lunes, 11 de enero de 2021

La profecía de la vida ordinaria

Acabados los tiempos fuertes de Adviento y Navidad, hoy comenzamos el Tiempo Ordinario. Más allá de los tiempos litúrgicos, la vida sigue su ritmo. Tras la nevada intensa en Madrid y en otras partes de España, ahora mis compatriotas se enfrentan a una ola de frío. Lo sucedido el pasado día 6 en el Capitolio de Washington sigue trayendo cola. La “tercera ola” del Covid parece que ya está aquí. Se diría que se han acumulado los ingredientes necesarios para una “tormenta perfecta”, pero si algo aprendemos con el paso del tiempo es que, cualesquiera que sean las circunstancias, tenemos que aprender a vivir la espiritualidad del tiempo ordinario, de lo cotidiano. Cada día tiene su propia batalla. A veces, cuando el contexto social parece muy problemático, hay personas que viven momentos serenos. Y al revés. Cuando parece que por fuera toda marcha bien, uno puede estar librando una fuerte batalla interior. Nuestros tiempos personales no siempre coinciden con los momentos sociales y con los tiempos litúrgicos. Por eso, uno de los objetivos de la espiritualidad es ayudarnos a ajustar las coordenadas, a situarnos bien en el espacio y en el tiempo para no sucumbir a la impresión de que estamos fuera de lugar, zombis que deambulan perdidos.

En Roma ha amanecido un día frío de invierno. El cielo está cubierto, pero no se prevén lluvias. Muchas empresas e instituciones reanudan hoy sus actividades, aunque con las limitaciones impuestas por la pandemia. Sigue a buen ritmo la campaña de vacunación. Con todo, el número de contagios y de fallecidos es todavía muy alto. En el Reino Unido y Alemania se ha disparado. No se puede bajar la guardia.

En el Evangelio de este lunes escuchamos la frase de Jesús: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Estas palabras que llevamos oyendo siglos conservan todo su vigor. Para nuestra generación, para cada uno de nosotros, el encuentro con Jesús nos introduce en la plenitud de los tiempos. No hay nada que esperar más allá de Jesús. Quien creen en él ha llegado ya al final. Esto elimina toda ansiedad. Pero, por otra parte, esa llegada no es nunca completa. Por eso, debemos convertirnos. Esta dinámica puede resultar desconcertante. Por una parte, afirmamos que quien cree en Jesús ha llegado a la meta; por otra, subrayamos la necesidad de convertirnos cada día. El aparente desconcierto no es sino un reflejo de la tensión de la vida. Es verdad que el reino de Dios ya está entre nosotros porque Jesús ha regalado su Espíritu al mundo. Por todas partes vemos signos de esta presencia. En estos días de la ola de frío, por ejemplo, muchos voluntarios en Madrid trasladan a los enfermos en sus vehículos todoterreno. Millones de personas en todo el mundo multiplican los gestos de verdad, bondad y belleza. Sí, el reino ya está presente y hay que celebrarlo.

Pero también es verdad que, junto al trigo del bien, crece la cizaña del mal. Lo que sucede en el mundo lo vemos reflejado en nuestro propio interior. Nunca acabamos de ser lo que ya somos: criaturas nuevas. Por eso, con la fuerza del Espíritu, estamos llamados a creer con más hondura en el Evangelio de modo que nuestra vida se vaya ajustando a él, vaya cambiando. El tiempo ordinario es la oportunidad de vivir lo que algunos llaman “la profecía de la vida ordinaria”. Es hermoso comprobar que cada día es una nueva oportunidad que se nos regala para seguir caminando, por cansados y desanimados que estemos. En el fondo, esto es lo que nos permite levantarnos cada mañana con un mínimo de esperanza. Hoy, 11 de enero de 2021, puedo vivir algo original, único. No es necesario que haga grandes cosas, pero sí que ponga amor en cada pequeño gesto. Siempre puedo ser un poco más amable, servicial, generoso, trabajador, alegre, sensible… No se me pide comportarme como un héroe, sino como alguien que va detrás de Jesús y que se fía de su palabra; por tanto, como alguien que cree que el reino de Dios ya está en medio de nosotros, que la batalla decisiva ha sido ganada. Se trata de vivir de acuerdo a esta profunda convicción, sin la ansiedad de quien cree que nada está decidido y sin la autocomplacencia de quien se abandona a una vida muelle e insignificante. ¡Bienvenidos al tiempo ordinario!

1 comentario:

  1. Después de la lectura de esta entrada y reflexionar sobre ella, me da la sensación de que buscando el Reino de Dios muchas veces equivocamos el camino. Nos hemos creado unas expectativas que no coinciden con la realidad… Todo requiere su esfuerzo…

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