Escribo este post
a las 6 de la mañana (hora de Jerusalén). Todavía no se saben los resultados
definitivos de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, pero parece
que Donald
Trump está dando la sorpresa. Aquí en Israel se sigue muy de cerca todo
este asunto. Al fin y al cabo, como dicen con ironía algunas camisetas que uno
puede comprar en cualquier puesto ambulante de ropa: “Don’t worry America, Israel is behind you”. Lo que podríamos
traducir con un poco de libertad: “No te preocupes, Estados Unidos. Israel te
cubre las espaldas”. Las relaciones entre los dos países son intensas. Ambos se
necesitan mutuamente. De todos modos, no quiero desviarme del objetivo de estos
días de peregrinación.
Ayer dedicamos
toda la mañana al monte de los Olivos.
Comenzamos por la iglesia del
Paternoster, construida en el lugar en el que la tradición sitúa la
enseñanza de Jesús sobre la oración a sus discípulos. Recordamos el texto de Lucas y rezamos el Padrenuestro
en varias lenguas. Contemplar la ciudad desde el monte es un espectáculo
inigualable. Tomé media docena de fotos. El resto del tiempo lo dediqué a
dejarme embriagar por el aire limpio y la impresión sobrecogedora de la ciudad.
La Puerta Hermosa, por la que Jesús entró en la ciudad los últimos días antes
de su muerte, está cerrada. Los judíos y musulmanes temen que el Mesías pueda
volver por ahí. Celebramos la Eucaristía en la iglesia
del Dominus flevit. Se trata
de una construcción pequeña, en forma de lágrima, que rasga la fachada con un
gran ventanal desde el que se contempla la ciudad mientras se ora o se celebra.
Naturalmente, el evangelio del día fue el de Lc 13,34-35: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que
se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca
reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os
quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis:
“Bendito el que viene en nombre del Señor.”.
Según Lucas, “cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella” (19,41). En Jn 11,35 –quizá el versículo más breve de toda la Biblia– se dice simplemente que “Jesús lloró”. Dos palabras para expresar la conmoción que el Maestro sintió ante la muerte de su amigo Lázaro. El primer llanto tiene que ver con la desobediencia de Jerusalén y, en el fondo, con el rechazo de los seres humanos a acoger su palabra. ¿Cómo es posible que seamos tan obtusos como para no reconocer en Jesús el amor que Dios tiene a la humanidad?
El segundo llanto revela la humanidad de Jesús. Él era sensible a la amistad. Llorar por el amigo muerto significa descender al pozo de la muerte que todo lo traga y experimentar su vacío insoportable. Hacía tiempo que no celebraba una Eucaristía tan llena de emociones.
Según Lucas, “cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella” (19,41). En Jn 11,35 –quizá el versículo más breve de toda la Biblia– se dice simplemente que “Jesús lloró”. Dos palabras para expresar la conmoción que el Maestro sintió ante la muerte de su amigo Lázaro. El primer llanto tiene que ver con la desobediencia de Jerusalén y, en el fondo, con el rechazo de los seres humanos a acoger su palabra. ¿Cómo es posible que seamos tan obtusos como para no reconocer en Jesús el amor que Dios tiene a la humanidad?
El segundo llanto revela la humanidad de Jesús. Él era sensible a la amistad. Llorar por el amigo muerto significa descender al pozo de la muerte que todo lo traga y experimentar su vacío insoportable. Hacía tiempo que no celebraba una Eucaristía tan llena de emociones.
La visita
continuó con otros lugares ligados a los últimos días de Jesús: la iglesia de san
Pedro in Gallicantu, el valle de Cedrón
y el huerto de Getsemaní.
Cada uno de estos lugares exigiría una
palabra porque están cargados de resonancias, pero el tiempo apremia. El ritmo
de una peregrinación apenas deja tiempo para teclear unos pocos recuerdos. La
tarde la dedicamos al ejercicio del Viacrucis a través de la Via Dolorosa,
que discurre por las callejuelas del barrio musulmán y del barrio cristiano
dentro de la ciudad amurallada. De las 14 estaciones clásicas, 5 no encuentran
ningún fundamento evangélico: son creaciones de la piedad popular. Entre éstas
se encuentran las tres famosas caídas. Me siento muy identificado con el Jesús
que cae, que experimenta nuestra incorregible debilidad, que se hace solidario
con todos los que caemos y nos levantamos. El camino terminó, entrada ya la
noche, en el recinto del Santo Sepulcro. Sobre esto no digo nada porque hoy
tendremos allí la Eucaristía final. Mañana tendré tiempo de comentar alguna
cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.