miércoles, 30 de noviembre de 2016

Volar con el sol

Hoy acaba el mes de noviembre con la fiesta del apóstol san Andrés. Me viene a la memoria el dicho popular: Por los Santos, la nieve en los altos; por san Andrés, la nieve en los pies. No sé qué tal tiempo hace por ahí, pero aquí en Roma hemos amanecido con 2 grados de temperatura. Hace frío, pero la nieve tendrá que esperar. No es ésta una ciudad en la que nieve con frecuencia, aunque en febrero de 2012 cayó una nevada histórica. Pero no quiero hablar del tiempo sino del futuro. Hay muchos sueños de niño que la ciencia y la técnica están haciendo realidad en nuestros días. Recuerdo que cuando a principios de los años 60 se instaló el teléfono fijo en mi casa, yo soñaba con que algún día todos pudiéramos llevar un teléfono con nosotros para hablar con cualquiera desde cualquier lugar. La telefonía móvil ha realizado y desbordado con creces mi sueño infantil. En todos los rincones del planeta encontramos personas con su adminículo en la mano comunicándose con propios y extraños. Otro de mis sueños era que algún día los coches pudieran volar y que los cielos se convirtieran en autopistas por las que cualquiera pudiera transitar con su coche-avión. Técnicamente ya es posible. Dentro de pocos años, cuando a la industria le interese y se resuelvan algunas cuestiones legales, se producirá el salto comercial. 

Por último, aunque éste no era un sueño infantil sino más bien de adulto, he deseado que el sol pudiera ser la energía básica para muchas de las actividades que realizamos, incluso para la propulsión de los aviones. En el vídeo que he colocado abajo se narra la vuelta al mundo realizada por los pilotos Bertrand Piccard y André Borschberg, promotores del proyecto Solar Impulse, con un avión ligero, de 72 metros de envergadura, propulsado por energía solar. Reconozco que estos proyectos me fascinan. Llegará un día en que los aviones comerciales podrán alimentarse con este mismo tipo de energía, con el consiguiente ahorro económico y, sobre todo, sin contaminar el ambiente.

¿Qué pasaría si los seres humanos nos dedicáramos a imaginar, apoyar y financiar proyectos que resolviesen los verdaderos problemas humanos? Podríamos acabar con el hambre en el mundo, con muchas enfermedades, con la falta de vivienda y agua potable, etc. Tenemos capacidad para ello. Lo que ocurre es que a menudo los científicos deben dirigir sus esfuerzos a otro tipo de objetivos. Y, lo que es peor, el mercado utiliza los avances científicos y técnicos para lucrarse, aunque sea a costa de los intereses de la mayoría. Siempre ha sido así y quizá siempre lo sea, lo cual no tendría que impedirnos apoyar a todos aquellos que tienen la capacidad de innovar, de alumbrar soluciones nuevas a problemas de siempre. Una sociedad que no promociona la ciencia está condenada a la mediocridad. 

Aunque provengo del mundo de las letras, siempre he sido un enamorado de la ciencia; sobre todo, de la que busca mejorar la calidad de la vida humana y la preservación del planeta. Por eso me duele que, debido a intereses mezquinos, no hayamos avanzado más en muchos campos. Parece que algunas vacunas (por ejemplo, la vacuna contra la malaria) no acaban de comercializarse por la fuerte oposición de las industrias farmacéuticas que ven amenazadas las ventas de medicamentos. Las energías renovables no prosperan más por los fortísimos intereses de las corporaciones petroleras. Alguien podría argumentar que otros campos (por ejemplo, la genética o la biotecnología) han moderado su paso por motivos éticos. Aquí veo una diferencia sustancial. Una cosa son los intereses económicos y otra muy diferente los criterios éticos. Me parece escuchar todavía a mi profesor de Moral Fundamental: “No todo lo técnicamente posible es éticamente realizable”. Este principio no supone una mordaza al avance científico. Es sencillamente el único modo de asegurar que los avances no se vuelvan contra el ser humano. Tenemos ya suficientes experiencias históricas para ver que esto es posible. Ya sé que para los defensores del transhumanismo es un debate pueril, porque ellos aspiran a ir más allá del hombre tal como hoy lo conocemos, pero para mí es de suma importancia. Sigo creyendo que este pequeño ser llamado ser humano, un átomo perdido en la infinitud del universo, es de una dignidad inviolable y nunca puede ser convertido en medio para la obtención de otros fines porque él es un fin en sí mismo, aunque abierto al Absoluto de Dios. 

Bueno, para no enredarnos demasiado en asuntos de altura, os dejo con el vídeo prometido al principio. Merece la pena conocer con detalle qué significa “volar con el sol”. El proyecto es solo el comienzo de algo que en pocos años nos sorprenderá.


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