miércoles, 18 de septiembre de 2019

Así no vamos muy lejos

Después de la conversación que Pedro y Pablo mantuvieron en este Rincón hace apenas diez días, era claro que no habría gobierno en España y que iríamos a nuevas elecciones. Ayer se confirmaron los pronósticos. Es probable que Pedro Sánchez esté convencido, con algunas encuestas en la mano, de que en noviembre va a ganar con holgura. De hecho, ya ha comenzado a pedir el voto a los electores. No obstante, corre el riesgo de que le salga el tiro por la culata, como les pasó a David Cameron (en el Reino Unido) y a Matteo Renzi (en Italia) cuando convocaron sendos referéndums con la intención de ganarlos –es obvio– y, sin embargo, los perdieron. De David Cameron apenas se ha vuelto a hablar, a no ser con ocasión de unas recientes declaraciones sobre la triste muerte de su hijo acaecida en 2009. De Matteo Renzi se habla otra vez porque acaba de abandonar el Partido Democrático para fundar un nuevo partido que se llama Italia viva con el objetivo de luchar contra el salvinismo (la política de Matteo Salvini). No le auguro un largo recorrido. La fragmentación de los partidos italianos ha llegado a tal punto que resulta muy difícil la gobernabilidad. Me da la impresión de que tanto Pedro Sánchez como Matteo Renzi son personajes que anteponen su ego a un verdadero proyecto político colectivo. Confían mucho en sus dotes de seducción, arrastran a algunos incondicionales, sacan conejos de la chistera, pero ignoran que estas dotes sirven para un primer, efímero encantamiento, pero no para una acción de gobierno sólida, eficaz y duradera.

Lo que parece claro es que en Europa ya ha pasado el tiempo del bipartidismo, de la polarización derecha-izquierda, de los grandes debates ideológicos. El panorama se ha fragmentado mucho., de modo que será muy difícil que en este contexto un partido pueda obtener una mayoría absoluta, como, por ejemplo, la que logró Modi en la India en las elecciones del pasado mes de mayo. Los nuevos líderes no tienen que ser superestrellas un poco pagadas de sí mismas, sino, más bien, personas con gran capacidad de negociación y con la flexibilidad suficiente para llegar a acuerdos con otros partidos. Es evidente que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias son líderes que están encantados de haberse conocido. Basan mucho su estrategia en una referencia a sí mismos. Algo parecido, aunque quizá en tono menor, podría decirse de Pablo Casado, de Albert Rivera y de Santiago Abascal. Así es muy difícil llegar a acuerdos. Ellos dicen que no pueden renunciar a sus principios, que se deben a sus votantes, pero todos sospechamos que hay otros intereses ocultos. Por otra parte, los partidos reciben también presiones de empresarios, grupos de comunicación, etc. Las cosas no son fáciles.

Ya sé que lo que voy a escribir ahora puede sonar a “pecado contra la democracia”, pero tendría que haber una ley que prohibiera volver a presentarse a unas elecciones a aquellos políticos que en las precedentes no hayan sido capaces de lograr acuerdos. Creo que una ley de este tipo facilitaría la resolución de los bloqueos y, de esta forma, nos ahorraríamos también unos cuantos millones, que, con la enorme deuda pública, no estamos como para tirar la casa por la ventana.

En realidad, más allá de los atajos legales, lo que a mi modo de ver se necesita es un profundo cambio de mentalidad política, que –tal como veo el panorama– no se va a dar a corto plazo. Los partidos que dicen ser órganos al servicio de la ciudadanía se han convertido, en realidad, en organizaciones que buscan su propia subsistencia. Por muchas proclamas teóricas en sentido contrario, lo que de verdad les importa es garantizar su cuota de poder y, con ella, las prebendas aledañas. Si de verdad buscaran los intereses de los ciudadanos, hace mucho tiempo que hubieran encontrado fórmulas de colaboración como, de hecho, se encuentran en otras esferas de la vida social. Tengo la impresión de que el sentido común del ciudadano medio está muy por encima del de la mayoría de los políticos. No es extraño, pues, el enfado generalizado.

Al paso que vamos, va a ver que aplicar la fórmula que se empleó hace siete siglos para la elección del papa. Como es sabido, tras la muerte de Clemente IV (1190-1268) y después de casi tres años de interminables discusiones sin lograr un acuerdo, los mismos ciudadanos de Viterbo, ciudad italiana donde estaban reunidos, presionaron a los cardenales para que acelerasen la elección. El modo fue ingenioso, aunque no muy eficaz.  Los recluyeron bajo llave y les racionaron la comida. Visto que el acuerdo no llegaba, les dieron solo solo pan y agua. Para apremiarlos aún más, levantaron el techo del palacio episcopal con el fin de exponerlos también a las inclemencias meteorológicas. Aun así, fue imposible el acuerdo, por lo que los quince cardenales electores delegaron en seis, quienes finalmente eligieron a Teobaldo Visconti, que tras su consagración tomó el nombre de Gregorio X (1272-1276). No creo que haya que llegar a tanto, pero la historia es sabia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.