viernes, 27 de diciembre de 2019

Al amparo de Fátima

Recorrer los 118 kilómetros que separan Lisboa de Fátima lleva alrededor de una hora y veinte minutos en coche. Yo tardé ayer un poco más por el tráfico a la salida de la capital portuguesa y porque ya había caído la noche. He venido muchas veces a este lugar. Me encanta. Desde aquí he escrito también algunas entradas del blog. He hablado sobre la invitación a “guardar todo en el corazón”, como María, del futuro de los místicos, de la respuesta que está en el viento y de la palabra de Dios como lluvia suave que empapa nuestra tierra. Hoy luce un sol espléndido. La temperatura es más propia de la primavera que del invierno. Acabamos de empezar el I Capítulo Provincial de la Provincia claretiana de Fátima, formada por las comunidades del sur de España, Portugal, Reino Unido y Zimbabue. Nos hemos juntado unas 60 personas entre capitulares y colaboradores. Hay abundancia de jóvenes. Se respira un ambiente de fraternidad y alegría, propiciado por el tiempo navideño. Estaremos aquí hasta el próximo 3 de enero. Además de evaluar la etapa pasada y de elegir al nuevo gobierno provincial, el cometido del Capítulo es diseñar la estrategia misionera para los próximos años. No se trata de hacer una planificación al estilo empresarial para colocar el “producto cristiano” en el mercado de manera exitosa, sino de discernir cuál es la voluntad de Dios en este tiempo.

Mientras el Capítulo echa a rodar, en el mundo siguen sucediendo muchas cosas. Casi todos los periódicos hacen balance del año 2019 a punto de concluir. Uno nos ofrece 46 buenas noticias para empezar 2020 con optimismo. ¿Vamos hacia una humanidad mejor o hemos enfilado ya el camino de la decadencia? Para el autor de estas “buenas noticias” (no “fake news”) es evidente que, a pesar de los muchos problemas que la asolan, la humanidad en su conjunto progresa. No estoy seguro de que las 46 “buenas noticias” reportadas sean realmente “buenas”, pero es cierto que indican una tendencia. Estoy seguro de que no sería difícil elaborar otra lista con 46 malas noticias para empezar 2020 con pesimismo, pero no es el caso. Más allá de algunos indicadores de progreso, la pregunta crucial es: ¿Sabemos adónde vamos y, sobre todo, por qué vamos? Cuando la meta no existe o está muy desdibujada, entonces es difícil juzgar si un hecho es progresivo o regresivo. Mi viejo profesor de Moral Fundamental solía repetir a menudo que “no todo lo técnicamente posible es éticamente justificable”. No por el hecho de que una cosa pueda hacerse, debe hacerse sin más.

Desde el balcón de mi cuarto diviso el cercano santuario de la Virgen y escucho las campanas de la antigua basílica. Si dispongo de tiempo, esta noche quiero participar en el rosario nocturno y en la procesión de las velas. Me gusta sentir por fuera el frío de la noche fatimense mientras por dentro siento el calor de la Madre. Venir a Fátima siempre me produce la sensación de volver a casa, como si los lugares donde se venera con especial devoción a María tuvieran un carácter hogareño que se echa mucho de menos en el mundo impersonal y frío que estamos construyendo. Creo que no es una experiencia solo mía. Se la he oído a otras muchas personas. Donde está la Madre María se hace más visible y casi tangible el amor del Dios Padre/Madre. Ya sé que, como en todo santuario, hay un negocio organizado en torno a este lugar, pero me temo que esto es inevitable en todos los fenómenos de masas. Separar el oro de la ganga es una tarea de los verdaderos peregrinos. También aquí se dan cita las dos caras de toda realidad humana: la cara luminosa de la fe (que invita siempre a la esperanza) y la cara oscura de la avaricia (que empuja al pesimismo). Creo que la primera derrota con claridad a la segunda. Esto me mantiene en pie.

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