viernes, 5 de abril de 2019

Hacer posible lo deseable

Aunque sopla una brisa suave, en Rosario hace calor. Se siente también la humedad del río Paraná. Desde la medianoche de ayer, estoy en la ciudad natal de Leo Messi, aunque para mí la tercera ciudad argentina tiene otras resonancias más misioneras. Atrás quedaron Chascomús y Florencio Varela. Esta última es una ciudad del gran Buenos Aires que ha superado ya el medio millón de habitantes. La comunidad claretiana reside en una casita enclavada en un barrio popular en el que abundan los inmigrantes paraguayos y bolivianos. Disfruté mucho compartiendo una jornada con los tres claretianos que viven acompañando a esta gente. Visité las capillas de los barrios y me reuní con el consejo pastoral. Es admirable el entusiasmo y la constancia de quienes creen que la fe es un motor de fraternidad y de cambio social. Algunos albañiles paraguayos dedicaban su día libre a construir con sus manos la capilla dedicada a Santa Inés. No es fácil ver este tipo de colaboración altruista en otros lugares. Ellos sienten que colaborar en la construcción de la capilla es una forma concreta de construir comunidad. Y lo hacen con alegría.

Al día siguiente visité el Colegio Claret de Buenos Aires, situado en el barrio de Paternal. Me reuní con el consejo directivo, formado íntegramente por laicos. Admiré también su identificación con el carisma claretiano, su creatividad y su entusiasmo. Con ellos reflexioné sobre los desafíos de la educación en el contexto argentino actual. Más del 30% de los argentinos viven en situación de pobreza, sin que por ahora se vea una salida clara. El peso se devalúa casi cada día. Muchos se sienten defraudados con las promesas de Macri. El empresario de éxito prometió arreglar la situación económica y, sin embargo, esta no hace más que deteriorarse de día en día. Algunos añoran los tiempos de la peronista Cristina y otros se enfurecen nada más escuchar su nombre, asociado a la corrupción y el desgobierno. Creo que los más jóvenes desean una alternativa nueva que, en realidad, no se vislumbra. En octubre tendrán elecciones. Hay mucha incertidumbre. Como en otros muchos países del mundo, se echa de menos una cultura ciudadana –y no solo política– que coloque el bien común por encima de los intereses particulares, que no haga de la corrupción un modus vivendi tolerado y criticado a un tiempo, que trace objetivos de largo recorrido y no solo maniobras tácticas para contentar a algunos sectores, que reivindique la política como el arte de hacer posible lo que a menudo se queda solo en deseable.

Argentina siempre me transmite melancolía. No sé por qué. Quizá porque la gente es muy inteligente y tiene una clara conciencia de la distancia que media entre sus sueños (siempre imaginativos) y sus realizaciones (casi siempre a medias). Quizá porque, de manera cíclica, el castillo de naipes de la prosperidad se viene abajo y hay que reconstruirlo desde la base. Quizá porque muchos, aunque pase el tiempo, siguen sin ser de aquí, pero tampoco de allá. Es como si vivieran en una inmensa tierra que en, cierto sentido, es tierra de nadie. Sin raíces profundas, los árboles se secan pronto y no acaban de producir los frutos deseados. Cuando examino los apellidos de muchos claretianos de este país, caigo en la cuenta de sus múltiples procedencias. Los hay de origen español e italiano (la mayoría); pero también suizo, alemán, checo, polaco y hasta armenio. ¿Cuánto tiempo se tarda en construir una nueva identidad nacional? ¿O estos ideales románticos pertenecen a otras épocas en las que el patriotismo tenía un fuerte carácter emotivo? Hoy entendemos la pertenencia de una manera mucho más fluida y dinámica. La gente se mueve como nunca antes. Se siente a gusto en lugares diversos. Aprende a convivir con personas de variada procedencia. En realidad, todo el mundo es nuestra patria. Las preguntas me las hago en la ciudad de Messi, pero, de hecho, tienen que ver con asuntos que desbordan las fronteras argentinas. ¿Qué significa hoy tener una patria? ¿Cuál es la verdadera patria de los seres humanos? ¿Por qué en algunas partes está resurgiendo el nacionalismo? ¿Qué significan la identidad y la pertenencia? Las respuestas de siempre cada vez se desdibujan más. Estamos en tiempo de mudanza.


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