lunes, 28 de diciembre de 2020

Los inocentes olvidados

La página Religión Digital comienza este día con una inocentada que dejará a más de un lector perplejo: Martínez Camino sustituirá a Sarah como prefecto para el Culto Divino. Es probable que a muchos lectores de este Rincón, que tal vez no saben quiénes son Martínez Camino o Sarah, la pretendida exclusiva los deje fríos. Por mi parte, no voy a castigaros con una inocentada como la de hace cuatro años. Este 2020 no está para muchas bromas, aunque el comienzo de la campaña de vacunación contra el Covid-19 en la Unión Europea parece que está levantando un poco el ánimo. Esperemos que sea como les gusta decir a políticos y periodistas− “el principio del fin”.

La Iglesia celebra hoy la fiesta de los Santos Inocentes. Como es sabido, solo el evangelista Mateo (2, 13-18) habla de este episodio. Lucas, el otro evangelista que escribe sobre la infancia de Jesús, se limita a decir que “cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret” (2,39). No menciona en absoluto la huida a Egipto o la matanza de los niños menores de dos años en Belén por orden del rey Herodes. Tampoco el historiador judío, Flavio Josefo, enemigo declarado de Herodes, hace la más mínima referencia a esa supuesta masacre. Exégetas e historiadores no saben precisar la verosimilitud de la narración de Mateo, aunque se han hecho intentos algunos muy artificiosos para hacerla compatible con otros datos probados. Lo que es evidente es que Mateo, que escribe sobre todo para cristianos provenientes del judaísmo, tiene mucho interés como mostré en la tabla de ayer− en hacer ver que Jesús es el nuevo Moisés. Como él, pues, “tiene que” venir de Egipto, sobrevivir a la matanza de sus coetáneos y hacer un verdadero éxodo de la esclavitud a la libertad. En otras palabras, Mateo, sobre la falsilla de la historia de Moisés, quiere poner en evidencia que solo Jesús es el verdadero salvador y que no hay poder ni “faraón” (en este caso Herodes) que pueda contra él.

La Iglesia ha reinterpretado este relato de muchas maneras a lo largo de la historia. Hoy se habla de la “matanza de los inocentes” como de un paradigma que nos recuerda las continuas matanzas de inocentes a manos de los poderes del mal. En muchos casos, estos inocentes reciben un verdadero bautismo de sangre, por más que no puedan confesar con sus labios a Jesús. La categoría “inocentes” se aplica hoy a muchas clases de personas: niños abortados, menores explotados y prostituidos, niños soldados, personas extorsionadas y chantajeadas por motivos diversos, etc. ¿Cómo creer que la salvación de Jesús alcanza también a estos “inocentes” que nunca obtendrán la compensación humana que necesitan? Para ellos no hay juicios válidos ni sentencias absolutorias. Parece que, desde que nacen, están condenados a ser moneda de cambio de los muchos Herodes que no tienen escrúpulos en matar con tal de conseguir sus intereses. 

La página bíblica es solo un espejo en el que vemos reflejadas las innumerables vejaciones a que son sometidos muchos niños en todo el mundo. El mensaje que el Evangelio de Mateo nos transmite es nítido: el “indefenso” niño Jesús es más fuerte que el poder del mal, igual que la luz acaba derrotando siempre a las tinieblas. Es, pues, un mensaje de confianza en la victoria final de quienes son víctimas inocentes. Alentados por esta “buena nueva”, quienes nos decimos seguidores de Jesús hacemos todo lo posible por “adelantar” esta victoria final a las dolorosas situaciones actuales. Hay muchísimos cristianos involucrados en la lucha contra la explotación infantil y en la defensa y promoción de los derechos de los niños.

Quizá en un día como hoy podemos pensar también en las “víctimas” inocentes que nosotros hemos ido dejando en las cunetas de la vida. A veces de manera consciente y muchas de forma inconsciente, hemos herido a algunas personas y no hemos tenido la oportunidad (o no hemos querido) de restañar las heridas. En ocasiones, hemos ignorado a algunos, castigándolos con el látigo de nuestra indiferencia, hemos pronunciado juicios injustos, puede que hasta hayamos calumniado sin desdecirnos… En otras palabras, es muy probable que también nosotros hayamos sido en ocasiones pequeños Herodes que han robado la inocencia de los más débiles o que han aprovechado su superioridad física, moral, intelectual o económica para humillar, denostar o preterir. Hoy, fiesta de los Santos Inocentes, más que ser un día para multiplicar inocentadas originales, es una oportunidad única para orar por todas esas personas a las que hemos herido a lo largo del camino de la vida y, si es posible, pedirles perdón y poner el bálsamo del cariño y la misericordia en las heridas no curadas. De esta manera, la liturgia se hace viva, no se reduce a una conmemoración sin consecuencias.

1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo porque nos llevas a una revisión profunda, resaltando que: “es muy probable que también nosotros hayamos sido en ocasiones pequeños Herodes que han robado la inocencia de los más débiles o que han aprovechado su superioridad física, moral, intelectual o económica para humillar, denostar o preterir”…
    Me lleva a pensar que muchas veces no profundizamos y cuando leemos “inocentes”, automáticamente nos viene la imagen de los niños… Y hay muchas personas “inocentes” . Hay quien al pasar de la madurez a la vejez, adquiere esta sencillez, se vuelven como niños… Muchos enfermos que también, por su debilidad, pasan a ser de este grupo y tantas otras situaciones… La fiesta de hoy nos puede llevar a analizar nuestras actitudes en este aspecto.
    Me sorprende que de un hecho de tanta magnitud, sea como sea interpretado, se haya derivado a un día en el que se juega a quien hace la broma más importante e inverosímil.

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