lunes, 20 de agosto de 2018

Más preguntas que respuestas

Tras una semana de celebraciones, encuentros y festejos de diverso tipo, regreso a la dulce monotonía del mes de agosto. Paseando por el bosque, dejándome acariciar por el sol de la mañana, tengo tiempo para elaborar algunas de las experiencias vividas, aunque me temo que abundan más las preguntas que las respuestas. El encuentro con personas a las que veo de año en año me resulta siempre reconfortante. Algunos son amigos que proceden de la infancia y adolescencia. Otros son personas conocidas en diversas etapas de la vida con las que apenas tengo lazos estables. Con ellas no suelo pasar de un saludo cordial, pero en ocasiones, casi por sorpresa, el saludo se convierte en una conversación que se adentra en territorios muy personales. Cada uno estamos librando batallas distintas. No es fácil sincronizar preocupaciones y expectativas. Y hay ocasiones en que, por falta de tiempo y oportunidad, algunos encuentros tienen que esperar. 

Lo que más me cuesta interpretar en medio de tantas idas y venidas es la inveterada frialdad religiosa que observo en mi pueblo natal. La participación en las celebraciones litúrgicas es mínima. Es cierto que está en línea con la frialdad típica de la comarca de Pinares y aun del país en general, pero tiene algunas características que la hacen especial y que, a pesar del paso de los años, no logro comprender. Se me amontonan las preguntas. ¿Cómo explicar que los niños, apenas recibida la primera comunión, no vuelvan a participar en la celebración eucarística dominical? ¿Cómo interpretar la ausencia casi completa de jóvenes, salvo en algunas ocasiones especiales como bodas y funerales? ¿Será consecuencia de alguna experiencia traumática que yo ignoro? ¿Tendrá que ver con la deficiente pastoral de los párrocos de los últimos 50 años? ¿Se asociará la práctica religiosa a una mentalidad conservadora o a una determinada opción política o clase social? ¿Habrá alguna conexión entre el modo de entender y vivir la sexualidad y el modo de entender y practicar la religión? ¿Habrá algunos prejuicios que actúan como barrera? ¿Se asociará la práctica religiosa a una mentalidad infantil y femenina en un contexto en el que el machismo es contundente? Las preguntas pueden multiplicarse. Las respuestas no emergen con claridad. Hay tantos matices como personas. Los mismos que han participado como cofrades durante las celebraciones de las fiestas patronales, por ejemplo, una vez terminadas sus obligaciones reglamentarias, se esfuman como por arte de magia. Son, en general, jóvenes muy valiosos que podrían rejuvenecer las asambleas litúrgicas y dar un nuevo aire a la comunidad parroquial, pero, por alguna razón que ignoro, apenas lo hacen. 

No pretendo juzgar a nadie. Solo constato un hecho objetivo con el fin de entenderlo. Antes de sugerir algunas pistas de futuro, quisiera escuchar con mucha atención sus palabras para comprender las verdaderas razones de un fenómeno que constituye un desafío pastoral y que –dicho sea de paso– no he percibido con tanta fuerza en ningún otro lugar de los muchísimos que he visitado como misionero. A mí no me sirve de consuelo que algunas personas me digan que les gustan mis homilías dominicales y que encuentran inspiración en ellas. Lo que de verdad me gustaría es encontrar algunas respuestas compartidas a las preguntas que me acompañan desde hace décadas. Es como si estuviéramos viviendo en mundos paralelos que solo ocasionalmente se tocan: por una parte, el mundo de la religión; por otra, el mundo de la vida personal y social. Yo aprecio de corazón a las nuevas generaciones. Veo en los chicos y chicas de hoy una sinceridad que contrasta a menudo con la hipocresía de los adultos. Veo también en ellos deseos de una vida auténtica, a pesar de las normales incoherencias. Pero constato también una gran ignorancia con respecto a lo que significa Jesús y su propuesta de vida. Aunque la mayoría estén bautizados y confirmados, apenas han tenido la oportunidad de vivir un itinerario formativo serio y atractivo. Los prejuicios han reemplazado a la información. A veces, tengo la impresión de que su verdadero manual formativo ha sido “El Código Da Vinci” de Dan Brown, aunque no lo hayan leído, más que los Evangelios de la Iglesia. 

Se requiere, pues, un “punto de enganche” empático para afrontar con serenidad las muchas preguntas que, sin duda, tienen y para las cuales no acaban de encontrar respuestas satisfactorias. Hoy por hoy parece una empresa imposible, a contracorriente, pero un misionero nunca tira la toalla. Un misionero no es un juez que condena, sino alguien que se acerca con humildad, trata de captar lo que mueve a las personas y, llegado el momento, formula la misma pregunta que Jesús dirigió a sus primeros seguidores: “¿Qué buscáis?”. Es claro que “solo quien busca encuentra”. Sin explorar a fondo las preguntas e intereses, es imposible acompañar un proceso de encuentro con la persona de Jesús. Soy consciente de que los escándalos de la Iglesia (económicos, sexuales, etc.) están llevando a muchas personas a perder la poca confianza que aún les quedaba en una comunidad que está llamada a ser un “recinto de libertad, de justicia y de amor”. Pero ni siquiera esto, a pesar de su gravedad, puede desfigurar la experiencia de un encuentro personal con Jesús. Quien lo ha tenido sabe muy bien de qué estoy hablando. Nunca es tarde.

2 comentarios:

  1. Quizás hemos presentado a un Jesús deshumanizado y demasiado "divinizado" y hemos hecho consistir el Evangelio en una "religión" donde lo más importante son los ritos, las ceremonias, las normas, los dogmas... cuando lo que realmente nos presenta y nos reta Jesús es ser profundamente humanos como El lo fue. En esto concuerdo con José María Castillo y Leornardo Boff que llegó a decir que un "hombre tan humano como Jesús, solo puede ser Dios".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para el P. Gonzalo: Los santos tienen respuestas. Tb hoy. Pero se les escucha poco demasiado entretenidos en la redacción del enésimo brillante plan pastoral que todo lo arregla y contempla mientras seguimos dando de lado lo sencillo que Jesús instituyó y los reiterados consejos y pedidos del Corazón de la Madre que ha de triunfar. Olvidamos que el Espiritu Santo quiere personas no programas. Necesitamos!santos que vivan a Dios 24h y lo transnitan no funcionarios de la Fe que cierran por vacaciones aunque enfermos se queden privados de lo más importante: Cristo Eucaristía.Dios dara vitalidad a lo que siga esta senda antedicha. Y no se sigue sin conversión.
      Y para anónimo... prefiero palabras luminosas de Cristo la Virgen o santos antes que de ciegos guias de ciegos ejemplos de poco.

      Eliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.