viernes, 14 de agosto de 2020

In hac lacrimarum valle

Esta mañana no se pingará el mayo en la plaza mayor de Vinuesa. Se interrumpe una tradición inveterada. Esta noche no se cantará la Salve Regina de Hilarión Eslava a tres voces como se venía haciendo desde hace casi 90 años. Comienzan las “no fiestas” de Vinuesa sin que nadie sepa cómo se van a vivir y qué sentimientos van a provocar. Quizá lo que todos tenemos claro es que este año 2020 estamos viviendo “in hac lacrimarum valle” (en este valle de lágrimas), que es uno de los versos de la Salve. Si esto lo hubiera escrito hace solo un año, muchos me hubieran tildado de pesimista y aguafiestas. Este año, a punto de comenzar la segunda ola de la pandemia de la COVID-19, no parece una expresión exagerada. La tierra se ha convertido en un valle de lágrimas. Continúa imparable el aumento de contagios y decesos. Tras una bocanada de aire fresco al final de la etapa del confinamiento, se vuelve a respirar una atmósfera de preocupación y tristeza. ¿Es posible empezar en este clima las “no fiestas”? Percibo en la gente deseos de encuentro y conversación y, al mismo tiempo, reticencia a la cercanía física. Esta especie de “quiero, pero no puedo” va menoscabando la moral de muchos. No sé cuánto tiempo podremos continuar así sin que se deteriore nuestra salud mental.

En una situación como esta, suprimido el breve y emotivo acto de la ofrenda de la Vela a la Virgen de Pino, es cuando más necesitamos cantar la Salve. Si no es posible hacerlo como coro polifónico, siempre nos queda la posibilidad de recitarla personalmente. ¡Qué fuerza cobran hoy unas palabras que en momentos de bonanza pueden pasar desapercibidas o sonar a cantinela infantil! Cuando decimos “A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas” estamos expresando la congoja interior que nos oprime. La pandemia ha hecho que nos sintamos desterrados, fuera de nuestra patria de tranquilidad, que no nos reconozcamos unos a otros tras las mascarillas carnavalescas, que empecemos a temer que el contacto se traduzca en contagio; la comunicación, en contaminación; y las influencias, en infecciones. Está rebrotando la pandemia del miedo, que da como resultado un alma árida y desolada. Por eso, es normal que gimamos y lloremos, aunque no siempre nos atrevamos a derramar una lágrima. Con o sin ojos acuosos, estamos viviendo en un verdadero “valle de lágrimas” (¡qué expresión tan sugestiva!) y no sabemos cuándo podremos alcanzar la cumbre de la montaña.

¿Qué le pedimos a la Virgen Madre en una situación como esta? No le pedimos, sin más, que nos libre del virus o que nos ayude a encontrar una vacuna eficaz, sino algo mucho más radical y transformador: que nos muestre a Jesús, el antivirus por excelencia. Cuando cantamos “Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre” estamos expresando en pocas palabras una verdadera teología de la esperanza. Vemos a María como abogada defensora, no como fiscal o juez. La sentimos de nuestra parte en esta hora de prueba. Le pedimos que no mire para otro lado, que vuelva sus ojos a nuestra situación de impotencia. Los suyos no son ojos marrones, verdes o azules. Tienen el color de la misericordia porque en ellos, como en un lago tranquilo, se refleja la misericordia de Dios. A esta Señora le pedimos que nos muestre a Jesús porque, teniéndolo a él, tenemos todo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Si hay algún momento en el que necesitamos recitar la Salve es ahora, hoy, aunque el órgano barroco permanezca mudo y no se oigan las voces enérgicas del coro popular.



1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo, redescubrir la Salve en un entorno de pandemia reconforta y ayuda a tener ganas de salir adelante, no estamos solos aunque en algunos momentos lo vivamos así… Es muy complicado vivir esta etapa de la vida y difícil de acompañar. La oración nos dará fuerza para ello… Como bien dices es un momento en que necesitamos recitar la Salve.
    En muchos lugares se dan las “no fiestas” y en otros las hacen como si no pasara nada… Luego vendrá etapa de contagios en jóvenes.
    Para muchos es muy duro vivir la distancia y sobretodo en el caso de los ancianos en las residencias que ya se va comentando que están muy deprimidos y se dice que ahora no mueren de contagio, mueren de añoranza.
    Empiezan a aumentar el empeoramiento de casos psiquiátricos.
    Que María nos ayude en todo este camino.
    Gracias por la Salve con que nos has obsequiado.

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