jueves, 26 de enero de 2017

El tiempo como escape

Ya se sabe que hablar del tiempo es una costumbre muy inglesa. Una de las primeras preguntas que uno aprende cuando estudia la lengua de Shakespeare es How’s the weather? o cualquiera de sus múltiples variantes. Se suele decir que en Inglaterra puede hacer las cuatro estaciones en un mismo día. Como en todos los países, también en Italia los informativos de las televisiones hablan del tiempo, pero, en general, de manera muy breve y concisa. En España, sin embargo, la información meteorológica ocupa un tiempo desproporcionado. Y no solo en su correspondiente sección sino que con frecuencia salta como noticia de portada. En los últimos días se ha hablado hasta la saciedad de la ola de frío siberiano, de las nevadas en lugares insólitos, de los atascos en las autopistas, etc. Como no parece suficiente una información escueta, las televisiones añaden entrevistas con las gentes del lugar para escuchar confidencias tan reveladoras como que “Hace un frío que pela”, “Hemos tenido una temperatura de 10 grados bajo cero”, “Hay que salir a la calle con gorro y guantes”Minutos y minutos dedicados a algo tan obvio como que ha nevado en enero o las temperaturas han descendido mucho. En verano volverá a suceder lo mismo con los golpes de calor, la necesidad de protegernos del sol y beber líquidos… y obviedades por el estilo.

Me pregunto a qué responde esta obesidad informativa. Es como si hablando del tiempo meteorológico se quisiera escapar del tiempo social.  Es más fácil gastar minutos en poner bellas imágenes de nieve que en informar sobre el drama de los refugiados que se calientan en la calle con una hoguera o de otros problemas que estamos teniendo. Cuando no sabemos o no queremos hablar de otra cosa... hablamos del tiempo. Es una salida fácil, neutra, socialmente aceptable. Me vienen a la mente las duras palabras de Jesús dirigidas a la gente de su tiempo: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: “Va a hacer bochorno”, y sucede. Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12, 54-56). Hoy podría decirnos algo semejante: “Desplegáis todos los medios habidos y por haber para hablar de borrascas, anticiclones, isobaras, etc. y no os dais cuenta de lo que está pasando en vuestra familia. Os preocupáis de si va a llover mañana o de si va a salir el sol y os da igual lo que sucede con las personas sobrantes. Dejad ya la obsesión meteorológica y abrid los ojos a lo que realmente importa”.

Es verdad que a muchas personas el tiempo les cambia el estado de ánimo. Si sale un día nublado y gris entran en estado depresivo. Si aparece un sol radiante se ponen más contentas que unas pascuas. No es cuestión de despachar estos asuntos con frivolidad. Pero en ningún caso el interés por el tiempo meteorológico debería impedirnos medir la temperatura del tiempo social, preocuparnos de adivinar las tendencias y adoptar las actitudes necesarias. Algunas son invisibles. Solo con el paso del tiempo se hacen patentes, pero otras saltan a la vista. Hoy quiero subrayar una que aparece con claridad en el vídeo que acompaña este post: la tendencia al inmediatismo, a considerar que –como sucede en el mundo informático–  todas las metas tienen que estar siempre al alcance de la mano. Cuando esto no sucede, uno se desanima o se deprime. Como si lograr la excelencia profesional o escalar la cumbre de la virtud estuviera al alcance de un click. Os dejo con un vídeo que nos ayuda a entender mejor esto a partir de experiencias de la vida diaria. 



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