viernes, 7 de agosto de 2020

Muchos escenarios, una sola misión

Me prometía a mí mismo un tiempo tranquilo tras los duros meses del confinamiento, pero cada día está repleto de muchos encuentros y de “escenarios” (como se dice ahora) diferentes. (Por cierto, el abuso de esta palabra -escenario- denota hasta qué punto nuestra vida se ha teatralizado, casi como en el auto sacramental de Calderón de la Barca El gran teatro del mundo). Ayer, sin ir más lejos, viví varias historias en el arco de muy pocas horas. Mi paseo matutino estuvo lleno de conversaciones inesperadas con otros viandantes a los que les gusta madrugar para no tener que sufrir el peso del calor meridiano. La gente tiene ganas de hablar, como si el silencio forzado por la pandemia hubiera despertado las ganas de comunicación. Después de desayunar y escribir la entrada del blog, saludé a un amigo albañil en pleno ejercicio de su trabajo y esperé a un viejo compañero del bachillerato al que hacía casi 50 años que no veía. Hace unas semanas buscó mi nombre en Internet y se puso en contacto conmigo. Desde hace varios años vive en Estados Unidos, primero en el área de Los Angeles y ahora en Nueva York. Tiene una empresa dedicada a la fabricación de facsímiles y otras tareas artísticas. Ya no somos los adolescentes que jugaban a baloncesto, tocaban la guitarra y se internaban en las frondas matemáticas y lingüísticas. Somos dos personas adultas con la vida encarrilada. Dispusimos solo de unos 50 minutos en torno a una cerveza y un pincho de tortilla, pero fueron suficientes para colmar a toda velocidad el vacío de varias décadas. El próximo encuentro será, si la pandemia lo permite, en Estados Unidos, en Italia o en su Aranda de Duero natal, que, por cierto, hoy comienza una quincena de confinamiento.

La tarde terminó con la novena a la Virgen del Pino y una celebración familiar en la que dos niños hicieron su primera confesión en preparación de la primera comunión que tendrá lugar en septiembre. La ceremonia estaba prevista para la primavera pasada, pero la pandemia arruinó los planes. Es solo un pequeño ejemplo de tantas cosas que han tenido que ser reprogramadas o canceladas en estos meses. Acostumbrado a moverme en un ambiente de adultos, me resultó simpático tener que explicar la parábola del hijo pródigo a un pequeño público infantil. Hubo tiempo todavía para ver en televisión un especial informativo y un documental sobre el rey Juan Carlos I. Cuando, pasada la medianoche, me fui a la cama, tuve la sensación de que hay días en los que suceden demasiadas cosas como para poder procesarlas todas. Ayer me moví en varios “escenarios”, desde el pinar inmenso, una obra de albañilería y una terraza de bar hasta la capilla interior de nuestra iglesia parroquial. En cada escenario se interpreta un guion diferente, pero, en el fondo, todos son expresiones de la misma misión. Se trata de estar cerca de las personas, escuchar sus historias y tratar de ser una mediación humilde de la compasión de Dios.

Lo que da sentido a una vida no es la multiplicidad de actividades y “escenarios”, sino la motivación que unifica todo. Para el fundador de mi congregación misionera, san Antonio María Claret, esta motivación era muy clara: que Dios fuera conocido, amado, servido y alabado por todos. Procuro que sea también la mía, pero no estoy seguro de que siempre sea así. A veces se cuelan otras motivaciones secundarias. Por eso, es tan importante la práctica del “examen de conciencia”, un ejercicio muy recomendable para caer en la cuenta, no tanto de lo que hacemos bien o mal, sino de lo que nos mueve en la vida. Es bueno sorprendernos con preguntas como estas: ¿Por qué hago esto? ¿Qué busco cuando hablo con esta persona? ¿Qué me mueve a callar o a hablar? ¿Busco la gloria de Dios o me busco a mí mismo? El ejercicio cotidiano de esta práctica nos ayuda a ganar en lucidez y a tomar las decisiones que mejor se ajustan a nuestra misión en la vida. Uno puede moverse en diversos escenarios, encontrar a personas de todo tipo, realizar acciones muy variadas. Nada de esto produce dispersión si la motivación es clara, si sabemos por qué hacemos las cosas y, sobre todo, a Quién servimos.


2 comentarios:

  1. Gracias P. Gonzalo por compartir su testimonio y experiencia. Sí, son diferentes escenarios pero es vivido no actuado. El guión es verídico, es a lo que nos impulsa el Espíritu de Dios, a compartir con todos los que se cruzan en nuestras diferentes escenas. Dios le ilumine siempre. Encontramos palabras a nuestras ideas con sus escritos. Saludos desde Antillas.

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  2. Muy buen escrito, Gonzalo.

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