sábado, 27 de julio de 2024

¡Vivan los novios!


Ayer iba de abuelos; hoy va de novios. A primera hora viajo a Logroño para presidir esta tarde el matrimonio de dos jóvenes amigos que han vivido unos años en Londres y ahora residen en Madrid. Espero vivir una celebración hermosa y auténtica. Confieso que hay muchas cosas de las bodas actuales que no van con mi manera de entender el matrimonio. Me resulta incomprensible la sofisticación que envuelve casi todos los aspectos de las bodas (despedidas de solteros, invitaciones con números de cuenta incluidos, webs de la boda, trajes, decoración, banquetes, baile, fotos y vídeos, luna de miel, etc.). Algunos novios me dicen que no pueden proceder de otra manera debido a la presión familiar o social. Los comprendo. Pero a veces en la vida hay que dar un puñetazo encima de la mesa y no claudicar de las propias convicciones. 

Creo que, gracias a Dios, la boda de mis jóvenes amigos se separa un poco del guion tradicional. A ambos los he visto muy implicados, conscientes de su verdadero significado. Mientras escribía la homilía que quiero compartir esta tarde con ellos y sus familiares y amigos, pensaba que todo matrimonio es una aventura “excesiva”. Lo que los cónyuges se prometen en el rito (amor personal, fecundo y fiel) excede con mucho sus capacidades humanas. ¿A santo de qué viene una promesa de tal envergadura? Después de comprobar de cerca innumerables fracasos, ¿merece la pena embarcarse en una travesía tan arriesgada y desproporcionada?


Muchos dicen que los célibes no deberíamos decir una sola palabra acerca del matrimonio porque no lo vivimos. Hablar por hablar. Es una advertencia sensata que nos previene contra discursos demasiado idealistas, alejados de la experiencia real. Pero el hecho de que no vivamos la realidad en primera persona no significa que no tengamos ninguna relación con ella. Si solo pudiéramos hablar de lo que experimentamos hasta el final, todos deberíamos permanecer mudos. 

A mí me parece -lo he escrito en numerosas ocasiones- que el matrimonio cristiano es una realidad “demasiado nueva” como para ser comprendida por la gente de nuestro tiempo. ¿Cómo vamos a saber qué significa un amor personal, fiel y fecundo cuando culturalmente vivimos tiempos de anonimato, incertidumbre y egocentrismo? Un matrimonio cristiano es seguramente el mejor signo de la existencia de Dios porque, sin mediar palabras, nos habla de un amor que refleja lo que Dios es.


De Madrid a Logroño tengo unos 334 kilómetros. Haré el camino en dos etapas tratando de evitar las horas más calurosas del día. Procuraré ser un testigo discreto de un compromiso que es en sí mismo hermoso y sobrecogedor, por más que se repita miles, millones de veces, y a menudo naufrague en una teatralidad vacía. A algunos de mis amigos que viven en pareja les cuesta dar este paso. Me dicen que no lo ven necesario, que lo importante es quererse y respetarse, que no se necesitan papeles para eso. Es verdad. Y, sin embargo, todo matrimonio es algo más que una historia entre dos. Es un acto social que involucra a quienes forman parte del círculo afectivo de los cónyuges, sin que esto implique que ese círculo deba condicionar la historia personal. 

Esto es evidente en las culturas asiáticas y africanas. Por eso celebran con tanta intensidad los matrimonios. Se ha perdido casi por completo en las culturas europeas y americanas. Aquí hemos subrayado tanto la dimensión personal (sin duda básica), que hemos olvidado que las personas no existimos en la burbuja sellada de nuestra afectividad, sino abiertos a múltiples relaciones que forman parte de nuestro entramado afectivo. En fin, que todo esto ronda por mi cabeza mientras procuro acomodar bien el traje y la camisa para que no se arruguen durante el viaje.

1 comentario:

  1. El momento del compromiso matrimonial, es un momento que puede parecer que se es muy consciente, pero no del todo. Es un compromiso con dos personas que van evolucionando y no al unísono. Es importante que el compromiso sea también a nivel personal, compromiso a ser fiel a uno/una mismo. Es un compromiso a ciegas, por mucho que se sea consciente en el momento, por mucho que parece que lo entendemos y vivimos, con profundidad, pero desconocemos el alcance al que puede llegar. Las dos personas llegan al momento con mochilas diferentes, provenientes de caminos diferentes y nunca se sabe cómo se va a evolucionar.
    De todas maneras, es un camino bonito, con subidas y bajadas, con flores en el camino y otras veces con zarzas, pero lo importante es disfrutar y también luchar juntos…

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.