martes, 2 de julio de 2019

Estampas limeñas

Lima me recibió con poco más de 17 grados de temperatura y una lluvia fina, monocorde, impropia de esta ciudad que se pasa el año cubierta por un cielo plomizo que amenaza romper, pero que casi nunca lo hace. Antes de que pueda evocar “la flor de la canela” he tenido que ponerme manos a la obra. En esta ciudad de más de ocho millones de habitantes hay varias comunidades claretianas; la curia provincial, un gran colegio, dos parroquias y la casa de formación. Atrás quedan las semanas pasadas en Bolivia con sus fuertes contrastes. Aunque ahora quisiera concentrarme solo en mi trabajo, me llegan noticias desde diversos frentes. Sigo la situación política de España e Italia, la crisis del barco Sea Watch 3 y el arresto de su capitana por parte de las autoridades italianas, los retos de la Unión Europea y los interminables sufrimientos de los migrantes centroamericanos. Se ha hecho viral la imagen del joven padre salvadoreño con su hija, ambos ahogados mientras intentaban cruzar el Río Negro. No me gusta hacer de estas tragedias humanas carne de Facebook, pero es comprensible la reacción de muchas personas de buena voluntad. Parece que colgando una imagen dramática en las redes sociales exorcizamos nuestra culpabilidad difusa y expresamos una solidaridad que nunca sabemos cómo hacer efectiva. En estos asuntos hay sensibilidades muy diversas.

A veces las noticias tienen que ver con situaciones familiares de personas muy queridas. El cáncer sigue haciendo estragos entre los jóvenes. No es fácil aceptar la impotencia médica. Frente a situaciones así, pierden importancia las muchas noticias frívolas que hablan de traspasos de futbolistas, bodas y divorcios de famosos, conciertos de verano, torneos de tenis y corridas de toros. Y, sin embargo, los seres humanos necesitamos estas válvulas de escape. No podemos convivir con la cruda realidad. Se nos haría insufrible una existencia repleta de enfermedades, muertes, traiciones, rupturas, abusos y violencias. Necesitamos algunos boquetes que nos permitan respirar otro aire, aunque parezca frívolo e insustancial. Solo las personas de honda espiritualidad pueden afrontar el sufrimiento sin buscar escapatorias. Es más, descendiendo a la fosa de la muerte, se encuentran con el Cristo que “ha descendido a los infiernos” de las peores situaciones humanas. Donde uno jamás hubiera imaginado que Dios está, Jesús nos ha mostrado que el amor no deja ningún territorito sin cubrir. La cruz de Jesús es un símbolo poderoso que da sentido al sinsentido que amenaza nuestra vida.

Escribo la entrada de hoy cuando en Europa ya ha amanecido. Yo todavía no me he acostado. Mientras allí se abrirá una jornada calurosa y seca, aquí, en Lima, seguimos envueltos por una humedad que impregna todo. Las sábanas parecen recién salidas de la lavadora. Es hermoso y un poco inquietante vivir en varios sitios a la vez. Las tecnologías de la comunicación nos permiten ser sin estar y, por desgracia, también estar sin ser. Los clásicos conceptos de espacio y tiempo han perdido su rigidez. Ahora todo es fluido. El “panta rei” (todo fluye) de Heráclito parece más real que nunca. Tendremos que aprender a surfear con destreza para no ser víctimas de las olas y no perdernos en la vorágine del agua. Por cierto, ayer me perdieron mi maleta en el aeropuerto de Lima. ¡Menos mal que la reclamé antes de que la enviaran por error a Cancún con un grupo de 40 chicos y chicas cruceños que iban a ese paraíso mexicano para celebrar su graduación! En fin, dejemos que la recordada María Dolores Pradera nos emocione un poco en estos primeros días de julio.


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