Cuando tecleo esta entrada, en Australia ya han comenzado el 2020. Como todos los años, las
televisiones y los periódicos digitales se encargan de pasarnos las imágenes de las sucesivas celebraciones del nuevo año. Aquí en Fátima todavía estamos en
2019. No sé si estamos acabando una década y empezando otra o tenemos que
esperar al 2021. La
polémica se reabre periódicamente. Es ocasión de interminables –y quizás
estériles– discusiones. Nosotros hemos llegado ya al ecuador del Capítulo de Fátima.
Esta tarde se ha completado la elección del nuevo gobierno provincial, así que,
con el nuevo año, podemos entrar en la etapa de la programación del sexenio. A
año nuevo, programa nuevo. Aunque apenas dispongo de tiempo para otras
actividades, no quisiera terminar el año 2019, con sus 290 entradas en el blog, sin agradeceros de corazón a todos
los lectores vuestra constancia y vuestro apoyo. Saber que hay muchos lectores
en casi todos los países del mundo (sobre todo, en España y América) constituye
una responsabilidad, pero no me produce ninguna ansiedad, porque este blog no es una cátedra, sino, más bien,
una tertulia digital entre amigos. Nació así, de manera informal, nada académica, y creo que
así continúa. El hecho de que, fruto del blog, tuviéramos el
pasado mes de febrero un retiro con algunos de los lectores y hayamos programados
dos más para febrero de 2020, es un indicador positivo del interés que muchas
personas tienen por compartir caminos de espiritualidad que respondan a sus
búsquedas y les permitan situarse en esta sociedad compleja.
2019 ha sido un año
de protestas en muchos lugares del mundo. Han crecido los movimientos xenófobos
y racistas y los bloques políticos, pero, en realidad, cada uno de nosotros podemos elegir nuestra
lectura del año que termina. Para mí, más allá de los muchos acontecimientos
vividos, de los países visitados (España, Italia, Portugal, Argentina, Chile, Paraguay,
Uruguay, Perú, Bolivia, India y Colombia) y de las personas encontradas, lo
importante es dar gracias a Dios por el año que termina y, sobre todo, por los
muchos signos visibles de su amor. ¿Cómo se pueden olvidar algunas
conversaciones entrañables, cientos de eucaristías en compañía de gentes
diversas, horas dedicadas a la contemplación, a la escucha y al trabajo? Es
verdad que algunos momentos, considerados aisladamente, pueden resultar
anodinos, pesados y hasta dolorosos, pero, contemplados en el conjunto de un año,
forman parte de ese misterioso itinerario que todos vamos siguiendo hacia el encuentro
definitivo con Dios. 2019 ha sido una etapa de ese camino. He aprendido más de
lo que hubiera imaginado, he visto que las cosas se pueden hacer de otra manera
y, sobre todo, he redescubierto la importancia de valorar a cada persona por lo
que es, más allá de su estimación moral o de su reputación social. No hay ser
humano indigno porque todos hemos sido queridos por Dios.
Siempre que
escribo pienso, sobre todo, en los jóvenes en búsqueda. He conocido a gente extraordinaria,
chicos y chicas con ganas de vivir de otra manera que no acaban de encontrar en
la Iglesia una comunidad que los escuche, acoja y camine con ellos, que no los
atosigue con respuestas inmediatas, que no les exija una rectitud moral para la
que no han sido entrenados, que no se escandalice de sus preguntas y de su
estilo de vida, que se deje cuestionar por sus críticas, que no se ponga nerviosa
por sus maneras diferentes de enfocar los asuntos más controvertidos como la
sexualidad, las nuevas formas familiares, la vida social y política y el futuro
del planeta. Si el blog se mantiene vivo es porque mis principales interlocutores son siempre
ellos, aunque intuyo que la mayoría de los lectores se sitúan en la franja
entre los 40 y los 80 años; es decir, gente adulta que ha hecho ya su propio
camino y que se acerca al blog buscando la confirmación de lo que ya piensan o
quizá una pequeña inspiración que les permita seguir creciendo. A unos y a
otros, una vez más, gracias por la aventura que hemos compartido en este año
2019. Que Dios nos siga iluminado a lo largo del año que está a punto de
comenzar.