lunes, 21 de junio de 2021

Empieza el verano

Acaba de comenzar el verano en el hemisferio norte. Yo estoy en Lisboa. Dentro de unas horas regresaré a Roma tras haber pasado tres días en Fátima. Ha sido una hermosa manera de romper el aislamiento romano. La conferencia de ayer en el Simposio Teológico-Pastoral discurrió con normalidad. A los asistentes les sorprendió la iconografía cordimariana del claretiano Maximino Cerezo Barredo sobre la que basé mi exposición. No estaban acostumbrados a ver al Corazón de María como una mujer joven, descalza, abriéndose camino entre el grupo de los discípulos. Se parecía muy poco a las estampas del Corazón de María que corren por ahí. Me sentí muy a gusto en el Centro de Pastoral Pablo VI. Abundaron las atenciones. La organización fue excelente. No es normal encontrar algo parecido en otras partes del mundo.

Una de las conclusiones que me llevo del Simposio es que necesitamos creernos que por el Bautismo hemos sido hechos “santos”, que es más importante el don de gracia que recibimos que nuestra respuesta libre, por esencial que sea. En otras palabras: que la santidad es la obra de arte que el Espíritu de Dios hace en cada uno de nosotros con tal de que no le pongamos demasiados obstáculos. Siglos de moralismo y ascetismo voluntarista han ido desdibujando esta vocación universal hasta convertirla en algo privativo de unos pocos elegidos y a veces excéntricos personajes. 

Otra conclusión es que, sin caer en elitismos, necesitamos crear hábitos de formación cristiana que nos permitan iluminar desde el Evangelio las complejas situaciones que hoy nos toca vivir. Si no, fácilmente caemos en posturas fanáticas (unos pocos) o nos desdibujamos en la masa (la mayoría). Las parroquias y las diócesis van alumbrando iniciativas de muy diverso género, pero tengo la impresión de que no forman parte de nuestros “hábitos” cristianos. Se trata, más bien, de actividades ocasionales en las que participa un pequeño porcentaje de bautizados.

Cada cinco minutos oigo el rugido de algún avión que se dirige al cercano aeropuerto de Lisboa. La comunidad claretiana en la que me hospedo, enclavada en el edificio del Colegio Universitario Pio XII, sirve de punto de referencia. No es algo agradable, pero uno acaba acostumbrándose. Volver a esta rutina de aviones y aeropuertos tiene su punto atractivo. Tras casi un año en el dique seco, me había acostumbrado a la tranquilidad doméstica. Todo tiene sus pros y contras. En la vida estamos siempre lidiando con tensiones que apuntan en direcciones opuestas. Quizás el arte de vivir consiste en saber manejarlas. A veces hay que pisar a fondo el acelerador y otras tocar el freno. Las personas prudentes saben el momento preciso para ejecutar cada operación. Las imprudentes se dejan llevar de sus primeros impulsos. 

En fin, vamos aprendiendo a medida que caminamos. Quizás ayuda más a crecer la capacidad de leer en profundidad y lo que vamos viviendo (y extraer las correspondientes lecciones) que caminar siempre sin caerse, pero también sin arriesgar nada.  ¡Feliz verano a quienes vivimos en el hemisferio norte!

1 comentario:

  1. Estos días nos has acercado mucho a la santidad, nos la has puesto al alcance de tod@s.
    Disfruté con tu ponencia. Cada vez que contemplo el mural, recordando tus meditaciones ante él, encuentro cosas nuevas… Me ayuda a ver a María mucho más cercana.
    Hay estampas que parece más una abuela que una madre joven, como era.
    Gracias por la definición con que resumes el tema de la santidad: “que la santidad es la obra de arte que el Espíritu de Dios hace en cada uno de nosotros con tal de que no le pongamos demasiados obstáculos”… Me ayudas a descubrirla más asequible.
    Gracias Gonzalo, por toda la formación que nos transmites, pues realmente, nos hace falta…
    Necesitamos ir actualizando la que recibimos y saber discernir lo que nos es válido y lo que no… También los niños, a medida que van creciendo, van cambiando su alimentación, adaptándola a sus necesidades.

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