sábado, 6 de julio de 2024

Desde mi ventana


Mi ventana está casi tapada por un exuberante árbol que me protege del sol, pero también me roba luz. Puedo tenerla abierta de par en par, de modo que me entra el aire fresco del noreste, pero también me invaden los mosquitos veraniegos. Como da al jardín interior, me libro del ruido de la calle, pero el ángulo visual es, más bien, estrecho. O sea, que nada es perfecto en esta vida. Toda experiencia tiene siempre un área no evangelizada.

Llegué a Vic el pasado miércoles a media tarde, después de un viaje entretenido desde Madrid. Ayer coincidió con la fiesta de san Miguel de los Santos, patrón de la ciudad, así que en algún momento me uní a los festejos populares. Si bien nació en Vic, fray Miguel vivió en muchos lugares de España (Barcelona, Zaragoza, Oteiza, Madrid, Alcalá de Henares, Valdepeñas, Córdoba, Granada, Socuéllanos, Baeza, Salamanca, Valladolid) en sus cortos 33 años de vida. La verdad es que, aunque he venido muchísimas veces a Vic y en alguna ocasión visité su casa natal, no conocía mucho de la vida de este fraile trinitario (1591-1625).


A cuentagotas van llegando los participantes en el congreso. Oficialmente lo comenzaremos mañana por la tarde. Dispongo de tiempo para saludar a viejos conocidos, traducir mi ponencia al inglés e irme aclimatando a este lugar. Por suerte, el tiempo nos acompaña. La temperatura es suave. Incluso esta mañana y esta tarde hemos tenido un poco de lluvia. 

Antes de empezar el programa de actos y celebraciones, quiero orar un rato a solas en la cripta que alberga los restos de san Antonio María Claret. No podemos reflexionar sobre la espiritualidad claretiana sin sintonizar con el espíritu de quien recibió un don particular en la Iglesia.


Mientras nosotros estamos en esta clave, se consuma la excomunión del arzobispo Viganò, el partido laborista gana por goleada las elecciones del Reino Unido, España celebra una victoria sufrida contra Alemania en la Eurocopa y muchas personas han comenzado ya sus vacaciones de verano. La vida no se interrumpe. 

Es bueno recordar que, en el seno de las experiencias más luminosas, hay siempre un poco de sombra. Y que, toda experiencia oscura, esconde siempre un poco de luz. De esta manera, ni el optimismo exagerado ni la desesperanza gris acaban colonizando nuestra alma.

1 comentario:

  1. Gracias por las afirmaciones que haces y que en el momento que las vivimos no somos conscientes de ello… Alguien tiene que “encender una linterna que las resalte”.
    Me ayudas a investigar cual es mi área no evangelizada y en la oscuridad de las experiencias intentar buscar esta luz que está escondida.

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