miércoles, 23 de junio de 2021

Súbeme al cielo

Un amigo con quien compartí muchas horas durante mi estancia en Fátima me habló de un grupo musical que no conocía, aunque llevan ya cinco años en cartel. En realidad, son solo dos chicos de Valladolid que hacen música indie pop. Su nombre artístico es Siloé. El alma del grupo es el cantante castellano Fito Robles. Ha sido uno de los pocos españoles becados por la prestigiosa escuela de composición Berklee College of Music de Boston. Es uno de esos músicos católicos que pueden parecer una rara avis en el panorama musical. 

Él no esconde su fe. La confiesa sin tapujos, pero también sin ostentación: “Mi fe nace en mi familia, son mis padres los que me la transmitieron desde pequeño con una libertad tremenda. La vivo en mi casa cada día, cuando me levanto, con mi mujer y con mi hija. En mi parroquia de Valladolid comparto mi fe también e intento ser fiel en todo lo que puedo, pero no te engaño, soy como cualquiera que no acude a misa, cometo las mismas faltas o incluso más. Es algo muy profundo lo que siento, Dios me ha rescatado de mucho y me ha dado también la vida, por eso hay que cuidarla y respetarnos. Sin Dios no tendría sentido mi vida, es algo que necesito”. No se necesitan muchos comentarios. El testimonio es fresco, directo, elocuente.


Es un hombre de hoy. Sabe que la fe puede ser orillada por los indiferentes, pero también manipulada por los mismos creyentes. Es muy sincero a la hora de decir cómo se sitúa él: No me gusta decir que soy creyente para utilizarlo como venta porque si no estaría instrumentalizando a Dios, pero sí que es verdad que en mis textos hago alguna referencia a ello, algo que por otro lado es normal pues es parte muy importante en mi vida. He sentido un respeto enorme en este aspecto en el mundo de la música, nadie me ha juzgado por ello, al menos no me ha llegado eso. Creo que cuando hay un artista que hace algo profundo (esté inspirado en lo que sea), eso cala. Si con mi experiencia necia y pobre de Dios alguien que nunca se acerca a la Iglesia experimenta algo, pues bienvenido sea, pero no hay mucho más trasfondo”.

Creo que hay mucha gente como Fito. Hombres y mujeres que viven su fe con profunda convicción, pero sin airearla por ahí. Personas que prefieren que los hechos de la vida cotidiana sean sus verdaderas credenciales. Abusamos tanto de las palabras que, a veces, se agradece esta discreción confesante.

Entre las muchas canciones de Siloé, hay una que me ha llamado la atención. Se titula “Súbeme al cielo”. En ella colabora también Dani Fernández. Al final de la entrada encontraréis el vídeo. No me resisto a transcribir parte de la letra:

Enciende el fuego y dime cómo llegar
Dime el camino para estar junto a ti
Las sombras no me asustan, no detendrán
Mis ganas de alcanzarte y verte reír
Súbeme, súbeme al cielo
Pero déjame ahí
Súbeme, súbeme al cielo
Pero déjame ahí
¿No ves?
Que aquí las cosas ya no van tan bien
Que aquí las cosas ya no van…

Creo que muchos de nosotros podríamos suscribir eso de que “aquí las cosas ya no van tan bien”. Cada día nos despertamos con nuevos sobresaltos. Otro joven amigo mío, Pablo Melero, licenciado en Ciencias Políticas, acaba de abrir un blog titulado Prospective Politics. Se atreve a hacerlo en inglés para que tenga una difusión mayor. En la primera entrada escribe sobre “The power of big tech and big data”. Las perspectivas que nos aguardan no son muy alentadoras. Vamos hacia una sociedad controlada por la inteligencia artificial. Los seres humanos seremos datos manipulables. Quizás porque no estamos convencidos de que “no todo lo técnicamente posible es éticamente realizable”, como nos recordaba hace muchos años mi viejo profesor de Moral Fundamental. 

No parece extraño que, en este contexto de la sociedad de la información, Fito Robles cante: “Dime el camino para estar junto a ti”. Se atreve incluso a ir más lejos. En su oración secular, le pide a Alguien (un Dios innombrado): “Súbeme, súbeme al cielo / Pero déjame ahí”. Es como si pusiera voz a cuantos se sienten como exiliados en un mundo demasiado caótico. Puede sonar a escapatoria fácil, pero, de hecho, expresa un anhelo de eternidad. No es más que una forma contemporánea de decir lo mismo que decía Agustín de Hipona en el siglo V: “Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón siempre estará inquieto hasta que no repose en ti”. Espero que la música os llegue al alma como me ha llegado a mí. 

Gracias, Mario, por haberme hecho este regalo. Es un punto de luz más de nuestro paso por Fátima. 



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