viernes, 23 de diciembre de 2016

Adiós al Mesías por un móvil

La noticia puede pasar desapercibida, a menos que uno sea un entusiasta de “El Mesías” de Händel, como es mi caso. Sucedió el martes pasado en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. Se estaba interpretando el aria He was despised, que se encuentra al final de la primera parte del celebérrimo oratorio de Händel. El director de orquesta, el norteamericano William Christie, interrumpió abruptamente su recital navideño al frente del grupo Les Arts Florissants. El móvil de uno de los espectadores no paraba de sonar. Sorprendido y enojado, detuvo el concierto al grito de ¡Stop! Dirigiéndose al público, pronunció una frase que resume casi el espíritu de una época: “Acaban de destruir uno de los pasajes más hermosos de esta obra…”. Y volvió a comenzar. Este hecho no pasaría de ser una anécdota si no fuera el reflejo de una sociedad adicta a los teléfonos móviles. Suenan en las salas de concierto, en los cines, en los transportes públicos, en las oficinas… ¡y hasta en las iglesias! Una persona que no es capaz de desconectar su teléfono móvil para escuchar “El Mesías” de Händel no ha entendido qué significa la música. Se convierte en un terrorista cultural. El sonido extemporáneo de un móvil –aunque sea de ultimísima generación– no puede competir con la música excelsa del músico barroco. Se podría decir algo semejante al título de una antigua novela de Manuel Vicent, No pongas tus sucias manos sobre Mozart.

Tendría que convertirse en un hábito, socialmente promovido, prescindir del teléfono móvil en todos aquellos lugares en los que se está dando otro tipo de comunicación. Ya sé que en algunos lugares se suelen poner carteles advirtiendo que está prohibido su uso. En algunas iglesias se ha puesto de moda el: “Apague su móvil. No lo necesita para hablar con Dios”. Pero no es suficiente. No se trata de advertencias sino de hábitos personales. La necesidad de estar permanentemente localizables y comunicados acaba siendo una adicción. No. Yo no quiero que me localicen siempre. No necesito estar comunicándome a todas horas. Algunos de mis amigos me reprochan que no suelo llevar mi móvil en el bolsillo cuando me desplazo dentro de casa o a lugares próximos. Solo hay una razón: me agobia. No soporto estar pendiente de un aparatito incómodo, escuchando a cada poco los sonidos de mensajes que entran, de amigos de Facebook que cuelgan algo nuevo en su muro o cosas por el estilo. Para conectarme a fondo conmigo mismo y con las personas necesito estar bastante tiempo desconectado. Sí, es una cuestión de atención plena.

Bueno, vayamos con la última antífona de la O, la del 23 de diciembre. Así podemos elevar la  temperatura de nuestra esperanza y de nuestra alegría. Esta última antífona invoca al Mesías como Emmanuel. Es difícil encontrar entre todos los títulos mesiánicos uno más hermoso. Significa Dios-con-nosotros. A este Dios a ras de suelo, lo reconocemos como “esperanza de los pueblos y rey de las naciones”.


LATÍN


ESPAÑOL

O Emmanuel, Rex et legifer noster,
exspectatio Gentium,
et Salvator earum:
veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.


Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones
y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.


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