martes, 24 de diciembre de 2024

Mi felicitación navideña


Cada año me invento una felicitación navideña. Hay veces que soy más clásico y elijo un cuadro con la escena de la Natividad pintada por algún artista famoso; otras, ha dominado el aspecto social y misionero, a base de fotos de algunas zonas pobres que he visitado y en las que Jesús sigue naciendo en medio de la indigencia. Este año 2024 pensé poner una foto mía con mi madre, pero no lo he hecho por pudor. Al final, me he inclinado por componer un sencillo belén con las figuras que me han ido regalando unas amigas mías del instituto secular Filiación Cordimariana en los últimos años. 

Empezaron regalándome la figura de un apuesto san José en posición orante. Confieso que me encantó por su original candidez. El año pasado me entregaron la figura de la joven María con el pequeño Jesús en sus brazos. Y este año han completado la escena con la figura de un pastor que porta una ovejita. Todas las figuras son pesadas y poseen una extraña belleza. Las he colocado en una mesita redonda que tengo en mi cuarto. He añadido una pequeña vela plateada y tres bolitas rojas. He evitado el espumillón y otros aditamentos navideños. El conjunto está frente a la mesa de mi escritorio. Cuando trabajo, veo las figuritas, me detengo unos segundos y oro al Señor.


Me gustaría ser como san José para aprender a orar con más sosiego y confianza. Su postura corporal me transmite serenidad y actitud contemplativa. Sus manos entrelazadas crean una oquedad que parece ser el receptáculo de la gracia. Me gusta su túnica verde esperanza con ribetes dorados. Es un judío que traspasa el tiempo. Cuando lo miro, refreno mis prisas y recuerdo que nada debe turbarme o espantarme porque 
solo Dios basta. Las agitaciones de las últimas semanas se amansan cuando me dejo conducir por la paz que emana del joven arrodillado. 

María, vestida con una túnica blanca y dorada, está sentada. Es la joven madre que muestra al niño, fajado con ropas que son del mismo color que las de la madre. Los ojos de María se dirigen al cuerpecito del pequeño Jesús como si, adelantándose en el tiempo, quisiera decirnos: “Haced lo que él os diga”. Viéndolos a los dos, comprendo que no se entiende el hijo sin la madre, ni la madre sin el hijo. Hay entre ellos una profunda y sutil corriente de amor. También yo quisiera ser como la joven nazarena para aprender a contemplar a Jesús con amor y ofrecerlo a los demás con generosidad y belleza.


Pero confieso que la figura que más me atrae este año es la del pastor, recién incorporado al conjunto. Por una parte, me reconozco en su actitud adorante y generosa. Él, que pertenece a los grupos marginados, se ha puesto en camino para adorar al Niño y traer un regalo -un corderito- a la joven y menesterosa familia. Como la viuda del templo, da todo lo que tiene. No es calculador ni raquítico. Yo quisiera ser así. 

Con todo, donde realmente me siento a gusto es en el papel de cordero recostado en las manos del pastor. Me imagino sostenido por Jesús, el buen pastor, acunado por él, protegido, seguro en medio de mis incertidumbres. Hago mío el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta… Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo”. Pastor y cordero se funden en una sola figura que transmite sencillez, belleza, ternura y generosidad, virtudes que contrastan con la sofisticación, artificiosidad, violencia y egoísmo que a menudo se respira en nuestra sociedad cainita. Sí, yo quisiera ser ese pastor adorante y generoso y, sobre todo, ese cordero confiado.


La escena se completa con un velita y tres bolas rojas. La velita blanca y plateada simboliza la luz que vence toda tiniebla. Y las bolas rojas, además de ser una pequeña concesión a los símbolos navideños convencionales, es una expresión del Dios Padre, Hijo y Espíritu que ha querido plantar su tienda en nuestro suelo. Por eso, tocan la madera oscura que simboliza la tierra. 

Esto es lo que he querido transmitir a todos mis amigos y también a los lectores asiduos de este blog. Además de la expresión Feliz Navidad en español, escrita en un color cálido y con un tipo de letra original, he añadido sus expresiones en inglés, italiano y francés porque muchos de mis amigos y conocidos se expresan en esas lenguas hermanas que me han acompañado en mi vida misionera, sobre todo durante los años en mi servicio en el gobierno general de mi congregación claretiana.

Espero que para todos los que compartimos la fe en el Hijo de Dios hecho carne o buscamos su rostro con corazón sincero, estos días de Navidad sean un tiempo de paz y alegría.


1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo por compartir tu vivencia con los diferentes personajes y elementos del Pesebre… Yo, supongo que por el hecho de ser madre, me identifico más con María… Me imagino como acogería y cuidaría a Jesús… Hoy, con tu experiencia me ayuda a ir un poco más allá y me pregunto: ¿a quién puedo acoger y cuidar, como hacía María? Agradezco su FIAT y le pido que nos ayude a ser fieles como ella lo fue.
    Feliz Navidad!!!

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