domingo, 24 de noviembre de 2019

Las tentaciones del rey Jesús

Una de las primeras canciones litúrgicas que aprendí en mi breve etapa de monaguillo fue “Anunciaremos tu reino, Señor” del gran músico Cristóbal Halfter, que ya ha cumplido 89 años. Repasando la letra, caigo en la cuenta de que expresa bien en qué consiste el reinado de Jesús: “Reino de paz y justicia / Reino de vida y verdad / Tu reino, Señor, tu reino. / Reino de amor y de gracia / Reino que habita en nosotros / Tu reino, Señor, tu reino. / Reino que sufre violencia / Reino que no es de este mundo / Tu reino, Señor, tu reino. / Reino que ya ha comenzado / Reino que no tendrá fin / Tu reino, Señor, tu reino”. Me vienen estos recuerdos en el XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. La Iglesia cierra el año litúrgico con la Solemnidad de Jesucristo Rey del universo. El Evangelio de hoy (Lc 23,35-43) presenta un cuadro estremecedor. Jesús está clavado en la cruz. A su lado hay dos malhechores también crucificados, uno a la derecha y otro a la izquierda. Al fondo, “el pueblo estaba allí mirando”. Este es el verdadero salón del trono del reino que Jesús ha venido a instaurar. De todos los presentes, parece que solo una persona comprende de qué se trata; las demás se comportan como espectadores insolentes. Los magistrados “le hacían muecas”; los soldados “se burlaban de él”; uno de los malhechores “lo insultaba”. No se puede decir que el rey Jesús fuera muy popular.

En realidad, tanto los magistrados como los soldados y uno de los malhechores ponen voz a las mismas tentaciones que Jesús experimentó al comienzo de su misión (cf. Lc 4,1-13). El principio y el final están atravesados por la invitación diabólica a hacer de su reinado mesiánico un ejercicio de poder y dominación. Pero Jesús no corta su relación filial con el Padre para convertirse en un rey autocéntrico, no sucumbe al principio “sálvate a ti mismo”, que ha hecho de nosotros –hombres y mujeres modernos– seres confusos y erráticos. La cantinela que los magistrados, los soldados y  uno de los malhechores le repiten a Jesús con algunas interesantes variantes –“Sálvate a ti mismo” (si eres el mesías, el elegido, el rey de los judíos)– es la misma que la cultura contemporánea nos  repite a cada uno de nosotros: “Hazlo tú mismo, sé autosuficiente, sé fuerte, busca tu autorrealización, nadie te va a sacar las castañas del fuego, pisa fuerte, vives en un mundo competitivo…”. Nosotros no creemos ya en un salvador que muestra su poder muriendo por amor. Este discurso nos suena tan débil, tan inservible para la vida cotidiana, que preferimos ignorarlo. De Jesús admiramos muchas cosas… menos la esencial: su decisión de dar la vida para que nosotros vivamos, su manera de ser poderoso siendo servidor, su forma de entender su reinado como entrega.

En este cuadro esplendoroso y dramático pintado por el evangelista Lucas, hay al menos una persona –uno de los malhechores– que se atreve a creer en el rey Jesús; por eso, le formula una petición que quisiéramos que fuera también la nuestra al final de nuestra vida terrena: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Este “buen ladrón” –que, según los escritos apócrifos, se llamaba Dimas– no presenta un expediente inmaculado. Reconoce humildemente su culpa (“recibimos el justo pago de lo que hicimos”) y se abre con esperanza a la misericordia del rey Jesús. La respuesta no puede ser más consoladora: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. El reino no es, pues, patrimonio de los puros y perfectos, sino de quienes, a pesar de sus debilidades, tienen la humildad de reconocerlas y de impetrar el perdón de Dios. Desde el paradójico trono de la cruz Jesús nos ofrece la última clave para entender el drama de la existencia humana, para no desesperar nunca a pesar de nuestras fragilidades e incoherencias. Las tentaciones se vencen a base de humildad y misericordia. El suyo, en definitiva, como cantaremos hoy en muchos lugares, es un reino de paz, justicia, vida, verdad, amor y gracia. Este reino habita en nosotros y, al mismo tiempo, no es de este mundo; ya ha comenzado y no tendrá fin. Feliz domingo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.