lunes, 12 de octubre de 2020

Las dos caras del tapiz

Se acumulan tantos motivos en este lunes 12 de octubre que no sé por dónde empezar. España festeja su Fiesta Nacional en sordina, en muchas partes (sobre todo, en Zaragoza y Aragón) se celebra la Virgen del Pilar, en Italia es el primer año que celebramos la memoria del beato Carlo Acutis (fallecido tal día como hoy en 2006 y beatificado el sábado en Asís). Los periódicos hablan de otras cosas: por ejemplo, del triunfo “estratosférico” de Rafa Nadal ayer en París, de la evolución de la pandemia en el mundo y del probable triunfo de Joe Biden en las próximas elecciones en los Estados Unidos (aunque yo no estoy tan seguro). A estos motivos públicos, cada uno de nosotros añadimos otros recuerdos más personales. Si algo he aprendido del joven Carlo Acutis – que no tuvo tiempo de escribir un tratado de teología o de fundar una institución – es que hay que contarle a Jesús lo que nos pasa. Él se acercaba todos los días a la iglesia más cercana para hablar con su Amigo. Se arrodillaba delante del Santísimo y se dejaba mirar. Le gustaba repetir que con Dios pasa lo mismo que con el sol. Si te pones delante de él, acabas bronceado. Si contemplas a Dios, aunque no te des cuenta, acabas transformado por dentro. Es probable que tú no lo percibas, pero los demás se irán dando cuenta de que “te ha pasado algo”, de que no eres la misma persona.

Cuando nos levantamos cada día y ponemos en pie el mundo, solemos tener la impresión de hallarnos ante un manojo de acontecimientos que se entrecruzan de manera caótica. La impresión se parece a la que experimentamos cuando vemos un tapiz por su cara oculta. Lo que aparece son hilos de lana revueltos, masas de colores mezclados, zigzags incomprensibles. Cuando le damos la vuelta al tapiz, vemos una composición armónica y hermosa. Esto mismo nos pasa en la vida. La contemplación superficial de “lo que pasa” nos sume en el desconcierto porque no percibimos las conexiones entre unos acontecimientos y otros. Parece que cada hilo sigue una trayectoria que no tiene que ver nada con la de otros hilos. Es fácil que nos sintamos confusos y perdidos. Necesitamos “darle la vuelta” al tapiz de la vida para comprobar que todo tiene un propósito, que Alguien va dibujando su designio de amor con los hilos multicolores de nuestras caóticas experiencias. Hablar con Jesús nos ayuda a realizar este ejercicio de “dar la vuelta” al tapiz de la historia. Carlo Acutis era un maestro en este arte del coloquio con su Amigo. Por eso, pudo conservar hasta el último momento de su vida una actitud alegre y esperanzada, incluso cuando le diagnosticaron una leucemia del tipo M3 que acabó con él en cuestión de días.

Hoy se cumplen once años de la muerte de mi padre. Su recuerdo no me produce tristeza porque desde el primer momento se lo entregué a Dios. ¿Quién puede ocuparse mejor de nuestros seres queridos sino Aquel que los ha llamado a la existencia? Cada año que pasa siento que la presencia de mi padre se me hace más íntima, serena y estimulante. Creo profundamente en el misterio de la comunión de los santos. Meditando sobre el final que nos aguarda a todos los que nos dejamos querer por Dios, entiendo un poco mejor el complicado tapiz de la historia que nos ha tocado vivir. Nosotros, consciente o inconscientemente, enredamos las cosas, confundimos los colores, alteramos las formas, pero Dios se las arregla para sacar partido incluso de nuestros pecados. Él quiere dibujar en cada uno de nosotros la imagen de su hijo Jesús. Ese es el propósito de nuestra vida. Lo leemos en la carta a los Efesios: “Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1,9-10). ¿Cómo podríamos estar seguros de que este es el “plan de Dios” si no dedicamos tiempo para que Él nos lo cuente? Solo la contemplación serena nos permite intuir cómo es la otra cara del tapiz. La que vemos cada día apenas nos deja intuir la belleza de la realidad definitiva.



2 comentarios:

  1. La beatificación de Carlo Acuti me hace pensar en tanta gente anónima, esparcida por todos los rincones del mundo, que son “santos” sin ser reconocidos, no hacen ruido, pero entregan su vida por los demás.
    Hoy también recuerdo el aniversario de la muerte de una de mis abuelas y a pesar de mi corta edad, recuerdo perfectamente el momento de su muerte inesperada… En aquellos momentos no entendía nada, pero la imagen quedó grabada.
    Desde el primer momento en que escuché de ti, Gonzalo, este consejo de “entregar a Dios, la vida de nuestro ser querido” que me ha ayudado a vivir la muerte de manera diferente… Lo tengo presente, cada vez que ocurre y que no han sido pocas. Gracias por recordarlo... Me uno a ti en la acción de gracias por la vida de tu padre.
    Gracias por el ejemplo, muy gráfico, del tapiz… Ojalá podamos darle la vuelta…
    Un abrazo.

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  2. Gracias por la reflexión y la exhortación

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