jueves, 10 de diciembre de 2020

Obras son amores

Cuando queremos decir que hay que pasar de las palabras a la acción solemos invocar un viejo refrán castellano: “Obras son amores, que no buenas razones”. Hay otros refranes que apuntan en la misma dirección: “A la prueba, buen amor”, “El amor y la fe, en las obras se ven”; “No hay predicador como Fray Ejemplo”; “Si bien me quieres, Juan, tus obras me lo dirán”. Estamos acercándonos a la Navidad. Sentimos que tenemos que hacer algo si queremos que nuestras felicitaciones vayan más allá de los buenos y, con frecuencia, manidos deseos. No basta con decir “Feliz Navidad” o “Felices fiestas”. Tenemos que hacer lo posible por que sea así. Este año 2020 tenemos muchas oportunidades para expresar nuestro amor con gestos concretos. Al final de la entrada de hoy he puesto, a modo de ejemplo, un vídeo que muestra algunas de las “obras” que los claretianos de Filipinas están haciendo para ayudar a algunos damnificados por los recientes tifones. Es solo un botón de muestra. Ya sé que cada vez que se muestran acciones de este tipo siempre hay un grupo de personas que las tildan de “asistencialismo”. Y quizá lo serían si se limitaran solo a gestos esporádicos, totalmente desconectados de la trama cotidiana; en otras palabras, si no fueran expresión de un compromiso sostenido en el tiempo y, sobre todo, de un esfuerzo por ayudar a las personas necesitadas a salir de su situación con sus propios recursos.

¿Qué “obras” podemos hacer este año con los necesitados de siempre (las pandemias crónicas del desempleo, la falta de vivienda o alimento, etc.) y con los nuevos necesitados como consecuencia de la nueva pandemia de Covid-19? ¿Es posible hacer algo significativo sin salir de casa, sobre todo en aquellos lugares en los que las autoridades han restringido mucho la movilidad? Se me ocurren algunas “obras” que ya he visto realizadas por varias personas cercanas a mí:

  • Llamar por teléfono a personas que viven solas (sobre todo, ancianas) y que necesitan que alguien las escuche sin prisas y, en caso de necesidad, que les haga algún favor.
  • Ingresar cierta cantidad de dinero en alguna cuenta abierta por ONGs que se preocupan de atender a los damnificados por catástrofes naturales u otras emergencias.
  • Hacer algún regalo significativo a alguna persona que lo necesite y enviárselo directamente a su casa a través de Amazon u otra empresa de venta online.
  • Asumir el pago mensual del alquiler de la vivienda a alguna familia especialmente necesitada dentro de nuestro entorno.
  • Escoger la mejor ropa que ya no usamos y entregarla a Caritas o hacerla llegar directamente a personas que pueden necesitarla.
  • Ponernos en contacto con nuestra parroquia para preguntar en qué podríamos colaborar durante este tiempo. Es frecuente organizar campañas de recogida de alimentos durante el tiempo de Navidad. 
  • Facilitar algunas videollamadas a enfermos de Covid-19 que no disponen de medios técnicos para comunicarse con sus seres queridos.

Aunque a veces es útil una cierta publicidad, sobre todo cuando se trata de instituciones que pueden arrastrar a otras personas, lo mejor es siempre guiarse por el principio evangélico de que “no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mt 6,3). Admiro a muchas personas a menudo pensionistas con ingresos muy justos que regularmente hacen su aportación para los pobres de su comunidad parroquial. Se comportan como esa pobre viuda de la que habla Jesús. De ella dijo que “ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir” (Lc 21,3-4). Creo que muchos pensionistas generosos entrarían perfectamente en esta categoría. 

Otra “obra” es la oración paciente por las personas que nos lo piden y también por aquellas que, aunque no nos lo pidan, sabemos que lo necesitan. Orar por los demás es una verdadera expresión de amor. Pero eso significa que creemos de verdad en el poder de la oración. No oramos para manipular a Dios al servicio de nuestros intereses y necesidades, sino para que nosotros y las personas por las que intercedemos estemos siempre dispuestos a cumplir su voluntad. A veces nos da miedo hablar en estos términos porque tememos que Dios nos pida sacrificios dolorosos o imposibles, pero no puede haber nada mejor para nosotros que la voluntad de Dios. Jesús nos lo ha dicho de manera inequívoca: “Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!” (Mt 7,11). La oración es siempre un manantial de esperanza. Y más en estos tiempos en los que estamos muy tentados de perderla. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.