jueves, 30 de agosto de 2018

¡Qué mañana de luz!

Suenan los aspersores del jardín. El murmullo del agua, mezclado con el canto de los jilgueros, acaricia mis oídos. La temperatura no supera los 16 grados. Despunta el sol por el este recortándose por encima de los abetos y cipreses. Tengo la ventana abierta de par en par. Se anuncia un día caluroso, lleno de luz y vida. Desde este oasis verde en medio de la ciudad de Colmenar Viejo, comprendo mejor que a toda noche le sigue su día; a todo atardecer, un alba nueva. Ayer escribí sobre “la casa de los líos” para poner palabras a la impresión que muchos cristianos tienen con respecto al presente y futuro de la Iglesia. Hoy siento que debo poner el acento en la luz que entra por las ventanas de esta casa de todos. Es la luz de las personas que no aparecen en los periódicos, pero se levantan cada mañana con la intención de hacer la vida más humana porque ellas mismas sienten que la fe en Dios las hace más humanas. Es la luz de los trabajadores del campo y de las fábricas, los científicos, los artistas y los escritores que, aunque resulte menos llamativo que vender la zona oscura, se empeñan en presentar la cara luminosa de la vida. Es la luz que se desprende del rostro de muchos testigos del Cristo resucitado: solteros, casados, y consagrados que saben por qué viven y, sobre todo, para quién viven.

Hay una canción de Pascua que me parece el himno adecuado para una mañana como esta. La razón para la esperanza no es que las cosas vayan bien o que nosotros tengamos un natural optimista La verdadera razón por la que merece la pena que nos levantemos de la cama y afrontemos la jornada con esperanza es que Cristo ha resucitado y nos llama a la vida. Cada día “es hora de vivir la vida nueva, / la gracia del Señor”. En cada corazón debemos reservar “un puesto para el gozo y la esperanza”. Si esta convicción naciera de una experiencia profunda del paso del Resucitado por nuestra vida, afrontaríamos de otro modo las pruebas de la vida. Sabríamos que todo lo que nos sucede está sometido a la lógica del misterio pascual. Continuamente estamos muriendo y resucitando. Probamos en nuestras carnes la muerte de Cristo (en forma de fracasos, humillaciones, enfermedades, conflictos, etc.) y también su resurrección (acompañada por los frutos de la paz, la alegría, la esperanza y las ganas de seguir luchando). Os invito a hacer de este himno vuestra “hoja de ruta” para esta jornada. 


¡Qué mañana de luz recién amanecida! 
Resucitó Jesús y nos llama a la vida. 

Despertad, es hora de nacer, 
es hora de vivir la vida nueva, 
la gracia del Señor. 
No lloréis, en la boca un cantar 
y un puesto para el gozo y la esperanza 
en cada corazón. 

Caminad al viento de la fe, 
sembrando de ilusión vuestro sendero, 
viviendo del Amor. 
No temáis, que Cristo nos salvó, 
la muerte ya no hiere a sus amigos:

¡Jesús resucitó!




4 comentarios:

  1. Hoy siento que los amigos del Rincón de Gundisalvus tenemos la suerte de tener un hermano que va delante animando y abriendo caminos, interpelando y llevándonos a la reflexión y al agradecimiento... No te canses, Gonzalo, que somos muchos los que oramos por ti... Gracias por todo lo que aportas... Un fuerte abrazo

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  2. Gracias por hablar también de los solteros. Solemos ser invisibles en la Iglesia, parece que no hay vocación laical más allá del matrimonio. Gracias por reconocer que también nosotros somos testigos del Resucitado

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  3. hola, estoy buscando la partitura de este canto que mañana de luz , podrian proporcionar por favor.
    lo voy agradecer.

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  4. Yo he escuchado la cancion al coro de la aiglesia de San Saturnino en Pamplona. Yo queria saber quien es el autor.

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