miércoles, 8 de julio de 2020

Roma no es la misma

Ayer caminé durante casi dos horas desde mi casa al centro de Roma con vuelta incluida. No es que la ciudad estuviera desierta como en los días del confinamiento, pero se parece poco a la urbe bulliciosa de otros años por estas mismas fechas. Son poquísimos los turistas, muchos establecimientos permanecen cerrados, hay muy poca gente en las terrazas de los bares, los autobuses van semivacíos. Es como si no nos atreviéramos a ser normales. Los conocidos que se saludan después de meses sin encontrarse no saben cómo hacerlo. Se ha puesto de moda un gesto que resulta un tanto ridículo: juntar los codos como algunos grupos esquimales se frotan la nariz. Han desaparecido los besos y los abrazos, algo casi impensable en Italia. La gente va con mascarilla “a media asta”, una especie de sí pero no. La impresión es de serenidad, pero al mismo tiempo de temor e incertidumbre, como si el enemigo nos rondara y no supiéramos por dónde va a atacar la próxima vez. El cocinero de una de nuestras comunidades romanas, peruano de origen, me comunica que ha fallecido hace una semana su padre en Lima por Covid-19 y que lo que más siente es no haber podido acompañarlo en sus últimos momentos y celebrar un sepelio digno. Se acumulan las historias de sufrimiento. Solo la naturaleza (árboles, arbustos y flores) parece seguir su curso con más desenvoltura que en otras ocasiones, como si no fuera con ella esta pandemia que ha afectado a los humanos. 

Un día parece que despegamos y al día siguiente debemos aterrizar de nuevo. No es fácil sobrellevar con entereza estos cambios bruscos. Pienso, de manera especial, en los jóvenes trabajadores y estudiantes sobre los que se cierne una enorme incertidumbre. Un joven amigo mío ha recibido hace unas semanas una carta en la que la Universidad norteamericana que le había ofrecido una beca para el próximo año le comunicaba que cancelaban el ingreso de estudiantes extranjeros debido a la situación por la que atraviesa Estados Unidos. El programa europeo Erasmus también se ha visto muy afectado. Es verdad que los políticos se están moviendo, pero, si algo nos ha enseñado la crisis, es que los planes de hoy no sirven ya para mañana. Todo muta a una velocidad vertiginosa. Tenemos que adaptarnos continuamente. Hay personas a las que esta volatilidad les supera y desgasta. Otras se las ingenian para sobrevivir. Los niños tienen una capacidad extraordinaria de adaptación, aunque es probable que con el paso del tiempo comprendamos mejor las secuelas que todo esto ha dejado en ellos.

Mantenerse sereno, no renunciar a vivir por el temor a no vivir, escuchar a las personas que peor lo están pasando, morigerar el estilo de vida y no perder nunca la confianza en la fuerza de la vida (que es como decir en Dios, autor de la vida) son actitudes que nos ayudan a seguir caminando. En los momentos difíciles hay personas que se hunden, otras no se dan por enteradas. Solo unos pocos escuchan, aprenden y reorientan su vida según los nuevos descubrimientos

1 comentario:

  1. Es como ir despertando de un sueño y la realidad no es la que se esperaba... En Catalunya ya hay un rebrote fuerte y han anunciado que a partir de mañana siempre con mascarilla, aunque se pueda mantener la distancia... Ahora somos conscientes que el tema temperatura ambiental no cuenta... y en el ambiente está la pregunta: ¿qué motivos hay ahora? Se esperaba un respiro y no lo hay.
    Se respira todavía mucho miedo, por la enfermedad y por la economía, se vive con mucha inseguridad y también se respira mucho dolor… He visto personas mayores llorar como niños por las situaciones graves que han vivido.
    Duele no poder abrazar a aquella persona que está hundida, ni darle la mano… Se vive mucha impotencia.
    No es fácil, pero como dices podemos escuchar, aprender y reorientar la vida...
    Gracias Gonzalo.

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