sábado, 8 de abril de 2017

La crisis como oportunidad

Hace un par de meses escribí una entrada sobre el cerca del millón de personas en el mundo que son algo más que trabajadores. Me refería a las mujeres y hombres –entre los cuales me cuento– que han entregado sus vidas a Dios en las diversas formas de vida consagrada. Para la sociedad son casi invisibles y, por tanto, desconocidos. En Europa fueron muchos, pero hoy escasean las vocaciones a este estilo de vida. Por su misma naturaleza, siempre será un estilo minoritario. Yo creo, además, que debe ser pequeño. No se trata de una cuestión estadística sino evangélica. Ser pequeño significa ser libre, como María de Nazaret, para “cantar la grandeza” de un Dios que “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”. Hoy comparto con vosotros un poco más sobre lo que he escrito en el librito La crisis como oportunidad. Hacia una vida religiosa pequeña y parabólica, que apareció hace un par de meses. Lo hago en forma de entrevista imaginaria. Doy voz a un joven –llamado ficticiamente Samuel– que quiere saber algo más. Después del largo post de ayer sobre el puente romano-medieval de mi pueblo, necesitamos algo un poco más ligero antes de entrar en los días fuertes de la Semana Santa.

Samuel: Te confieso que me hago un lío con eso de religiosos o consagrados. Son palabras que yo no uso nunca. ¿No sería más fácil llamarlos curas y monjas, que es lo que todo el mundo entiende?

Gundisalvus: Quizá sería más fácil, pero desde luego mucho menos preciso. La vida consagrada ha ido revistiendo formas muy diversas a lo largo de los siglos. Es probable que te suenen nombres como anacoreta, eremita, monje, fraile, religioso… Cada uno de estos nombres hace referencia a estilos diversos de vida cristiana.

Samuel: Sonarme me suenan, pero no sabría muy bien explicar las diferencias. De todos modos, siempre puedo acudir a Wikipedia, jajajaja. Supongo, sin embargo, que tienen algo en común porque tú las englobas en esa categoría un poco rara de vida consagrada.

Gundisalvus: La historia de cada persona es siempre singular. La tuya y la mía lo son. La biografía no se puede clonar. Pero sí, hay algunos rasgos comunes. Todos esos hombres y mujeres se sienten llamados a vivir un estilo de vida semejante al que llevó Jesús. Esto es lo esencial. Sin esta relación especial con Jesús no se distinguirán mucho de un grupo de monjes budistas o hinduistas, a no ser por sus hábitos, jajajaja.

Samuel: O sea, que no se trata de buscar la perfección a base de una ascesis dura como he leído que hacen los monjes a los que te referías. Yo pensaba que los religiosos erais una especie de primera división en la liga de la Iglesia.

Gundisalvus: Te sorprendería si te dijera que parecemos más bien equipos de tercera regional. No me malinterpretes. Contamos poco y hasta cierto punto queremos contar todavía menos. Expresamos nuestro deseo de vivir como Jesús tratando de ser castos, pobres y obedientes como él. Y, en la mayoría de los casos, viviendo en comunidad, como vivió él con sus apóstoles, discípulos y algunas mujeres. No tenemos ningún interés en destacar sino en servir, aunque suene a eslogan de partido emergente.

Samuel: No te voy a decir a qué me suena. Tampoco quiero importunarte, pero no sé qué significa eso de ser casto, pobre y obediente. Es más, creo que a la mayoría de la gente eso no le dice nada. Y no solo a los jóvenes como yo sino también a los mayores. Te confieso que sabe como a rancio. Además, no te veo a ti muy pobre que digamos. En los otros aspectos no entro.

Gundisalvus: Tal vez tengas razón. Las palabras se desgastan y me temo que también a veces las realidades que quieren expresar. Podría sugerirte otras más actuales y quizá más exactas (como, por ejemplo, solidario, sobrio y disponible) pero no creo que con eso llegáramos muy lejos. No se trata de palabras sino de experiencias. Y todas tienen que ver con Dios como centro. Eso es lo que les da su verdadero sentido y al mismo tiempo las hace misteriosas.

Samuel: ¿A qué te refieres exactamente?

Gundisalvus: Mira, tal vez te suene un poco raro, pero yo creo que este estilo de vida, con todos sus límites e incoherencias, es, en muchos aspectos, un laboratorio del tipo de mundo al que todos aspiramos, del mundo que Dios sueña para sus hijos e hijas. Sin conocernos de nada, sin estar unidos por vínculos de sangre o de amistad, somos capaces de vivir como hermanos porque nos sabemos hijos del mismo Padre. La fraternidad va más allá de las diferencias de carácter, raza, lengua o nacionalidad. Se trata de ensayar un tipo de amor, basado en el perdón mutuo, que sea extensible a todos los seres humanos. Esto se traduce también en compartir los bienes materiales renunciando a cualquier propiedad privada y estando disponible para ser enviado donde sea más necesario para el anuncio del Evangelio o el servicio a los pobres. Hoy estoy aquí. Mañana, no sé dónde. Hemos sido expropiados para utilidad común.

Samuel: No te ofendas, per casi me parece que estás hablando de una comuna hippie o de un kibutz israelí. ¿De verdad es esto lo que tú entiendes por vida consagrada?

Gundisalvus: No me ofendo, me gusta que me provoques. Tal vez haya alguna similitud externa con esas experiencias que mencionas, pero el punto de partida es muy diferente. Te dije antes que nada de esto se entiende si no es como expresión de un amor muy personal a Jesús y de una llamada a seguirlo. Sin él, esta vida no tendría mucho sentido.

Samuel: Y, ¿por qué sois tan pocos si, de entrada, suena tan atractivo? Oyéndote, tengo la impresión de que este estilo de vida es una alternativa clara al tipo de mundo que vivimos. Tendría que gustarnos más a los jóvenes, ¿no?

Gundisalvus: Creo que sí, pero ¿te imaginas al 50% de la humanidad viviendo así? No. Se trata solo de un signo. Los signos no se imponen por su magnitud sino que atraen por su autenticidad y por su belleza. Quizá también por su carácter provocativo. Los religiosos y religiosas sentimos una fuerte llamada a ser nosotros mismos sin refugiarnos en ningún rol. ¿Sabes lo difícil que es esto? Nos lleva toda la vida. También aspiramos a vivir un estilo de vida sobrio y hermoso, en el que la liturgia, la fraternidad, la acogida y el trabajo sean expresión de una manera alternativa de vivir frente al consumismo, la prisa, la competitividad y la exclusión. Yo soy muy feliz así.

Samuel: Te voy a ser sincero. Me dan miedo las palabras hermosas. Temo que la realidad me defraude. He oído historias que tienen poco que ver con lo que me estás contando.

Gundisalvus: También yo temo que nosotros estemos muy lejos de este ideal, pero quizá un día comprenderás que lo más difícil es aceptar que somos pobres e incoherentes y no por ello tiramos la toalla. En realidad, toda vocación nos supera. No es un asunto solo nuestro.

Samuel: Me quedan muchas cosas en el tintero. Ahora tengo prisa, pero me gustaría que siguiéramos hablando en otro momento.

Gundisalvus: Cuando quieras. Tus preguntas me ayudan a saber mejor quién soy y por qué vivo así. Muchas gracias.





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