Si comienzo escribiendo sobre el “principio heliotrópico”, lo más probable es que muchos lectores dejen de leer la entrada de hoy. Si todavía queda alguno interesado, le remito a otra entrada que escribí sobre este asunto en enero de 2018 y que se titulaba Girados
hacia el sol (que no es lo mismo que cara al sol, ojo). Pero si digo que en estos tiempos
de tristeza y apatía necesitamos vivir la “espiritualidad del girasol”, es probable
que a alguno le pique la curiosidad. Tardaré un poco en explicarme. Una de las
estrofas de la canción que más se está cantando en estos meses de pandemia – Resistiré –
dice así: “Soy como el junco que se dobla,
/ pero siempre sigue en pie”. Es una metáfora que habla de la capacidad de resistencia
cuando “los vientos de la vida soplan
fuerte”. No me extraña que muchas personas encuentren en estas palabras un
estímulo para no ser arrastradas por el vendaval de la depresión porque es verdad que están
soplando vientos huracanados en estos tiempos de pandemia. Son hombres y mujeres que han aprendido a cimbrearse como los juncos y por eso no
se rompen. Si el junco es un símbolo de flexibilidad y resistencia, el girasol representa
la capacidad de orientarse siempre hacia la fuente de la luz y la vida. En
realidad, esto es más poético que real porque parece que solo los capullos del girasol son
heliotrópicos (se mueven cada día 180 grados de este a oeste) hasta el final de
la etapa del brote. La planta madura se orienta, sobre todo, hacia el este.
En cualquier caso, mantiene su fuerte relación con el sol.
La planta del
girasol es originaria del sur de los Estados Unidos o más probablemente de México.
Fue introducida en España –y desde este país pasó al resto de Europa– en 1514. Ahora
está extendida por muchos países del mundo. El girasol común es una planta de
tallo alto y ligeramente curvo con pelos en su superficie. Llega a crecer hasta
tres metros de altura, pero algunos ejemplares alcanzan los cinco metros o más.
Las raíces subterráneas son largas; las hojas son anchas, ásperas y con el
margen dentado. La característica flor amarilla es grande y está compuesta por
pequeñísimas flores de varios pétalos, rodeadas de flores amarillas estériles.
Su fruto es un aquenio que mide entre 15 y 25 centímetros. Contiene una única
semilla en su interior. Las semillas son diuréticas y calman los dolores de
estómago. El aceite que se produce con ellas no contiene colesterol y sí altos
niveles de ácidos grasos insaturados. Para su desarrollo, el girasol necesita abundante
luz solar y ausencia de vientos fuertes. Crece en climas levemente frescos y
con poca humedad.
No me extiendo más en la ficha técnica porque no soy botánico y éste no es un blog sobre plantas.
Además, corro el riesgo de meter la pata y alejarme del punto central. No es necesario
alegorizar todos los elementos del girasol. Basta tomarlo como símbolo que
nos ayude a afrontar algunos de los desafíos que estamos viviendo hoy. Cuando muchos indicadores (sanitarios, económicos y sociales) nos empujan hacia el
pesimismo y la tristeza, también nosotros necesitamos girarnos hacia lo que nos
hace vivir. Y no solo una vez, sino siempre, porque “los girasoles nunca dejan
de girar”. Cada día –al menos en su fase de brotes– hacen el circuito del sol
buscando siempre el máximo de luz. ¿Qué significaría
una “espiritualidad del girasol” para nuestro tiempo? Me atrevo a sugerir
algunos rasgos:
- Necesitamos orientarnos hacia Dios como fuente de luz, calor y vida. Y no de una manera estática y mecánica, sino rastreando sus huellas, siguiendo su órbita, convirtiéndonos en “buscadores” más que en “expertos”.
- Cuando hablamos de Dios, hablamos de vida. Jesús decía que nuestro Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Lc 2,38). Todo aquello que nos empuje a permanecer encerrados en una espiritualidad del sepulcro, aunque parezca un homenaje de respeto a los que han muerto, indica, más bien, una visión lóbrega de Dios. A quienes han sido víctimas de la pandemia no se los honra con una actitud mustia y desesperanzada, sino encomendándolos al Dios de la vida, que sabe sacar bien del mal y que no permite que ninguno de sus hijos e hijas perezca para siempre.
- Quienes se dejan broncear por el sol de Dios se convierten también en rostros luminosos que reflejan su luz. La espiritualidad cristiana no busca el bienestar personal, no es una técnica de autoayuda para sobrellevar las contrariedades de la vida con optimismo, sino una entrega por el bien de los demás. En esta época de pandemia, en el que tantas personas se sienten abatidas y desorientadas, no podemos convertirnos en narcisistas o en profetas de calamidades, añadiendo más motivos de sufrimiento a los que ya tenemos, sino en testigos cercanos del amor de Dios. Los detalles de cercanía personal en tiempos de distanciamiento social son imprescindibles.
- La “espiritualidad del girasol” cultiva la humildad (la luz nos viene de lo alto, no de nuestras conquistas), la constancia (cada día inicia un itinerario de 180 grados porque “cada día tiene su afán”) y la conciencia de que un día moriremos y nos uniremos a la luz de Dios. Para hacer este camino, el creyente no acumula muchos medios. Se limita a repetir: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Renuncia a hacer planes a medio y largo plazo y concentra su atención en vivir con lucidez, gratitud y generosidad el ciclo cotidiano.
- Aunque todo invite a buscar culpables, hacer predicciones apocalípticas e imaginar mundos muy diferentes, mantiene una actitud serena porque es muy consciente de que “quien a Dios tiene nada le falta… solo Dios basta”.
Os dejo con un
vídeo de Luis Fonsi que me ha recomendado un amigo puertorriqueño. Pone
palabras, música e imágenes a la entrada de hoy. Tiene poco que ver con el célebre
Despacito.
P. Gonzalo leerle nos hace mucho bien. Esta reflexión sobre la “espiritualidad del girasol” le da respuestas, confianza y reafirma mi actitud ante este tiempo que estamos viviendo. Esta cercanía personal de la que habla ha sido tan importante para poder sobrellevar este tiempo de lejanía, algo contradictorio pero ha sido mi forma y la de mis hermanos de comunidad vivir el cotidiano en estos momentos. Me alivia cuando dice que honramos a los que han sido víctimas del virus encomendándolos a Dios, cambiar la espiritualidad del sepulcro por la promesa de VIDA que viene de nuestro Padre Dios. Otra características de los girasoles es su capacidad de adaptación. Aquí en Puerto Rico, una isla tropical, ventosa y con alta humedad se cultivan hermosos girasoles. Cuando vuelva a Borinquén le llevaremos. Dios y la Virgen le iluminen siempre como a los girasoles que son iluminados por Su luz. Gracias.
ResponderEliminarHola Gonzalo, desde que escribiste GIRADOS HACIA EL SOL, me quedó la idea de los girasoles, este girarnos... y ello me ha "salvado" más de un día.
ResponderEliminarGracias por ofrecernos, ahora, "la espiritualidad del girasol", con los rasgos que das...
Hoy, al leerlo y ver las bonitas fotos que lo incluyen, me he dado cuenta de que el contemplarlos me "transporta" al astro sol, por su parecido. Ello me ha llevado a pensar que si estamos unidos al Señor, en una relación muy profunda, nos configuraremos con Él y transmitiremos Vida.
Gracias Gonzalo.