Desde este Rincón
pido perdón a los lectores que en algún momento se hayan podido sentir incomodados
por algunas entradas publicadas y, sobre todo, agradezco a todos vuestro apoyo
silencioso. Lo hago sirviéndome del precioso vídeo promocionado por la Fundación La Caixa y
ambientado en la basílica barcelonesa de Santa
María del Mar. Tanto la novela de Ildefonso Falcones La catedral del mar,
como la serie televisiva inspirada en ella, me han acompañado en este año. Pero
el lugar está asociado para mí a las predicaciones que allí tuvo san Antonio
María Claret, de cuya muerte hemos celebrado el 150 aniversario en este año. Que él interceda por todos nosotros ante el Señor de la vida y de la historia.
jueves, 31 de diciembre de 2020
Entregar el año 2020
Lo más probable
es que en el futuro se hable del año 2020 como “el año del coronavirus”. Es verdad que han sucedido otras muchas
cosas, pero la pandemia lo ha coloreado todo, al menos en Europa y en América.
Hoy, último día del año, nos enteramos de que el parlamento británico ha aprobado el acuerdo posBrexit con la
Unión Europea. Una
alegre marea verde por las calles de Buenos Aires celebra que Argentina haya legalizado el aborto
voluntario hasta la 14 semana de embarazo. Otras
muchas personas, probablemente muchas más, lamentan el paso dado. A pesar de
haber empezado con buen pie el otoño, parece que mi querida Italia está gestionando mal esta segunda ola
de la pandemia. Leo también que en
el año que termina 20 misioneros han sido asesinados.
Los resúmenes de 2020 se alternarán con
las perspectivas para 2021. Cada uno de nosotros tendrá su propio adjetivo para
calificar este año. Hace días, un periódico lo tildaba de “maldito”. También se
han usado palabras como extraño, raro, incierto, cruel, desconcertante, agotador,
interminable, triste, aciago, perdido, fatídico, inmerecido… Algunos se atreven con
palabras más positivas: cuestionador, aprovechado, promisorio… Además de las
palabras, hay imágenes que se han quedado guardadas en la retina. Algunas parecen
universales: los camiones militares llevando ataúdes en Bérgamo (Italia), los féretros
alineados en el Palacio de Hielo de Madrid, el papa Francisco caminando solo bajo la
lluvia en una plaza de san Pedro vacía, la gente aplaudiendo en las ventanas, sanitarios
tratando de mantener en vida a los enfermos de las UCIs.
Yo termino este
año 2020 con 343 entradas publicadas en el blog, 15 menos que en 2018, pero 53
más que el año pasado. A partir de marzo, muchas (yo diría que un 90 por
ciento) han tenido como trasfondo la pandemia. Me he referido a ella desde innumerables
puntos de vista. He procurado hacerme eco de lo que me llegaba a través del testimonio
de algunas personas afectadas, de muchas lecturas y de mi propia experiencia de
confinado de lujo. Reconozco que en todo este largo tiempo nunca me ha faltado
trabajo, techo, comida y compañía. En algún momento me he sentido mal por estar
demasiado bien cuando sabía que muchas personas −incluidas algunas de mi propia
familia y de mi congregación misionera− estaban sufriendo. ¡Qué difícil es
gestionar estos sentimientos tan contradictorios! Los meses de marzo y abril
fueron especialmente duros y desconcertantes. La celebración de la Semana Santa
me ayudó a poner la clave pascual en el pentagrama de una pandemia que no hacía
sino multiplicar las notas disonantes. El verano supuso una suave tregua, la
posibilidad de encontrarme físicamente con algunas personas de las que había
estado lejos en los primeros compases de esta “sinfonía inacabada”. El otoño y
la llegada de la temida “segunda ola” han reabierto viejas heridas y, sobre
todo, han añadido un nuevo ingrediente: el cansancio.
¿Qué hacer con
este inmenso caudal de palabras, imágenes y sentimientos? Los creyentes sabemos
cuál es la mejor respuesta: entregárselo a Dios. No hablo de acción de gracias,
petición de perdón o súplica ardiente. Hablo simplemente de “entrega”. Parafraseando
la oración que el sacerdote pronuncia en el momento de presentar los dones eucarísticos,
podríamos decir algo parecido a esto: “Bendito seas, Señor, Dios del
universo, por este año 2020, fruto de circunstancias imprevisibles y decisiones
conscientes, que recibimos de tu generosidad y ahora te entregamos. Él será
para nosotros un año de gracia”.
Es verdad que a cada uno nos toca interpretar
nuestra parte en esta inmensa partitura, pero el resultado final no es la suma
de nuestras interpretaciones personales, sino un plus que solo puede
producir la gracia de Dios. Entregar el año 2020 no implica abdicar de
nuestras responsabilidades, sino confiar en que Dios sabrá sacar partido de
todo cuanto ha sucedido. El nos ayudará a ver la
otra cara del tapiz cuando nosotros solo vemos un revoltijo de lanas de
colores. Entregar el año a Dios nos libera del peso acumulado, nos devuelve la
ligereza que necesitamos para empezar el nuevo año con humildad, gratitud y
buen ánimo. El tiempo no nos pertenece. El tiempo es de Dios.
4 comentarios:
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Gracias P. Gonzalo por compartir tus reflexiones. Ofrezcamos al Señor el año 2020, y miremos el 2021 con esperanza, valentía y optimismo. Le felicito por sus reflexiones, muy profundas.
ResponderEliminarEste blog me ha acompañado desde que tuve conocimiento de su existencia (coincidiendo con el inicio de la pandemia)como encuentro "nutritivo" a nivel emocional, intelectual, espiritual...siendo en determinados momentos consuelo ante las dos grandes pérdidas que hemos tenido en la familia. Muy agradecida por su generosidad, talento y pedagogía. Los mejores deseos para el 2021 P.Gonzalo.
ResponderEliminarEs muy triste y difícil de comprender la legalización del aborto nos dejó totalmente desolados . Es posible que siempre gane el mal ? Tengo que tener esperanza y fe en Dios y que la Virgen de la Consolación nos de PAZ y aceptación Cristina Llorente Argentina
ResponderEliminarEntregar el año 2020 nos ayuda a valorar también todo lo que ha habido de positivo, porque ha sido un año de contrastes: necesitamos seguridad y se abren muchas inseguridades… días de fiesta que para muchos son días de duelo… Necesidades que despiertan solidaridad… momentos de luz compartidos con oscuridades… Momentos de paz combinados con otros de lucha… Momentos de oración en la que hay necesidad de “agarrarse” a Dios y momentos de acción de gracias… Momentos de celebrar la “vida” con aprobación del aborto…
ResponderEliminarY desde el Blog, sentirme muy acompañada en este tiempo difícil… Gracias Gonzalo por tu constancia y profundidad, por compartir aquello que tu vives, que no es teoría.
Un abrazo, deseando que podamos vivir una buena salida del 2020 y mejor entrada al 2021.