domingo, 27 de diciembre de 2020

Cuando las dificultades unen

En la Unión Europea la vacunación contra el Covid-19 ha comenzado hoy, que celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Imagino que es una mera coincidencia, pero le encuentro alguna vinculación con las lecturas de este domingo que sigue a la Navidad. Desde niños sabemos de memoria la historia de la Sagrada Familia que se refugia en Egipto huyendo de la persecución de Herodes. Mateo, cuya narración se lee en el ciclo A,  cuenta una historia para dar una lección de teología. En realidad, no sabemos qué sucedió con José, María y el pequeño Jesús. De lo que no nos cabe ninguna duda es de lo que Mateo quería transmitir a los lectores de su Evangelio, incluyendo a nosotros que lo leemos hoy. El mensaje es muy claro: Jesús es el nuevo y definitivo Moisés que nos sacará de la esclavitud a través de un éxodo. ¿Cómo hacer comprensible este mensaje para los cristianos provenientes del judaísmo, pero también para cualquiera que desee saber quién es Jesús? Mateo echa mano de un recurso frecuente: comparar a Jesús con un personaje sobradamente conocido, Moisés. El paralelismo es claro:

 

MOISÉS

 

 

JESÚS

Para debilitar al pueblo de Israel, el faraón impartió la orden de echar al río a todos los hijos de los hebreos (cf. Ex 1,15-22).


Para eliminar a un posible competidor, Herodes hizo matar a todos los niños de Belén (cf. Mt 2,16-18).

Moisés fue el único que se salvó de la masacre del faraón (Ex 2,1-10).


Jesús fue el único que se salvó de la matanza de Herodes.

Más tarde, Moisés huyó al extranjero para evitar que lo mataran (cf. Ex 2,15).

José, María y Jesús huyen a Egipto escapando de Herodes (cf. Mt 2,14-15).

 

Finalmente, cuando murió el faraón, Dios dijo a Moisés: “Anda, vuelve a Egipto, porque han muerto todos los que intentaban matarte. Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los montó en un asno y se dirigió a Egipto” (Ex 4,19-20).

Estas mismas palabras se repiten literalmente en el evangelio de Mateo (v. 20). Para resaltar mejor el paralelismo, el evangelista renuncia hasta a la corrección del uso impropio del plural. Era uno solo –Herodes– quien quería matar a Jesús, pero Mateo mantiene la expresión usada a propósito de Moisés: “Han muerto todos los que…”.


En el relato del Éxodo se hace referencia al asno como instrumento de transporte.

En el Evangelio no se habla de que José, María y Jesús utilizaran un asno para su desplazamiento, pero la tradición popular y los pintores han introducido este elemento en la historia de la huida a Egipto, lo cual demuestra que eran conscientes del paralelismo con la historia de Moisés.


Jesús es nuestro Libertador. Esta es la “buena noticia” que resiste el paso del tiempo. Es probable que, en el contexto de la pandemia, pensemos que nuestra verdadera “salvación” va a venir de la vacuna que hoy comienza a suministrarse en la Unión Europea. ¡Ojalá sea eficaz y no tenga contraindicaciones! Pero nosotros sabemos muy bien que una vacuna nos inmuniza contra un virus, pero no nos “salva” de ese virus radical que es el pecado. Por eso, volvemos nuestros ojos a Jesús. El mensaje de los ángeles en la noche de Navidad era claro: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador”. Él es nuestra verdadera vacuna contra el mal. 

Este año leemos el ciclo B. El Evangelio de hoy nos cuenta el conocido pasaje en el que Lucas narra la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén (Lc 2,22-40). El mensaje es también claro. Lucas pone en labios del viejo Simeón un mensaje parecido al que los ángeles dirigieron a los pastores: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Jesús es el verdadero Salvador, la luz que alumbra a todos los seres humanos. La salvación pasará a través de la muerte: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.» María y José quedan incorporados a la misión de su hijo Jesús, como una verdadera familia que realiza la voluntad de Dios en medio de las pruebas de la vida. 

¿Por qué la Iglesia ha colocado en el domingo que sigue a la Navidad la fiesta de la Sagrada Familia? Creo que porque quiere mostrar que la salvación no nos viene a través de un Jesús solitario, como si fuera una especie de Superman que no necesita de nadie, sino de un Jesús humano que forma parte de una familia junto con María y José. Esa ha sido su escuela de humanidad. Los Evangelios apenas nos dicen nada acerca de esta vida familiar, pero podemos intuirla a partir de los frutos que produjo. En el relato de Mateo, además del paralelismo evidente con la historia de Moisés, se pone de relieve que, a diferencia de lo que a veces sucede con otras familias, las dificultades (persecución, huida, etc.) hacen que la familia de Nazaret se una más, aprenda a ser una comunidad peregrina. En el relato de Lucas que leemos este año se subraya la libertad de Jesús frente a una familia que puede poner obstáculos a su misión. En ambos casos, la familia de Jesús no se ajusta a los cánones de una familia nuclear moderna. En cierto sentido, es una familia que rompe moldes, que nos deja descolocados, que nos proyecta más allá de cualquier modelo.

Todos los años sentimos la llamada a iluminar nuestras realidades familiares de hoy desde el modelo de la familia de Jesús, María y José. Pero no debemos hacer trasvases culturales. Una familia judía del primer tercio del siglo I tiene muy poco que ver con una familia moderna de cualquiera de nuestros pueblos o ciudades. Lo que importa es percibir el espíritu de amor y libertad que caracteriza toda experiencia familiar auténtica. Lo que constituye de verdad a una familia es la decisión conjunta de hacer la voluntad de Dios, por encima de cualquier obstáculo o dificultad. Este es el punto de unión de Jesús, José y María. Cada uno tuvo que renunciar a sus planes personales para ponerse al servicio de la misión recibida. 

Ayer, ojeando la edición digital del Corriere della Sera, me llamó la atención una noticia que se suele repetir todos los años en este tiempo de Navidad. Un anciano italiano llamó a los carabinieri para que vinieran a su casa y brindaran con él. Literalmente les dijo por teléfono: «Non mi manca niente, mi manca solo una persona fisica con cui scambiare gli auguri di Natale. Ho 94 anni e sono depresso» (No me falta nada, me falta solo una persona física con la que intercambiar la felicitación de Navidad. Tengo 94 años y estoy deprimido). Los carabinieri se desplazaron hasta su domicilio y brindaron con el anciano solitario. En el periódico de hoy leo que algo semejante hizo una anciana. ¿No es esta una forma de mantener vivo el espíritu familiar en este tiempo tan complejo?

Os dejo con un precioso regalo en esta fiesta de la familia: el gran Andrea Boccelli cantando el Hallelujah de Leonard Cohen con su hija Virginia en el teatro de Parma el pasado 13 de diciembre.



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