domingo, 25 de octubre de 2020

Un domingo francés

En Europa está a punto de terminar este XXX Domingo del Tiempo Ordinario. No he tenido oportunidad de escribir el comentario que cada domingo suelo hacer a partir del Evangelio del día. Antes de las 7 de la mañana, salí de Vic en compañía de otros tres claretianos, rumbo a la abadía de Fontfroide, el monasterio cisterciense donde Antonio María Claret falleció el 24 de octubre de 1870. A pesar de las restricciones impuestas por el Covid, era una visita obligada. Los últimos monjes cistercienses salieron del monasterio en 1901. En 1908 fue comprado por el matrimonio Gustave y Madeleine Fayet, enterrados a pocos metros de la tumba en la que Claret reposó 27 años. Esta familia, cuyos herederos mantienen todavía hoy la propiedad, se encargó de la restauración del monasterio. Hoy Fontfroide es un lugar muy cuidado, abierto al turismo. De vez en cuando se desarrollan también, en el antiguo dormitorio de los hermanos legos, actos culturales como conciertos, conferencias, seminarios, etc. Sus vinos, aceites, mermeladas y licores de hierbas se venden en la tienda que hay a la entrada. Poco a poco, la marca Fontfroide va adquiriendo renombre en el Languedoc, la tierra de los cátaros, y en toda Francia.

Hemos llegado al monasterio hacia las 9,30 de una mañana suave de otoño. A la entrada nos esperaba Arianne, miembro de la familia propietaria del lugar. Nos conocemos desde hace años. Con mucha amabilidad nos ha acompañado a la vieja iglesia gótica. En la capilla de San Bernardo hemos celebrado la Eucaristía de este domingo. Como es lógico, hemos dado gracias a Dios por la vida de Claret y orado por todos los miembros de la Familia Claretiana y por las personas que encuentran en el santo misionero una fuente de inspiración y un poderoso intercesor. Desde allí nos hemos dirigido al viejo cementerio de los monjes. En la pared del fondo se conserva todavía la lápida del sepulcro en el que Claret estuvo enterrado desde 1870 hasta 1897 en que sus restos fueron trasladados a Vic. Hemos orado juntos y hemos grabado algunos mensajes de vídeo en español e inglés para toda la Congregación. Nos parecía que era conveniente hacer ver que Claret no está muerto en ese sepulcro, sino que su espíritu ha alcanzado todos los rincones del mundo. Creo que se ha cumplido al pie de la letra lo que Jesús dice en el evangelio de Juan: si el grano de tierra se hunde en la tierra puede producir mucho fruto. Tras dos horas en el monasterio, nos hemos dirigido a la cercana ciudad de Narbona para compartir el almuerzo con la pequeña comunidad claretiana (dos cameruneses y un argentino) que trabaja pastoralmente en la zona. Como era de esperar, hemos terminado degustando una excelente tabla de quesos franceses y un buen cava catalán etiquetado para la ocasión, regalo de un laico que se siente claretiano por los cuatro costados.

Hacia las 6 de la tarde hemos llegado de regreso a Vic atravesando los bosques que se alargan cerca del Montseny. La paleta de colores otoñales nos ha dejado boquiabiertos. Al llegar, nos hemos enterado de las nuevas medidas adoptadas por los gobiernos de España e Italia para combatir los efectos devastadores de la pandemia. Esperemos que mañana no tengamos problemas para regresar a Roma. Lo vivido en estos tres días por tierras catalanas y francesas ha sido tan intenso que no es fácil reflejarlo en unas pocas líneas. Por otra parte, la falta de tiempo y el cansancio acumulado no me permiten multiplicar las reflexiones. A veces, es suficiente dejarse llevar por la fuerza de los lugares. Donde han vivido los santos se crea un ecosistema de santidad. Todo lo que les rodea cobra un nuevo sentido. Si los admiradores de Leonel Messi, Rafa Nadal o Lewis Hamilton se emocionan con las proezas de sus héroes, ¿qué puede sentir una persona cuya vida, como es mi caso y el de tantos otros hombres y mujeres, ha sido determinada por la existencia de un santo como Antonio María Claret? De no haber sido por su fidelidad a la llamada de Dios, yo no sería el misionero que ahora soy. Claret, pues, ha sido una mediación imprescindible en la orientación de mi vida. Algo de esto he meditado estos días contemplando su sepulcro en la cripta del templo de Vic, releyendo algunas cartas que narran sus últimos días o visitando el cementerio de la abadía de Fontfroide donde sepultaron su cuerpo.



4 comentarios:

  1. Bendiciones a todos los visitantes y muy buena estadía..saludos desde Argentina

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  2. Gracias P
    Gonzalo por estas palabras que emocionan.... Gracias por este compartir de Familia....Viva Claret para siempre!!!*

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  3. Gracias Gonzalo, gracias porque a pesar del cansancio te has acordado de tus amigos del Rincón... Pocas palabras bastan para transmitir el mensaje. Gracias por ir acercandonos a Claret con palabras pero también con el testimmonio de tu vida... Un abrazo

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