sábado, 23 de mayo de 2020

¿Y ahora qué?

Ayer, una lectora habitual de este Rincón, describía así el ambiente que ella percibe desde el observatorio de su pequeña tienda en una población catalana: “La situación es muy complicada. Todavía hay muchos miedos, pánicos. Hay gente que prefiere quedarse en casa. Otras personas son “bombas” que han acumulado tanta rabia y no aceptación de la situación que pueden explotar en cualquier momento... La gente ha estado sumisa sin elección. Hemos estado expuestos a inseguridades, discusiones entre los dirigentes... A pie de calle hay un ambiente muy cargado. Es difícil imaginarnos los problemas que han vivido gente con alguna minusvalía. Las pérdidas de lugares de trabajo, ayudas prometidas y que no se han visto por ningún lado... y tantos problemas que se pueden ir enumerando aparte de todo el dolor vivido, a solas”. La descripción puede parecer un poco sombría, pero es mejor ver las cosas desde abajo (una sencilla tienda de barrio, por ejemplo) que desde arriba (el despacho de un alto dirigente). En cualquier caso, lo que parece claro es que:
  • No es lo mismo haber vivido el confinamiento en una casa amplia y confortable (a veces, incluso, con jardín), con alimentos suficientes y medios digitales para mantenerse en comunicación con el mundo, que en una casa pequeña, sin recursos y con tensiones entre quienes habitan en ella. 
  • No es lo mismo haber visto en la televisión el parte diario de contagiados, recuperados y muertos, que haber experimentado en carne propia el dolor de no poder despedirse de un ser querido arrebatado a traición por el coronavirus. 
  • No es lo mismo haber pasado la cuarentena viendo series de televisión, leyendo novelas, cocinando y haciendo gimnasia, que sufriendo por no poder trabajar o por la suerte de las personas queridas a las que no se ha podido visitar y ayudar. 
  • No es lo mismo ir regresando poco a poco a la vida cotidiana con un puesto de trabajo fijo, una pensión segura y algunos planes de futuro, incluidas las vacaciones de verano, que hacerlo en el paro, sin ahorros y con un horizonte oscuro. 
  • No es lo mismo contar con el apoyo emocional y económico de familiares y amigos, que verse solo ante un futuro incierto. Y más si se tienen personas a cargo.
Por eso resulta tan difícil hablar de lo que viene ahora cuando no todos estamos en la misma casilla de salida. Para algunos, la vida continuará igual o mejor que antes; para la gran mayoría, comienza un tiempo de ajustes emocionales, afectivos, laborales, económicos y espirituales. Generalizar implica no hacernos cargo de una realidad compleja.

¿Qué podemos hacer para que este tiempo no nos hunda más y nos permita salir adelante? 

Creo que la primera cosa es escuchar con atención y empatía las historias de quienes necesitan y quieren compartir lo que han vivido. Lo que no se verbaliza no existe. Lo que no se comparte puede gangrenarse. Tenemos que crear ambientes y oportunidades para que todos los que lo deseen puedan abrirse con la seguridad de que alguien va a escuchar con respeto lo que han vivido, sufrido, esperado, disfrutado o temido. La escucha –como en el caso de lo sucedido en el camino de Emaús– es el primer paso en todo proceso de sanación. Cuando alguien nos escucha con atención, nosotros aprendemos a explorar con más hondura lo que llevamos dentro. 

En segundo lugar, podemos ayudar a descubrir los elementos positivos que se encuentran en esta crisis, los puntos de apoyo sobre los cuales levantarnos, las semillas de vida (por pequeñas que sean) que hemos descubierto. En algunos casos, será muy difícil porque el panorama se presenta completamente sombrío, pero siempre es posible identificar un destello de luz que permite iluminar el siguiente paso del camino. 

En tercer lugar, podemos ayudar a quienes se acerquen a nosotros a tomar las riendas de la situación en sus manos, a no hacer depender todo de los gobiernos, las instituciones u otras personas. Siempre podemos hacer algo. Por mal que se encuentre una persona, solo hay salida cuando asume su cuota de responsabilidad y toma algunas decisiones, por pequelas que sean, que le ayuden a salir adelante. La parálisis y la autoconmiseración son la antesala de la muerte.

Y, por último, en la medida de nuestras posibilidades, debemos apoyar esas resoluciones con nuestro cariño, nuestro dinero (si es necesario y estamos en condiciones de hacerlo), nuestros contactos y todo aquello que ayude a la persona en crisis a abrirse camino, a labrarse un futuro, sin crear dependencias que a la larga pueden ser dañinas.


Dado que no tenemos ninguna experiencia próxima de cómo se gestiona una pandemia (y mucho menos el tiempo posterior), vamos haciendo camino a medida que caminamos. Si somos humildes, no tendremos problema en volver sobre nuestros pasos y corregir lo equivocado, en pedir ayuda y en dejarnos aconsejar, en caminar con otros y no en solitario. Podemos canalizar la rabia hacia la crítica institucional, pero es mucho más eficaz y saludable ponernos a la obra cuanto antes. No pidamos a otros lo que podemos hacer nosotros. Tejamos pequeñas alianzas de apoyo, reforcemos la recuperación económica de los pequeños comercios y bares consumiendo sus productos, mostremos a los ancianos el cariño que no hemos podido visibilizar durante las semanas duras del confinamiento, colaboremos con nuestras parroquias en reforzar los servicios de Cáritas y el regreso a la vida litúrgica… Y no olvidemos que, aunque debemos trabajar “como si todo dependiera de nosotros”, estamos siempre en las manos de Dios. Sigamos orando con un corazón humilde y agradecido. Dejemos que Dios nos vaya mostrando y abriendo camino.





1 comentario:

  1. Muchas gracias Gonzalo, hacen bien las pistas que das y te agradezco muchísimo los cantos a María.
    Dices: … es difícil hablar de lo que viene ahora cuando no todos estamos en la misma casilla de salida. Yo diría que tantas personas tantas casillas, por situaciones externas pero también internas.
    Escuchando los cantos me ha llevado a una reflexión y a un deseo de encontrar una calidez en las relaciones con las personas. Se van dando reencuentros donde se respira un cierto distanciamiento, físico y relacional, con una cierta frialdad… consecuencia de las normas que se van dando… Tal como se proyecta el nuevo curso escolar con las mesas distantes a 2 metros… Siento que se está dando un mensaje subliminal: “El otro es un peligro para mí”… Por suerte no todos lo viven así, pero está bastante generalizado.
    En estos momentos de impotencia total necesitamos vivir y sentir como tú dices que estamos en las manos de Dios y siento necesidad también de poder vivir la presencia amorosa de María, una presencia de Madre que nos protege y acoge, sin distanciamientos.

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.