martes, 22 de junio de 2021

De la cumbre al valle

Mis días en Fátima han tenido algo de experiencia Tabor; es decir, de encuentro con la dimensión profunda y hermosa de la vida. Un blog púbico no es el mejor lugar para contar con pelos y señales una experiencia personal. De vuelta a Roma, es como si hubiera pasado de la cumbre al valle, de un momento extraordinario y luminoso a la normalidad de la vida cotidiana. Me parece que esto nos sucede a todos de vez en cuando. ¿Cómo gestionar este paso? ¿Cómo no hacer del día a día una fábrica de mediocridad, sino un territorio de luz? Las experiencias “cumbre” constituyen un regalo que aparece cuando menos lo esperamos. Creo que, en este enésimo viaje a Fátima, por razones diversas, he vivido una de esas experiencias. Las sorpresas han sido más frecuentes y bellas que las cosas programadas. Me siento profundamente agradecido a Dios y a María por ello. 

Pero no siempre es posible vivir en la cumbre. El desafío consiste en bajar al valle de la vida ordinaria con un rostro iluminado. Hoy mismo comienzo un intenso trabajo con una pequeña comisión internacional que prepara el próximo Capítulo General de los misioneros claretianos que, Dios mediante, celebraremos en agosto-septiembre. Y pasado mañana tendremos en Roma el estreno de la película “Claret”, que se ha retrasado año y medio debido a la pandemia.

Si algo he ido aprendiendo a lo largo de los años es que hay que trabar bien pasado, presente y futuro. No podemos vivir al día, por más que hoy se haya puesto de moda un presentismo que nos seca por dentro. Para disfrutar del hoy, necesito engarzarlo con el ayer, porque no somos nada sin todo lo vivido. Y necesito también abrir este hoy al mañana, nutrirlo con la fuerza de la esperanza. En la espiritualidad judía hay un fuerte reclamo a la memoria. La Biblia repite con frecuencia: “Acuérdate, Israel”. 

Si olvidamos los momentos en los cuales la presencia y el amor de Dios se nos han hecho patentes, tendremos dificultades para vivir con alegría la fe en el valle de la vida cotidiana. Sin caer en nostalgias paralizantes, nos hace bien “recordar” (es decir, pasar por el corazón) las cosas buenas que hemos vivido, los momentos en los cuales la vida ha alcanzado gran densidad, los encuentros que nos han marcado, las conversaciones que han dilatado nuestro horizonte. Yo he vivido todo esto durante la “experiencia cumbre” de Fátima y no quisiera pasar página como si nada hubiera sucedido para enfrascarme en los asuntos presentes. Sin memoria, el presente pierde consistencia, se convierte en una mera sucesión de momentos aislados, placenteros o dolorosos, pero no enriquecedores.

La vida en el valle de la cotidianidad tiene también su encanto. Iluminados por la luz recibida en la cumbre, somos capaces de dar un nuevo sentido a las pequeñas cosas. Valoramos los saludos a las personas, el poder de la sonrisa, la terapia de la escucha, los pequeños servicios que damos y recibimos, el trabajo bien hecho, el sentido de la responsabilidad, los momentos de contemplación y de descanso, una palabra amable… 

Quizá uno de los mayores peligros que nos impide vivir hoy con gozo la cotidianidad es la fragmentación y ansiedad a las que nos someten los medios de comunicación. Enganchados a nuestro teléfono móvil, solemos estar muy pendientes de mensajes y estímulos que continuamente reclaman nuestra atención. Con frecuencia nos impiden concentrarnos en lo que estamos haciendo. Cada vez me resulta más molesto que alguien, mientras habla conmigo, se dedique a revisar su teléfono móvil. Es como si estuviera más pendiente de lo que le llega que de la persona que tiene enfrente. Reconozco que soy un usuario habitual del móvil. Por eso mismo, soy consciente de su tiranía y de la dispersión a la que puede conducir. Liberarse físicamente de él durante ciertos momentos de la jornada me parece una buena manera de empezar a disfrutar del valle de la vida cotidiana sin interferencias.

Roma me ha recibido con un verano lleno de luz y calor. Se respira un entusiasmo que hacía tiempo que no había visto. Esperemos que sea el presagio de una nueva etapa de reconstrucción social. 



2 comentarios:

  1. Gonzalo, agradezco que nos hayas transmitido la alegría y profundidad de este momento “cumbre”… muchas veces el corazón habla por si solo... Deseo que este encuentro con "la Madre", te aporte toda la fuerza que ncesitas para afrontar el trabajo que llevas entre manos...
    Nos escribes: “Para disfrutar del hoy, necesito engarzarlo con el ayer, porque no somos nada sin todo lo vivido. Y necesito también abrir este hoy al mañana, nutrirlo con la fuerza de la esperanza”… “nos hace bien “recordar” (es decir, pasar por el corazón) las cosas buenas que hemos vivido…”
    Me gusta como lo expresas, es una idea en la que coincidimos y que intento compartir con las personas que vienen a mí... Un abrazo.

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  2. Padre buenas tardes. Creo que recordar aquelos momentos de abismo también es válido, porque sin ellos no comprendemos y valoramos el amor misericordioso de Dios Padre que nos rescató del pecado.

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