sábado, 21 de mayo de 2016

Siempre nos quedará Bach

El fin de semana solemos disponer de más tiempo para hacer lo que nos está vedado el resto de la semana. Para mí, una de esas actividades extraordinarias es escuchar música. Si tuviera que elaborar una lista de mis compositores favoritos me vería en un gran apuro. Me sentiría casi como el niño al que le preguntan a quién quiere más: si a papá o a mamá. Cuando no hay problemas de por medio, siempre responde lo mismo: “A los dos igual”.  Pero, a diferencia del niño, yo no quiero a todos los compositores por igual. Voy a dar una pista de por dónde van mis preferencias. Cuando le preguntaron al biólogo estadounidense Lewis Thomas qué escogería él como mensaje de la humanidad para las posibles civilizaciones del espacio exterior, contestó: “Yo enviaría las obras completas de Bach… pero eso sería un alarde”. Sí, para mí la música del genial Johann Sebastian Bach (1685-1750) –no confundir con otros muchos Bach del panorama musical– es un alarde, algo excesivo. Casi me atrevería a decir que él es la música. Las etapas de su vida musical están asociadas a los lugares donde vivió: Arnstadt (1703-1707), Mühlhausen (1707-1708), Weimar (1708-1717), Köthen (1717-1723) y Leipzig (1723-1750). Fue como un riachuelo eso es lo que significa Bach en alemán que discurrió por varias tierras alemanas regándolas con su creatividad y belleza.

Disfruto con Händel, Mozart, Vivaldi, Beethoven, Brahms y otros muchos, pero lo de Bach –el “viejo peluca”, como lo llamaba el recordado Fernando Argenta en el divertido programa Clásicos Populares de Radio Nacional de España– es otra cosa.  Que uno nazca en el seno de una familia de músicos, sea un excelente organista, clavecinista, violinista, violista, maestro de capilla y kantor es ya señal de excelencia. Pero si, además, es un compositor prolífico y genial –el mejor de la historia para muchos críticos–, entonces no hay más remedio que quitarse el sombrero ante él. Para completar el cuadro solo falta añadir un pequeño detalle: tuvo 20 hijos, frutos de sus dos matrimonios, pero solo le sobrevivieron 7. Así que fue fecundo biológica y artísticamente a lo largo de una existencia que alcanzó los 75 años, meta nada despreciable para los hombres del Barroco. ¡Lástima que las cataratas lo dejaran casi ciego al final de su vida, con la consiguiente merma de su producción musical!

Durante los últimos veintisiete años fue Kantor de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig. A esta etapa pertenecen sus obras corales más impresionantes: sus dos Pasiones (la de San Mateo y la de San Juan), la monumental Misa en Si menor y el Oratorio de Navidad

Es imposible hacer un resumen de su vastísima producción. La música de Bach se puede usar hasta para dormir a los bebés. El Clave bien temperado, con sus 48 preludios y 48 fugas, es un verdadero tratado didáctico que los músicos profesionales estudian a conciencia. De todos modos, un post no es un lugar para disquisiciones técnicas

¿Por qué me gusta Bach? Lo podría resumir en tres palabras: por su armonía, profundidad y sublimidad.  La música de Bach es una vacuna para los males de nuestro tiempo. Nos previene contra: 
  • el desequilibrio (armonía), 
  • la superficialidad (profundidad) y
  • la indiferencia (sublimidad). 
La última nota es difícil de explicar. Sublime significa “excelso, eminente, de elevación extraordinaria”. Hay compositores que me entretienen, divierten, conmueven, animan, entristecen, sugieren, alegran… Bach me eleva; es decir, me abre a la trascendencia. Es lógico que así sea porque su objetivo como compositor era alabar la gloria de Dios. Esto sucede en pleno siglo XVIII, el siglo de las luces, cuando algunos europeos empiezan a valorar tanto la razón que acabarán considerando a Dios como una hipótesis innecesaria para explicar el universo y conducir racionalmente la vida humana. Lo que se buscaba no era la gloria de Dios sino la vana-gloria del hombre. El músico Claude Débussy reconoció la sublimidad de Bach casi de forma blasfema: "Es el amado Dios de la música, a quien todos los compositores deberían elevar una oración antes de ponerse a trabajar".

Johann Sebastian Bach, con su música excelsa, ha hecho realidad un axioma de san Ireneo de Lyon que me parece una de las mejores síntesis del misterio de la vida: “Gloria Dei vivens homo et vita hominis visio Dei” (La gloria de Dios consiste en que el hombre viva y la vida del hombre consiste en la visión de Dios). Por una parte, el genio de Bach es una expresión humana de la gloria de Dios. Por otra, la obra de Bach, su vida entera, es un camino que nos lleva a la comunión con Dios. Voy a decir una barbaridad que espero sea comprendida en su justa medida: es imposible escuchar a Bach y ser ateo. Utilizo el verbo escuchar y no el verbo oír para poner de relieve el hecho de entrar en el misterio que su música sugiere y casi desvela. De hecho, el filósofo nihilista Nietzsche llegó a escribir: "Esta semana he ido a escuchar tres veces la Pasión según San Mateo del divino Bach, y en cada una de ellas con el mismo sentimiento de máxima admiración. Una persona que —como yo— ha olvidado completamente el cristianismo, no puede evitar oírla como si se tratase de uno de los evangelios". 

Bueno, creo que es suficiente por hoy. Os dejo con algunas piezas que representan un pequeño botón de muestra de la obra de este genio.

En primer lugar, su famosa Tocata y fuga en re menor.


Y ahora el Aria de la suite en Re mayor (transcripción para órgano): 


Es comovedor el célebre coral O haupt voll blut und Wunden ("Oh rostro ensangrentado") de la Pasión según San Mateo.


Y, para terminar con un toque más relajado, he aquí una curiosa versión de la  Canción para violoncelo, interpretada por siete personas (en realidad, se trata del mismo intérprete) que usan el instrumento de modos diversos para producir una simpática armonía.


4 comentarios:

  1. Se dice que al escuchar la música de Bach podemos sentir la nostalgia del paraíso, mientras que si escuchamos a Mozart estamos en el paraíso mismo… El tañido de laúd de Dios: eso es Mozart... Karl Barth escribió en 1956: “Acaso los ángeles, cuando tratan de rendir alabanza a Dios, tocan música de Bach, aunque no estoy tan seguro de ello; de lo que sí estoy seguro, en cambio, es de que, cuando se encuentran entre sí, interpretan a Mozart, y entonces también el Señor encuentra deleite en escucharlos”. Pero no, no voy a poner en cuestión a Bach.

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    1. El debate en música es todavía más pasional que en el fútbol. Esto anima la cosa. Gracias por la cita de Karl Barth.

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