sábado, 29 de agosto de 2020

No todo va bien


En Roma hace demasiado calor (hoy se prevén 34 grados de máxima) y demasiada humedad (casi el 50%). La combinación de ambos factores produce el típico fenómeno de la afa (bochorno) que me hace añorar el clima fresco de mis montañas visontinas. La vida es así, una sucesión de momentos altos y bajos, agradables y desagradables, alegres y tristes. No es realista pensar que “todo irá siempre bien”, como rezan las pancartas de estos tiempos de coronavirus. A veces, las cosas van rematadamente mal. Eso no significa que se hunda el mundo, pero más vale llamar a las cosas por su nombre. Mi regreso a Roma ha coincidido con una serie de noticias sobre la muerte de algunas personas queridas. Por otra parte, crece la lista de necesidades que muchos amigos me hacen llegar para que las incluya en mi oración. He decidido hacerlo incluso físicamente. Voy a elaborar una lista escrita, de manera que pueda tener delante de los ojos los nombres y situaciones que tengo que presentar a Dios. En estos tiempos de pandemia, la plegaria de intercesión está cobrando una fuerza especial.

Ayer viví una situación extraña al llegar al aeropuerto romano de Fiumicino. Ríos de gentes formaban colas para pasar el control COVID-19. Pude esquivarlos un poco a la italiana para presentar mi certificado de PCR negativo. Con él, logré salir antes de lo previsto, pero, más allá de la anécdota, viví en carne propia las complicaciones que está creando la pandemia en los que tenemos que viajar. Algo parecido vivimos tras los atentados del 11-S en 2001. Durante un buen tiempo, tendremos que acostumbrarnos a convivir con el virus e ir adaptando nuestras costumbres a sus insólitas requisitorias. Estamos pagando un altísimo precio económico y social, pero no podemos dejarnos abatir. Aprenderemos a reaccionar y encontrar caminos. Nos veremos tentados por el “sálvese quien pueda” (como ya está ocurriendo en algunos países), pero no tendremos más remedio que pensar y trabajar como equipos que saben que la salvación individual está en la seguridad colectiva. Una y otra vez, tendremos que ir ajustando nuestras coordenadas. Aprenderemos más de lo que ahora mismo imaginamos si somos capaces de leer lo que está sucediendo y no nos limitamos a lamentarnos.

Por primera vez en casi 17 años de vida en Roma, cuando abrí la puerta de mi habitación me encontré una veintena de libros desparramados por el suelo. Uno había golpeado la lámpara que está encima de la mesita que tengo en mi rincón de lectura. Al principio, pensé que tal vez se había producido un pequeño temblor en las semanas que he estado ausente. Enseguida caí en la cuenta de que había cedido la tabla de uno de los estantes de mi librería. Mientras ponía todo en orden, pensé que algo parecido nos toca hacer en estos tiempos de pandemia. Nos enfrentamos a fragmentos de realidades rotas que debemos, poco a poco recomponer aplicando esa conocida técnica japonesa del kintsugui. No tenemos necesidad de esconder o maquillar nuestros sentimientos, ni de repetir machaconamente que “todo irá bien”. Es mejor llamar a las cosas por su nombre, aceptar la realidad tal como es e intentar aprender, reparar y continuar caminando. Cada generación tiene que enfrentarse a algún tipo de crisis que pone a prueba sus convicciones y valores. Si es capaz de sacar partido de la crisis, sale fortalecida; si no, se hunde más. A nosotros nos ha tocado esta pandemia. No añadamos más sufrimiento al que ya nos viene impuesto.

[Por cierto, así es como se están preparando en el Colegio Claret de Madrid para el inicio del nuevo curso académico en tiempo de pandemia. Siempre es posible reaccionar].



1 comentario:

  1. No, no todo va bien, pero tampoco todo va mal… Reflexionando sobre ello, veo que a lo largo de la vida, quizás hemos ido dando más importancia a lo que iba bien y ahora, por las circunstancias que vivimos, por el ambiente que hay, por las noticias que se van dando… toma más relieve lo negativo.
    Escribes: “Aprenderemos a reaccionar y encontrar caminos”… si, aprenderemos, pero a costa de mucho esfuerzo y altibajos… Para muchos, demasiados, se hace duro el camino…
    Una vez superada la pandemia, no sabemos cuando, nos encontraremos con una sociedad totalmente diferente de la que veníamos… Me imagino que será como despertar de un sueño... nos resulta difícil valorar la realidad de cada momento.
    En estos momentos me va muy bien lo que dices, relacionándolo con el kintsugui : “Es mejor llamar a las cosas por su nombre, aceptar la realidad tal como es e intentar aprender, reparar y continuar caminando”.
    Puedes añadirme a tu lista… saber que alguien ora por ti da una fuerza especial.
    Gracias Gonzalo, por ayudarnos a tener una mirada positiva del momento.

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