lunes, 20 de julio de 2020

Encontrar a Dios en Internet

El sábado terminamos los Ejercicios Espirituales por Internet en los que han participado más de 400 personas de diversos países europeos (sobre todo, España) y latinoamericanos (sobre todo, Colombia y México). Celebramos una videoconferencia Zoom con el máximo permitido: 100 personas. Varios se quedaron en la “sala de espera” sin poder entrar. Hicimos una breve oración, repasamos la trayectoria seguida y escuchamos los testimonios de algunos. Todos habían sacado partido de una iniciativa que tuvimos que improvisar debido a las restricciones impuestas por la pandemia. Para mí lo más significativo fue comprobar que es posible seguir un itinerario espiritual compartido por laicos y consagrados, jóvenes y mayores, europeos y latinoamericanos. Nuestra propia casa se puede convertir en “casa de retiros” cuando somos capaces de encontrar espacios y tiempos para el silencio y la oración. No siempre es posible ni siquiera necesario trasladarse a un monasterio o a una casa de espiritualidad.  La pandemia nos ha obligado a profundizar en la espiritualidad doméstica, en el encuentro con Dios en los avatares de la vida cotidiana.  Como es probable que algunos lectores del Rincón estén interesados en conocer algo más de la experiencia, incluso a realizarla ellos mismos, voy a dedicar la entrada de hoy a comentar algunos aspectos.

La pandemia ha desajustado en muchos casos nuestro mapa personal. Se nos hace más difícil orientarnos. Incluso muchas personas han entrado en una especie de suave depresión que les impide vivir este tiempo con serenidad, alegría y esperanza. ¿Cómo recrear las fuentes que nos dan el agua que necesitamos? ¿O cómo profundizar en las cinco relaciones básicas que nos configuran? Siguiendo la metáfora de los exploradores, ¿cómo ajustar nuestras coordenadas? Cada uno de nosotros está configurado por cinco relaciones básicas: consigo mismo (autoconciencia), con los demás (alteridad), con el mundo, entendido como naturaleza, sociedad y ciberespacio (mundanidad), con el tiempo (historicidad) y con el Misterio de Dios (trascendencia). Podemos ignorarlas o menospreciarlas, pero entonces pagamos el precio de una pérdida del sentido de la vida. Lo más sensato es cultivarlas de la manera más profunda e integral posible. El encuentro con Jesús ha dotado de sentido y plenitud a todas estas relaciones. Cuando las vivimos “con Espíritu” (este era el título general de los Ejercicios Espirituales), entonces todo cambia. La relación con nosotros mismos no es en clave de narcisismo o subjetivismo, sino de filiación. Vivir como hijos es nuestra identidad más profunda. Los demás no son extraños, competidores o enemigos. Jesús nos llama a vivir como hermanos. El mundo no es un espacio para dar rienda suelta a nuestra manía explotadora. Nuestra vocación es la de vivir como cuidadores de la “casa común”.  El tiempo no es solo un trayecto entre el nacimiento y la muerte, sino una peregrinación a la casa del Padre. Los cristianos no estamos llamados a disfrutar “que son dos días”, sino a vivir como peregrinos. Por último, nuestra apertura al Misterio es una invitación a vivir como adoradores. [En los enlaces anteriores se pueden ver los vídeos de las diversas meditaciones. Para evitar el tiempo de espera, conviene desplazarse directamente hasta el minuto 15].

Si tuviera que describir una espiritualidad para hoy, me inclino por resumirla así: vivir como hijos, hermanos, cuidadores, peregrinos y adoradores. Cada una de estas cinco palabras expresa el modo de vivir las cinco relaciones que nos configuran como seres humanos. Todas son necesarias. Cuando prescindimos de una de ellas rompemos la armonía de nuestra vida. Hay personas muy sensibles a la naturaleza (pensemos en tantos ecologistas actuales) que no quieren saber nada de Dios. O personas que se presentan como creyentes, pero que consideran que eso del “cuidado de la casa común” es una moda que se ha inventado el papa Francisco. O narcisistas que están obsesionados con el propio yo y consideran que los demás son solo sus admiradores o sus esclavos. O gente muy solidaria que ve la muerte como el final de nuestra trayectoria y no cree que estemos llamados a la vida eterna. Es muy frecuente que se den en nosotros omisiones, descuidos, desequilibrios y hasta negaciones. No nos extrañemos entonces de que la vida vaya perdiendo su sentido y tengamos que rellenar el vacío a base de entretenimientos varios o de huidas hacia adelante. Las personas que saben armonizar las cinco relaciones, que procuran vivirlas con la luz y la energía que nos proporciona el Espíritu de Jesús, son las personas verdaderamente “espirituales”. No se les ahorra el combate de la vida ni están exentas de crisis y contradicciones, pero saben de dónde vienen, por qué viven y a dónde se dirigen. En tiempos como los que corren, esto es un verdadero tesoro. Durante los Ejercicios Espirituales hemos hecho un esfuerzo por (re)descubrirlo. O por dejarnos guiar. 




1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo, leyendo la entrada de hoy vuelvo a revivir la experiencia positiva de los Ejercicios Espirituales.
    El haberlos hecho en casa tiene su ventaja porque es el lugar donde nos movemos muchas horas al día y es como un poder vivir “en conexión” con lo orado y reflexionado… Es como que han ido quedando “huellas” que vas encontrando, sobretodo en los espacios creados para el silencio.
    Otra ventaja es la de poder volver a ellos cuando queramos y las veces que sea necesario… Cuando pienso en ellos valoro el gran regalo que han sido para mi.
    Muchas semillas sembradas que irán dando fruto.
    Una vez más agradecerte toda la ilusión que has transmitido y el esfuerzo que has puesto en ello… Gracias también al P. Carlos y a todo el Equipo.

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