jueves, 5 de diciembre de 2024

Más que un museo


Emmanuel Macron tenía mucho interés en sacar rédito político de la reapertura de la catedral parisina de Notre Dame, pero el panorama se ha complicado mucho. El primer ministro Michel Barnier ha durado apenas tres meses en el cargo. No están yendo bien las cosas en el país vecino. En este clima de gran inestabilidad y frustración, pasado mañana se volverán a abrir las puertas de Notre Dame tras un complejo y carísimo proceso de restauración que ha durado más de cinco años. 

Recuerdo muy bien el incendio que tuvo lugar el 15 de abril de 2019. Yo me encontraba en Buenos Aires. Desde allí escribí una entrada en este blog titulada El poder de los símbolos. Terminaba con estas palabras: “Es posible que muchos piensen que se ha perdido un eslabón de la historia sin el cual no es posible reconstruir la cadena de nuestra identidad colectiva. Pero no hay mal que por bien no venga. Tal vez un incendio puede reencender la llama de una fe que parecía olvidada, pero que se mantenía viva bajo las cenizas de la indiferencia o el escepticismo”.


No sé lo que sucederá a partir de ahora, pero sé lo que ha sucedido en estos cinco últimos años. Desde el primer momento se sucedieron las donaciones, hasta el punto de que se ha conseguido más dinero del necesario para completar la restauración. Y desde el primer momento varios equipos de profesionales han acometido un proyecto modélico, poniendo lo mejor de su técnica y arte al servicio de un símbolo universal. Se podría decir que la catedral que ahora se reabre es más hermosa, limpia y segura que la que existía antes del incendio. 

No estoy seguro de que, tras la retirada de las cenizas, la restauración y la reapertura, se reencienda la llama de la fe en muchas personas, pero no es improbable que muchos se sientan conmovidos ante la belleza de un lugar que remite a Dios. Notre Dame ha sido escenario de innumerables conversiones a lo largo de la historia. ¿Por qué no puede seguir siéndolo en el siglo XXI? 

Lo que nadie puede poner en duda es que cuando los seres humanos nos empeñamos colectivamente en algo somos capaces de encontrar los recursos humanos y materiales para lograrlo. Los franceses, incluso muchos no creyentes, ven en Notre Dame un símbolo de su identidad nacional, de su historia compartida. Por eso, han logrado en un tiempo récord devolver a “su” catedral el esplendor perdido en el incendio. ¿Qué pasaría si aplicaran el mismo entusiasmo a otras causas igualmente nobles como la reconciliación política o la lucha contra la pobreza y la desigualdad? Cuando queremos, podemos.


Quienes concibieron la idea de una catedral en el Medievo y se aprestaron a realizarla no pensaban en una obra efímera, de usar y tirar. No tenían plazos cortos. Sabían perfectamente que no verían el final. Construían para Dios. Por lo tanto, la obra debería ser hermosa y durar siglos. De hecho, ha llegado hasta nosotros. La verdad, la bondad y la belleza son intemporales. Aunque eran hijos de su tiempo y se atuvieron al estilo imperante, sabían que la casa de Dios va más allá de las modas. Siendo una obra hecha en el tiempo, desafía los siglos. Necesitamos obras así (en el campo de la arquitectura, la música, la poesía, la pintura, etc.) para no sucumbir a la tiranía de lo volátil y efímero. 

Una catedral como Notre Dame nos recuerda de dónde venimos, quiénes somos y adónde vamos. Es una verdadera Biblia en piedra y vidrio. No me extraña que los franceses hayan puesto tanto interés en recuperarla. Quizás es una forma algo nostálgica e indirecta de reconocer que necesitan un mapa para no perderse en el laberinto actual. Pero lo mismo podríamos decir cualquiera de nosotros. Los pueblos que han sido capaces de construir catedrales para Dios al servicio del pueblo están menos expuestos a las idolatrías del presente. Pero para ello hay que saber que una catedral es mucho más que un hermoso museo.



1 comentario:

  1. Me gusta este enfoque que le das de que con la reapertura de Nôtre Dame, se puede encender la llama de la fe en muchas personas… Me ha llevado a pensar en cuantas veces, debajo de las cenizas, todavía encontramos ascuas… de que las cenizas también pueden ser una señal de resurrección, de que algo nuevo puede surgir…
    Gracias Gonzalo por tu afirmación: “cuando queremos, podemos”.

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