sábado, 13 de junio de 2020

Hoy va de Antonios

No cabe duda de que san Antonio de Padua es un santo muy popular, quizás el más popular de la Iglesia católica. Lo he podido comprobar tanto en Oriente como en Occidente. Hoy celebramos su fiesta. Dada su fama de milagrero, este año tendríamos que pedirle el “milagro” de una vacuna rápida y eficaz contra la Covid-19. El virus se está llevando por delante miles de personas (ahora redobla su ataque en América y en algunas regiones de Asia), empresas, instituciones y eventos. Acabo de enterarme de que el Ayuntamiento de mi pueblo, tras el pleno de ayer, ha decidido suspender este año las fiestas patronales que se celebran a mediados de agosto. 

La vida está cambiando más de lo que a primera vista parece. Nosotros no somos los mismos si nos quitan todo aquello que nos configura. Los niños tienen una enorme capacidad de adaptación. Los adultos necesitaremos más tiempo. Mientras suceden estas cosas, nosotros hemos comenzado ya la novena al Corazón de María, cuya fiesta será el próximo día 20. Aquí en Roma la hemos comenzado en la inmensa basílica del Corazón de María con un puñado de fieles, todos ataviados con la imprescindible mascarilla. Yo mismo, desde el ambón, tuve que alternar momentos “enmascarillado” y momentos libres para poder dirigirme a los participantes. Si en algún sitio se puede mantener un razonable distanciamiento social es en esta basílica que tiene casi una hectárea de superficie. Se nota todavía miedo, pero hay que ir dando pasos. No hay peor virus que el miedo inoculado en el alma porque tiene un poder paralizante que afecta a todas las esferas de la vida. Prudencia, siempre; miedo, pocas veces.

Hoy celebramos también el 185 aniversario de la ordenación presbiteral de san Antonio María Claret. Tuvo lugar en Solsona (Lleida) porque el obispo de su diócesis de Vic (Barcelona) estaba enfermo. Fue hermoso que la ordenación coincidiera con el día de su santo. Y precisamente hoy nos llega el segundo premontaje de la película sobre el santo -que se titulará simplemente “Claret”- y que, si no hay contratiempos, se estrenará en el mes de octubre, coincidiendo con el 150 aniversario de su muerte. Espero que ayude a conocer mejor al personaje y a difundir su memoria. En ella intervienen dos literatos (Azorín y Pío Baroja) que cambiaron su opinión sobre Claret cuando tuvieron ocasión de conocerlo a fondo y de esta manera superar los prejuicios que tenían contra él. No es fácil ser santo en una España enzarzada en guerras carlistas, en una Cuba esclavista y en una Corte madrileña llena de intrigas.  Pero la gracia de Dios es soberana. No hay situación en la que uno no pueda responder con libertad y generosidad al don de Dios. Cuando a veces pensamos que hoy, en este primer tercio del siglo XXI, resulta difícil vivir la fe cristiana, pienso en un hombre como Antonio María Claret, sometido a persecuciones constantes en un turbulento siglo XIX.

Tanto san Antonio de Padua (o de Lisboa) como san Antonio María Claret fueron hombres que vivieron relativamente poco tiempo. El franciscano portugués, algo menos de 40 años; el misionero catalán, poco más de 60 años. Y, sin embargo, además de desarrollar una prodigiosa actividad itinerante (Antonio de Padua por tierras de Portugal, Marruecos, Francia e Italia; Antonio María Claret por España, Cuba, Italia y Francia), ambos vivieron un profundo itinerario de configuración con Cristo. En ningún caso llevaron una vida cómoda, exenta de problemas. Aprendieron a creer, esperar y amar en el torbellino de la vida concreta. No esperaron a que llegaran tiempos ideales para ser lo que tenían que ser. Cada día de su vida fue importante. No hubo tiempos vacíos. No dijeron aquello de “mañana le abriremos para lo mismo responder mañana”. 

Si en el siglo XIII (Antonio de Padua) y en el siglo XIX (Antonio Claret) fue posible, ¿por qué no ha de serlo en el siglo XXI? Cada época histórica tiene sus desafíos. Antonio de Padua fue un hombre medieval, con una visión teocéntrica del mundo. Antonio Claret fue un hombre moderno, marcado por el antropocentrismo emergente. Nosotros somos hombres y mujeres ultramodernos, hijos de la sociedad de la información, pioneros de una nueva era digital que no sabemos a dónde nos llevará. El contexto es importante, pero no determina nuestras opciones. Lo esencial en todo caso es saber a quién pertenecemos, cuál es el “centro” de nuestra vida, de manera que nuestro compás pueda trazar siempre un círculo perfecto por difíciles que sean las condiciones.

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