Caminar a tres grados bajo cero a las nueve de la mañana tiene su encanto. Los charquitos en medio del pinar estaban congelados y todo aparecía cubierto por una blanca capa de escarcha. A medida que el sol ganaba fuerza, el frío matutino se iba disipando un poco. A la vuelta del pinar, me he pasado por el cementerio para orar ante la tumba de mis padres y mis abuelos. No había nadie. No es fácil describir con palabras lo que se siente al contemplar la lápida cubierta de escarcha y sentirse rodeado por montañas que parecen custodiar un lugar que transmite paz y serenidad.
Me ha emocionado, sobre todo, ver un taquito de madera que mis sobrinos pequeños han colocado sobre la tumba de los abuelos con un pequeño mensaje escrito. Sé que hay personas a las que no les gusta visitar los cementerios porque despierta en ellas sentimientos de pérdida, nostalgia, temor, tristeza o ansiedad. No es mi caso. Rara es la vez que vengo a mi pueblo natal y no visito el lugar donde yacen mis antepasados. Es un pequeño símbolo de recuerdo y gratitud. Podemos recordarlos y orar por ellos en cualquier lugar y tiempo, pero los seres humanos necesitamos signos visibles que nos ayuden a dar cuerpo y significado a las experiencias más profundas.
Me gusta despedir el año con tiempo invernal, aunque sería todavía mejor si nevase un poco, lo que no está previsto en los próximos días. Esta tarde-noche tendremos el belén viviente en la plaza del pueblo. Habrá que abrigarse bien para no coger un resfriado. Cada año se va enriqueciendo un poco más con la colaboración de muchas personas. Es otro signo que ayuda a vivir el significado de la Navidad y estrechar los lazos de convivencia entre las gentes del pueblo y los visitantes que se acercan desde otros lugares. Las luces y la música ayudan mucho a crear un clima de belleza que cautiva a los niños y a los mayores nos hace recordar las experiencias de nuestra infancia.
La entrada de hoy es la número 2.500. Han sido casi nueve años de emociones y encuentros. Quizá ha llegado el momento de hacer una pausa o de darle otro aire a este Rincón que, desde febrero de 2016, quiere ser un lugar de encuentro entre la fe y la vida cotidiana. Veremos.
Gracias Gonzalo por todo lo que nos has aportado a través de estas 2.500 entradas… Calcula las horas de reflexión y oración a que nos han llevado. En mi caso, entre leer la entrada con atención, reflexionar y orar con el tema, normalmente me lleva media hora, por lo tanto son 1.250 horas… Gracias por todo lo compartido que además, en muchas ocasiones, me llegan “ecos” de todo lo que nos has aportado.
ResponderEliminarHas sembrado y vamos encontrando vida que va surgiendo a medida que van pasando los días.
Espero que de alguna manera continúes… Sobre todo, los seglares, necesitamos aprender y no tenemos muchas ocasiones de sentirnos acompañados en el tema de la espiritualidad, y la espiritualidad vivida en medio de la vida cotidiana.
Que tengas un buen final y comienzo del año 2025… Un abrazo.