “milagros” suceden cuando le prestamos a Dios los dones que él mismo nos ha dado.

1 comentario:

  1. Este Evangelio de hoy, nos transmite tantos interrogantes… Según el momento que vivimos, a todos nos interpela diferente.
    Hoy, la repartición de los panes y los peces, me puede llevar a analizar mi vida, en función de los dones recibidos y a la respuesta que doy a ello… También en la sencillez de una vida sin acumular, mientras hay quienes les falta lo necesario… y muchos aspectos más.
    A saber escuchar a Dios que nos habla a través de muchos sucesos en la vida y nos da la oportunidad de colaborar en su obra creadora… Nos pide pequeños detalles en el día a día.
    Gracias Gonzalo por toda tu reflexión que va haciendo mella… Nos va preparando para saber interpretar “la letra pequeña” del Evangelio.

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.