domingo, 13 de junio de 2021

El Reino no deja de crecer

De no haber caído el 13 de junio en domingo, hoy estaríamos recordando al incombustible san Antonio de Padua  y los 186 años de la ordenación sacerdotal de san Antonio María Claret en Solsona. Pero este año la fecha coincide con el XI Domingo del Tiempo Ordinario

Ayer fue un día hermoso para la Familia claretiana de Roma. A las 18,30 nos reunimos en la basílica del Inmaculado Corazón de María para celebrar junto a la comunidad parroquial la fiesta de nuestra patrona. Por prudencia, decidimos suspender la cena al aire libre que solemos organizar todos los años, pero mantuvimos la celebración de la Eucaristía. El enorme templo acogió a un buen número de personas. Un año más, la Madre nos congregó en torno al altar. Nos dejamos guiar por su voz: “Ve donde te lleve el corazón”. Es una versión un poco poética de sus conocidas palabras: “Haced lo que él os diga”. La hermosa tarde de junio nos permitió intercambiar saludos en el jardín con personas que hacía tiempo que no veíamos y experimentar el calor de la fraternidad.

Pero volvamos al XI domingo. El Evangelio de hoy (cf. Mc 4,26-34) se centra en dos parábolas de Jesús extraídas del capítulo 4 de Marcos, que es un capítulo en el que el Maestro afronta algunas de las crisis de sus discípulos mediante el uso de parábolas: el sembrador, la semilla que crece sola y el grano de mostaza. Detrás de cada una de ellas hay una crisis que puede coincidir con algunas de las que hoy estamos viviendo en la Iglesia. La liturgia nos propone hoy las dos más breves.

¿Por qué Jesús habla de que “pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece”? Porque quiere responder a una crisis de los discípulos de todos los tiempos y que podríamos denominar “exceso de responsabilidad”. ¿Por qué el Evangelio no se abre camino en nuestras sociedades secularizadas? ¿Qué tendríamos que hacer para que llegase al corazón de las personas? ¿Qué tipo de cambios necesita la Iglesia? Nos pasamos “las noches y los días” imaginando estrategias y acciones para ser más eficaces. Aunque creemos en la gracia de Dios, no acabamos de fiarnos del todo. Nos parece que es mejor agarrarse al viejo dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Esto nos carga de ansiedad. Hay algunos cristianos (sobre todo, sacerdotes y líderes pastorales) que acaban quemados. La realidad nos desborda por los cuatro costados. 

Lo que Jesús nos dice es que la eficacia de la Palabra de Dios no depende de nuestros esfuerzos, sino de su energía interna. Si nosotros la hemos esparcido con generosidad, no es necesario que nos obsesionemos con su proceso de desarrollo, igual que el buen agricultor no se pasa las 24 horas de la jornada examinando si las semillas que ha plantado crecen o no. Lo van a hacer “sin que él sepa cómo”. El hecho de no poder controlar toda la cadena productiva nos saca de quicio, pero así funciona la expansión del Evangelio. Unos siembran, otros riegan y otros cosechan. Tranquilidad.

La segunda crisis es la de “los cuatro gatos”. Si las cosas siguen a este ritmo, en pocas décadas los cristianos seremos cuatro gatos en muchos lugares del mundo, otrora florecientes en fieles y comunidades. ¿Quién no ha sentido algo parecido viendo el panorama de Europa y de algunos lugares de América? La respuesta de Jesús es radical. Para ser consecuente con la “pequeñez” del Reino, cuenta también una “pequeña” parábola. El Reino de Dios “es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”. En el caso de la mostaza, la desproporción entre la semilla y el arbusto que sale de ella es evidente. 

Con el Reino de Dios pasa lo mismo. En ninguna parte está dicho que el Reino será más eficaz cuantas más instituciones tengamos y cuantas más actividades realicemos. En el conjunto del mundo, la Palabra siempre será un grano de mostaza; es decir, una realidad casi invisible, pero con una eficacia interna descomunal. De vez en cuando, somos testigos de estas desproporciones, pero la mayor parte de las veces nos pasan también desapercibidas. A Jesús le encanta desmontar nuestros castillos de naipes para que aprendamos a vivir una fe desnuda, sencilla, que no encuentre su fundamento en hechos grandiosos y medibles, sino en una confianza ilimitada en Dios. Lo sabemos, pero tendemos a olvidarlo con mucha rapidez. Por eso, él sigue contándonos una y otra vez las mismas historias con la esperanza de que, poco a poco, vayamos comprendiendo su sabiduría. Feliz domingo.



1 comentario:

  1. Hay momentos que una misma expresión decirla con palabras diferentes, ayuda a salir de la rutina y vivirla desde otras perspectivas, como cuando dices: “Ve donde te lleve el corazón”. Es una versión un poco poética de sus conocidas palabras: “Haced lo que él os diga”.
    En referencia al evangelio de hoy, yo diría, como Armellini, que no es culpa de la semilla, ni del sembrador, es porque “la tierra” no está preparada para recibirla.
    Al reflexionar sobre lo que escribes de la “crisis de los cuatro gatos”, quizás debemos tomar conciencia de que lo sembrado, años anteriores, ahora no es válido… Comparándolo con la pandemia de ahora, la pandemia que se ha creado con fuerza es la del “miedo” y así la gente estábamos controlados… Cuando se va perdiendo el miedo va desapareciendo el control… Años atrás, se sembraba la semilla acompañada del “miedo”, no de la “liberación”… Se acaban los miedos, se deja la religión aparte, pero la espiritualidad no desaparece… Los que quieren vivir y viven en la línea del Evangelio, quizás son más auténticos.
    Según el testimonio “de los cuatro gatos”, después de sembrar, se hará posible que la semilla vuelva a germinar con fuerza o no.
    Gracias Gonzalo, por todas las semillas que vas sembrando y que quizás tú no te enteras del fruto que dan… tus semillas quedan esparcidas por el mundo.

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