jueves, 22 de agosto de 2019

Un día sin tema

Después de 1.143 entradas, hay días en que me cuesta encontrar un tema para el blog. Hoy es uno de ellos. Si me pongo en plan intelectual, sé que algunos lectores desconectan. Si me limito a describir acontecimientos o a contar historias, a otros les puede parecer algo superficial. Seguiré el consejo de Charles Péguy. No estoy seguro, pero creo que fue este escritor francés quien dijo que para que una revista tenga un cierto éxito es preciso que cada número deje insatisfecho a un cuarto de los lectores, con tal de que no sea siempre el mismo cuarto, claro. Hay algún lector que me ha dicho con sinceridad que él suele pasar de los artículos de tipo “religioso”. Quizá a otros lectores les suceda lo mismo con las entradas que tienen un color más político, histórico o sociológico. Es normal. Cada uno tenemos nuestros gustos e intereses. La verdad es que yo voy escribiendo según me sale, sin ningún programa establecido, al hilo de lo que va sucediendo. Soy consciente de que un blog no es ni una cátedra ni un púlpito ni un estudio de televisión, sino más bien un cuaderno de bitácora muy personal. Esto me da una gran libertad. Cada lector es también muy libre de quedarse con lo que juzgue oportuno y de tener su propia opinión. Lo bueno de un blog es que uno puede compartir algunos pensamientos sin estar sometido a la línea de un periódico o a los intereses de una editorial. Hay un contacto directo entre autor y lectores sin más mediaciones que un teléfono móvil o cualquier otro dispositivo electrónico.

Después de 19 días de travesía por el Mediterráneo, el Open Arms ha atracado en el puerto de Lampedusa por orden de un fiscal italiano. Por lo menos, los inmigrantes podrán descansar seguros. Esto es lo sustancial, pero la aventura tiene más perfiles de los que algunos medios de comunicación han presentado. Por eso, no conviene lanzarse a interpretaciones unilaterales. Se aprende de la experiencia. No soy partidario de esas campañas que enseguida, sin conocer todos los datos, se lanzan por las redes sociales. Apelan a los sentimientos sin tener en cuenta otras variables imprescindibles para conocer bien la situación. En Italia se ha roto –como era de esperar o de temer, depende de quien lo interprete– el gobierno Conte por presiones de Salvini y algo más. El país transalpino regresa a la incertidumbre. También aquí hay oscuros intereses que el tiempo pondrá al descubierto. Todas estas noticias y otras muchas me hacen ver lo difícil que resulta hoy hacer una interpretación objetiva de lo que pasa. Parece una paradoja. Nunca como hoy hemos tenido acceso a tanta información y quizá nunca como hoy tenemos más dificultades para interpretar lo que está sucediendo de verdad sin dejarnos llevar por juicios apresurados o interesados. El caso del barco Open Arms es paradigmático. Pero lo mismo pasa con muchos temas controvertidos. Un amigo mío me ha pasado un enlace donde se desmontan, con conocimiento de causa, cinco grandes mentiras sobre las inmatriculaciones de la Iglesia. Quien no conoce bien un asunto se guía solo por lo que se dice. Es muy difícil librarse de la intoxicación mediática. En los temas que dominamos o conocemos de primera mano podemos estar a salvo, pero ¿qué sucede con la infinidad de temas en los que dependemos de lo que nos cuentan? Una práctica recomendable es no fiarse solo de una fuente, sino contrastar varias (a poder ser de signo opuesto) para aproximarse a la verdad de las cosas.

¿Nos está haciendo más libres el acceso a tanta información? Tengo mis dudas. Mucha información sin criterios interpretativos conduce solo a una confusión mayor y a un estado permanente de ansiedad. Incluso para las personas que son críticas y cuestionan lo que reciben (venga de donde venga), es siempre recomendable periodos de ayuno informativo. Confieso que a mí me cuesta observarlos porque me gusta estar al día, pero cuando lo he hecho he experimentado una gran serenidad. Ahora entiendo un poco mejor a algunas personas mayores que han renunciado a ver la televisión y leer los periódicos. Puede parecer una decisión drástica, pero, en el fondo, es muy saludable. Eso les permite conservar una serenidad que fácilmente perderían si se metieran en el torbellino de las noticias y se dejaran llevar por las pasiones de las tertulias. Confieso que, aunque me siento misionero de la cabeza a los pies, a veces siento nostalgia de la vida monástica; es decir, de esa forma en la que uno entra en comunión con todo y con todos sin estar pendiente del último suceso o de la noticia de última hora.

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