domingo, 8 de mayo de 2016

Ascender no significa trepar

En muchos lugares del mundo hoy se celebra la solemnidad litúrgica de la Ascensión del Señor y la fiesta popular del Día de la Madre

Yo sigo todavía en Galicia. Desde mi ventana veo las verdes praderas que rodean el Convento de Baltar, un antiguo pazo gallego transformado ahora en casa de acogida. Luce un sol matutino de primavera. El mar Cantábrico lame con furia los acantilados cercanos. Dentro de poco celebraré la Eucaristía en una de las iglesias desperdigadas por estos parajes montañosos. Por la tarde acompañaré al nuevo obispo de Mondoñedo-Ferrol en su primer contacto con la iglesia de Ferrol.

Ayer pasé casi toda la jornada en Mondoñedo, un precioso pueblo de la montaña lucense. A las 11 comenzó la ceremonia de consagración episcopal de mi hermano claretiano Luis Ángel de las Heras. La pequeña catedral estaba atestada de gente. Fue una larga ceremonia, de casi tres horas, en la que experimentamos la belleza de la liturgia católica (que recoge una herencia multisecular) y el calor de una comunidad cristiana acogedora, disponible, feliz de tener obispo después de casi un año de sede vacante. En muchos lugares de internet se puede leer una crónica de lo que vivimos. Basta mencionar aquí la homilía del arzobispo Julián Barrios y la alocución del nuevo obispo. Son mensajes que nos ayudan a entender el significado del ministerio episcopal en la Iglesia y en la sociedad de hoy.

Yo me limito a contemplar el acontecimiento de ayer (la ordenación episcopal) desde la fiesta litúrgica de hoy (la Ascensión). Celebramos que Jesús, después de su existencia terrena, “ascendió” al cielo. Para muchas personas, incluidos algunos de sus amigos, el misionero Luis Ángel de las Heras, “ascendió” ayer de la categoría de presbítero a la de obispo. Si se entendieran las cosas desde una perspectiva bíblica, el verbo expresaría muy bien la realidad. Pero para algunos, “ascender” significa, sin más, subir un peldaño en el escalafón social, ganar prestigio, poder, dinero, etc. Muchas personas están siempre deseando subir porque consideran que esa subida mejora su situación. 

En los últimos años se ha puesto de moda el verbo “trepar”. Su primera acepción es conocida: “Subir a un lugar alto o poco accesible valiéndose y ayudándose de los pies y las manos”. Pero el diccionario de la RAE registra otra coloquial que es la que se ha puesto de moda: “Elevarse en la escala social ambiciosamente y sin escrúpulos”. Quienes así se comportan son denominados trepas. No es, desde luego, el caso de Jesús. Él no "trepó" a los cielos, porque como dice la carta de Pablo a los Filipenses: “A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (2, 6-7). Fue Dios quien “lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»” (2, 9).

Lo mismo sucede con nuestro hermano obispo. Renunció a la situación en la que se encontraba y, después de un profundo discernimiento, aceptó el ministerio episcopal. Para muchos supone un ascenso en el escalafón, pero, en realidad, supone un descenso al territorio de las necesidades humanas, un ponerse al servicio incondicional de la Iglesia. Con un poco de ironía podríamos decir que ha sido reducido al estado episcopal. Esto es hermoso porque reproduce la misma experiencia de Jesús. ¡Ojalá se convierta en un verdadero programa de vida!

2 comentarios:

  1. Lo he calificado como interesante pero realmente es interpelador y muy saludable pensar que el OBISPO ha descendido para encontrarse más cerca y más entregado al servicio de los fieles y de los más necesitados. Por ser asi, enhotabuena al nuevo obispo.

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  2. Gonzalo, gracias por compartir este evento y gracias por la visión que das de la Ascensión.

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