jueves, 18 de junio de 2020

Silencio, se graba

Cuelgo la entrada de hoy con un poco de retraso porque he tenido que dedicarme a hacer algunas pregrabaciones para los Ejercicios Espirituales on line que tendremos dentro de unas semanas. Aquí, en nuestra curia general, tenemos un pequeño estudio donde grabamos vídeos, hacemos videoconferencias, etc. Durante los meses de la pandemia se ha usado más que nunca porque muchas actividades hemos tenido que hacerlas on line. No es fácil dirigirse a una cámara e imaginar que detrás (es decir, a miles de kilómetros) hay unos centenares de personas que dentro de unos días verán y escucharán esa meditación desde lugares tan remotos como Buenos Aires o Ciudad de México. Es como jugar un partido de fútbol en un estadio sin aficionados o celebrar la Eucaristía en una iglesia vacía. En el fondo, una meditación es siempre un diálogo, no un discurso unidireccional. El diálogo no solo se hace a través de palabras, sino también de gestos y silencios. Cuando falta este retorno (o este feedback, como dicen los entendidos), la comunicación se empobrece. De todos modos, aceptadas estas reglas de juego, es preciso sacar el máximo partido a un medio que ofrece también otras posibilidades.

El estudio está insonorizado con pequeñas planchas de espuma, de modo que el silencio es casi total. Se podría decir que invita más a permanecer callado que a hablar. Estoy solo en un espacio de unos doce metros cuadrados. Bueno, no completamente solo. Me acompaña como técnico el responsable de nuestro departamento de comunicaciones, un simpático filipino que lo mismo edita un vídeo que hace la maquetación de un libro o actualiza la página web. Hacemos algunas pruebas de sonido, ajustamos la iluminación y, sin muchos preámbulos, comenzamos la grabación, que no debe durar más de 30 minutos. En tiempos vertiginosos como los nuestros, ¿quién aguanta una meditación de una hora? Dispongo de un guion sobre la mesa, pero prefiero hablar sin sin leer, mirando a cámara. Hago un esfuerzo por imaginar los rostros de los futuros espectadores. Descubro a ancianos que, tras los primeros cinco minutos, se duermen; a misioneros de mediana edad que toman alguna nota mientras contemplan la pantalla de su ordenador; a los más jóvenes que siguen el contenido y, de vez en cuando, hacen algún comentario para sí mismos sobre algún aspecto técnico que les llama la atención. 

En medio de la grabación, me pregunto: ¿Por qué hacemos estas cosas? ¿Cuál es su sentido? Lo que más importa a la hora de transmitir un mensaje (sea en una homilía o en una videoconferencia) es la autenticidad. Si el que habla no se cree lo que está diciendo, si no es carne de su carne, el oyente enseguida percibe que algo no fluye. Más allá de los medios técnicos, lo que llega al corazón es la fuerza de la experiencia. Es verdad que “el medio es el mensaje”, pero se podría decir también lo contrario: “el mensaje es el medio”. Un mensaje que tiene fuerza en sí mismo se abre camino incluso a través de medios que no son los ideales. A menudo nos sorprendemos de los modos extraños como el Evangelio llega al corazón de las personas. Casi nunca coinciden con los que nosotros hubiéramos considerado los más idóneos y atractivos. El gran comunicador es el Espíritu Santo. Él sabe hacer llegar cada persona lo que necesita y lo que puede acoger en el momento oportuno. Esto no lo enseñan en ninguna facultad de comunicación. Dicho lo cual, no está de más cuidar la calidad del sonido, la buena iluminación y un ritmo ágil.

1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo, abrir las puertas del estudio, para mi, ha sido todo un símbolo que nos invita a la intercomunicación. Cuando transmitas las meditaciones te ubicamos dónde estás y se recibe diferente.
    Transmitir con autenticidad… y escribes también: lo que llega al corazón es la fuerza de la experiencia. Precisamente esto es lo que te hace cercano y que llegues a mucha gente a través del Blog. Tu, Gonzalo, transmites con autenticidad y con fuerza, lo que transmites no es teoría, es vida y esto llega y mueve, conectas.
    De acuerdo que el gran comunicador es el Espíritu Santo, pero se vale de muchos medios y en este caso, también se vale de ti para transmitir el mensaje que ya tiene fuerza y que tu también vas a transmitirla.
    Ánimo Gonzalo, todo va a ir muy bien y ya de antemano te agradezco este gesto que habéis tenido. Unidos en la oración.

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