viernes, 19 de junio de 2020

Uncidos a Él

En Roma ha amanecido un día luminoso y fresco. La ciudad se mueve con aparente calma, pero todavía no hemos recuperado el ritmo de los meses anteriores a la pandemia. Los estudiantes están terminando un curso académico cuya segunda mitad ha sido rara. Se multiplican los exámenes on line. Muchos se preguntan si durante los próximos meses de julio y agosto se recuperará el turismo o seguiremos padeciendo las consecuencias de la crisis. En este contexto de progresiva recuperación de la normalidad y de incertidumbre, celebramos hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. El texto del evangelio de Mateo que la liturgia propone para hoy parece escrito para los tiempos que vivimos: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,28-30). Jesús nos invita a ponernos en camino, a acercarnos a él. Nos ve como “cansados y agobiados”. Estamos cansados porque llevamos casi cuatro meses confinados o con medidas restrictivas y ya nos hemos hartado de los supuestos beneficios del aislamiento doméstico. Pero, lo peor de todo es que podemos estar “agobiados” por el peso de lo que hemos vivido y de lo que nos aguarda. Naturalmente, este agobio tiene manifestaciones muy diversas según las personas. No es lo mismo haber vivido a salvo del coronavirus y sus repercusiones emocionales y económicas que haber padecido en carne propia sus consecuencias. Por mucho que agobien las noticias de las televisiones, lo que de verdad “agobia” es haber experimentado de cerca hasta qué punto un virus puede cambiar en pocas horas o días la vida de una persona, una familia o una comunidad.

Sentir que Jesús se hace cargo de este agobio, que no estamos solos, es el comienzo de un camino de recuperación. La invitación que Jesús nos hace luego resulta incomprensible para quienes siempre han vivido en contexto urbano, pero muy clara para quienes proceden del mundo rural. Podemos imaginar una yunta de bueyes uncida a un yugo que la mantiene unida mientras arrastra un peso. Me vienen a la memoria recuerdos de mi infancia. He visto muchas veces esta estampa de bueyes tirando de un carro cargado de hierba, de cieno o arrastrando pinos. Imaginemos ahora que esa extraña yunta está formada por Jesús y cada uno de nosotros, unidos ambos por el mismo yugo. Es interesante notar que la palabra “cónyuge” (aplicada a los esposos) tiene la misma raíz. Significa el que comparte el yugo con otra persona. Los “cónyuges” son también “consortes” porque comparten la misma suerte. Cuando dos están unidos por el mismo yugo no puede ir cada uno en direcciones opuestas. Deben caminar a la par. El yugo de Jesús (que, en definitiva, es la cruz) es “ligero” porque casi todo el peso recae sobre él. La clave, pues, para soportar el peso de la vida es “uncirnos” [el corrector automático de mi ordenador se empeña en escribir unirnos; se ve que el verbo uncir le parece obsoleto] a Jesús, entrar en íntima comunión con él, caminar junto a él, seguir su misma suerte.

Hoy se habla de eliminar todos los yugos que “subyugan” (es decir, avasallan, sojuzgan, o dominan violentamente) a los seres humanos. El “yugo” se ha convertido en un símbolo de opresión. En las últimas semanas se han multiplicado las manifestaciones en Estados Unidos y otros países en contra del inveterado yugo del racismo. Sin embargo, Jesús no se refiere al “yugo” como símbolo de esclavitud, sino de libertad, de descanso: “encontraréis vuestro descanso”. Su “yugo” (en definitiva, su cruz) no es opresor porque es expresión de amor, el fruto de alguien que se presenta a sí mismo como “manso y humilde de corazón”, en línea con los que son bienaventurados por el mismo motivo. Nos hace bien meditar este mensaje en estos tiempos del coronavirus en que necesitamos restaurar la confianza en nosotros mismos, en los demás y en Dios. Frente al “yugo” insoportable de la pandemia, se nos ofrece el “yugo” ligero de Jesús. Unidos a él, podemos cargar con la existencia porque casi todo el peso recae sobre sus hombros.

2 comentarios:

  1. Gracias Gonzalo, por esta idea y explicación del "yugo". Después de leerlo resulta más fácil entrar en esta dinámica.

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  2. Gracias Gonzalo.
    He visto que se me había pasado esta entrada y me ha encantado por los matices que acabas de introducir en mi vida. Todos los días se aprenden muchas cosas. Hoy acaba de comenzar y ya voy bendecido por mucho tiempo. Gracias.

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