miércoles, 26 de abril de 2017

Despacito también se vive

En Sevilla la primavera es rutilante. La flor de azahar parece un ambientador natural que perfuma la ciudad entera. Yo, que no he vivido estas sensaciones de niño, me dejo subyugar de adulto por la magia de este lugar. Cuando llegue el verano, el calor implacable se encargará de marchitar el embrujo. Pero estamos todavía en abril. La estación templada está en su esplendor, aunque la temperatura ha bajado bruscamente en las últimas horas debido a la ola de aire frío que se desplaza –como les gusta decir a los meteorólogos– desde el norte de Europa. Hoy precisamente se celebra la fiesta de san Isidoro de Sevilla, uno de esos santos que han pasado a la historia como cumbres de sabiduría. Aunque nacido probablemente en Cartagena, este hispanogodo fue arzobispo de la ciudad hispalense durante más de 30 años. Y aquí murió en el 636. Posteriormente su cuerpo fue trasladado a León, donde reposa en la basílica que lleva su nombre.


Pero hoy no quiero hablar de él sino de la sensualidad de la primavera sevillana y del erotismo que envuelve el despertar de la vida. He dudado algo a la hora de escribir el post de hoy. Pero hay dos razones que me han impulsado. La primera tiene que ver con la sensualidad de esta ciudad, especialmente viva en primavera. La segunda, con una canción que se ha vuelto viral en todo el mundo desde que se editó en internet el pasado mes de enero. De hecho, el vídeo ya ha alcanzado más de mil millones (one billion, como dicen en inglés) de visualizaciones en YouTube. Se dice pronto. Eso significa que millones de personas en todo el mundo la están escuchando y bailando, aunque muchos no entiendan la letra en español. El ritmo pegadizo y las imágenes sensuales se encargan de suplir al texto. Nacho Lozano, un artista que suele aparecer por este blog, parodió la canción hace semanas. Poco a poco se van multiplicando las versiones. Las han hecho Keunam y Hermoti. Los Morancos aprovechan la melodía para su particular crítica social. Un violinista ha hecho su propia versión instrumental; también dos saxofonistas. Y, en este tiempo de Pascua, tres jóvenes cursillistas han improvisado una versión cristiana que se ha hecho viral en las redes. A mi juicio no pasa de simpática y voluntariosa, pero tiene sus admiradores.


Es claro que me estoy refiriendo a Despacito, el tema compuesto por la panameña Erika Ender y el puertorriqueño Luis Fonsi e interpretado por éste y el también puertorriqueño Daddy Yankee al más puro estilo caribeño. Sé que a algunos les puede escandalizar un tema tan sensual. En Europa no estamos acostumbrados a la sensualidad del Caribe. Incluso les puede parecer que está fuera de lugar en un blog como éste. Pero, ¿por qué no ver las cosas “desde otro punto de vista”? ¿Por qué no decir algo sobre una canción que están escuchando y bailando millones de personas? Siglos de tradición puritana nos han impedido contemplar el erotismo como una dimensión esencial de la vida. Sin embargo, la antropología y la espiritualidad hebreas, a diferencia de otras corrientes maniqueas (que separaban netamente el cuerpo del espíritu), lo entendieron muy bien. Basta leer el Cantar de los Cantares, un extraño libro que se coló en la Biblia y que merece la pena leer de vez en cuando. El comienzo mismo da la tónica de todo el libro:
“¡Béseme con besos de su boca! ¡Son tus amores mejores que el vino!, ¡Qué exquisito el olor de tus perfumes; aroma que se expande es tu nombre, por eso se enamoran de ti las doncellas! Llévame contigo, ¡corramos!, ¡introdúceme, oh rey, en la alcoba; disfrutemos y gocemos juntos, saboreemos tus amores embriagadores!”.
Este texto no tiene nada que envidiar al atrevimiento de la letra de Despacito: “Tú, tú eres el imán y yo soy el metal. / Me voy acercando y voy armando el plan. / Solo con pensarlo se acelera el pulso”. Dudo mucho de que hoy se hubiera aceptado un libro de este género erótico como canónico; es decir, como revelado por Dios y aceptado por la Iglesia. Y, sin embargo, aborda con poesía y desenfado una dimensión de la vida tal como Dios la ha creado. Es verdad que a lo largo de la historia al libro se le han buscado numerosos simbolismos, pero su significado primero es evidente: ¡se trata de una colección de poemas eróticos! No conviene tergiversarlo con interpretaciones espiritualistas. ¡El mismísimo san Juan de la Cruz se inspiró en este libro para componer su famoso Cántico espiritual! No hay nada más saludable que dejarnos curar de nuestras obsesiones o adicciones (según los casos) por la fuerza liberadora de la misma Palabra de Dios. 

Se ha reflexionado mucho sobre todo esto, pero no siempre se vive de manera equilibrada en la vida corriente. El eros es una fuerza humana que produce exaltación a todos los niveles; es decir, un gozo y deleite que tiene que ver con la satisfacción de los sentidos. Si solo dependemos de ella, la exaltación nos hace dependientes y hasta adictos. Hay otra fuerza –el agápe– que produce exultación; es decir, una alegría que nos libera del egoísmo y nos abre a la esfera de los valores que dan plenitud al ser humano. No es lo mismo una experiencia de vértigo (exaltación) que de éxtasis (exultación). Lo explica muy bien el profesor Alfonso López Quintás en su artículo Los procesos de vértigo (o fascinación) y los de éxtasis (o creatividad). La experiencia nos muestra que quien no sale de sí mismo a través del amor puede quedar prisionero del erotismo. Lo vemos en muchas personas. Pero quien no conecta el amor con la corporalidad, quien pretende negarla o reprimirla, acaba padeciendo diversas formas de neurosis y busca compensaciones insalubres. Eso no tiene nada de espiritual.

En fin, el tema es atractivo y de hondo calado. El post de hoy no es más que un primer y musical acercamiento, pero vale la pena que lo reflexionemos. De no hacerlo, crearemos un abismo insalvable entre lo que las personas viven y sienten (sobre todo, los jóvenes) y la propuesta del Evangelio. La mayoría de los jóvenes de hoy, inmersos en un mundo erotizado y con un supermercado de estímulos eróticos a golpe de click, no saben cómo compaginar esta fuerte atracción con la renuncia que parece estar asociada a la experiencia religiosa. ¿Y si tuviéramos que plantear las cosas de otro modo? ¿Y si tuviéramos que abordar de cara una espiritualidad del erotismo que ayudara a integrar esta esencial dimensión humana y la liberara de sus componentes adictivos y egocéntricos? Este es el enorme desafío que no podemos soslayar con meros sermones. Os dejo de momento con el famoso vídeo. Puede que otro día vuelva sobre el tema tratando de aterrizarlo un poco más.


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